Japón inició este jueves la descarga al océano del agua residual acumulada en la accidentada central nuclear de Fukushima en un plan defendido como seguro por Tokio y la agencia reguladora de la ONU, pero duramente criticado desde China.
La descarga de alrededor de 540 piscinas olímpicas de agua durante décadas en el Pacífico es un paso importante para desmantelar la central, todavía muy peligrosa doce años después de uno de los peores accidentes nucleares de la historia.
Un video en directo retransmitido por el operador de la planta TEPCO mostró a los ingenieros de la empresa trabajando en ordenadores mientras un responsable informaba, después de una cuenta atrás, que "se están abriendo las válvulas cerca de las bombas de trasvase de agua".
En el recinto estaba prevista la presencia de inspectores del Organismo Internacional de la Energía Atómica de la ONU, que dio el visto bueno al plan, para supervisar el proceso.
Más tarde el jueves, operadores de TEPCO tomarán muestras del agua y los peces en la zona del vertido.
Antes de la puesta en marcha de la operación, una decena de personas se manifestaron junto a la planta nuclear y otro centenar en la sede de TEPCO en Tokio.
"Es como lanzar una bomba atómica al océano. Japón es el primer país que fue atacado con una bomba atómica en el mundo y el primer ministro tomó esta decisión", lamentó Kenichi Sato, de 68 años.
El Ministerio de Medioambiente chino también criticó el vertido como "extremadamente egoista e irresponsable" y anunció que iba a "monitorizar y estudiar" el impacto en sus aguas.
Riesgo muy pequeño
Tres de los reactores de la central Fukushima-Daiichi en el noreste de Japón se fusionaron después del fuerte terremoto y el tsunami que mataron a 18.000 personas en 2011.
Desde entonces, TEPCO ha recogido más de 1,3 millones de metros cúbicos, almacenados en 1.000 contenedores de acero, de agua contaminada de los refrigeradores, el subsuelo y de lluvia.
Según la empresa, su capacidad está al límite y necesita hacer espacio para quitar el combustible nuclear y los escombros de los reactores destruidos.
TEPCO asegura que este líquido se sometió a un tratamiento para eliminar todos los radioisótopos a excepción del tritio, que se encuentra en niveles inocuos y más bajos de los que liberan las centrales nucleares operativas, incluido en China.
La mayoría de expertos y el OIEA respaldan este argumento.
"Cuando se libere en el Pacífico, el tritio se diluirá en un vasto cuerpo de agua y rápidamente llegará a un nivel de radioactividad que no difiere del agua de mar normal", dijo Tom Scott, de la Universidad de Bristol en Inglaterra.
"Por lo tanto, supone un riesgo muy pequeño y el riesgo disminuye con el tiempo" porque "el nivel de tritio se reduce continuamente", agregó.
Restricciones al sushi
Pero no todos coinciden. El grupo medioambiental Greenpeace aseguró que el proceso de tratamiento del agua es defectuoso y China y Rusia sugieren que el agua puede evaporarse y llegar a la atmósfera.
China acusó a Japón de tratar el Pacífico como una "cloaca" y, antes del inicio del vertido, prohibió las importaciones alimentarias desde 10 de las 47 prefecturas japonesas e impuso controles de radiación en el resto.
Hong Kong y Macao, ambos territorios semiautónomos chinos, hicieron lo mismo esta semana.
Los restaurantes de sushi en Pekín y Hong Kong ya padecen las consecuencias de estas restricciones.
"En torno al 80% de los productos de mar que usamos vienen de Japón", explica a la AFP el restaurador Jasy Choi, que dirige un pequeño local en Hong Kong de comida nipona para llevar.
"Si más de la mitad de mis ingredientes importados de Japón están afectados, será difícil continuar operando", lamenta el chef de 36 años.
Los analistas apuntan que China, aunque puede tener preocupaciones genuinas por la seguridad, también puede estar motivada por su rivalidad económica y sus complicadas relaciones con Tokio.
Por el contrario, el gobierno surcoreano, que está estrechando lazos con Japón, no ha presentado objeciones a pesar de la preocupación y las protestas de algunos ciudadanos.