En Rio de Janeiro, el lulismo celebró la victoria de su candidato con amargura. No sólo porque el deseo de que ganara en primera vuelta quedó incumplido por sólo dos puntos, sino porque en este estado los resultados fueron mejores para la derecha bolsonarista que lo que se preveía en las encuestas. El candidato a gobernador, Marcelo Freixo, de quien se esperaba que perdiera por poco y pudiera pasar a segunda vuelta, fue arrasado por más de 30 puntos.
En los cafés del céntrico barrio de Cinelândia, donde el Partido de los Trabajadores convocó a festejar los resultados, la gente estaba enojada y estalló en insultos cuando en las pantallas apareció Ciro Gomes, el candidato del centroizquierdista Partido Democrático de los Trabajadores.
Durante la campaña, Gomes rechazó los múltiples llamados que en el país y en América Latina le hicieron políticos e intelectuales para que renunciara a una candidatura que no tenía ninguna posibilidad, apoyar a Lula y asegurar la pronta derrota del presidente Jair Bolsonaro. Sus escasos 3 puntos le hubieran servido a Lula para superar el 50 por ciento más uno de los votos necesarios para vencer en este turno y evitar el segundo.
El desplome de Freixo es una muestra de que el lulismo lo va a tener más difícil de lo que se pensaba, a pesar de la estrategia de “frente democrático amplísimo” que diseñó para abarcar desde la extrema izquierda hasta la derecha moderada. Apenas este viernes, Lula se presentó ante la prensa con él en el Hotel Pestana Atlántica en la playa carioca de Copacabana, y se comprometió a acompañarlo en la campaña rumbo a la segunda vuelta.
Marcelo Freixo, un cuarentón entrecano dado a repartir sonrisas, proviene de un sector más a la izquierda que Lula: anteriormente formó parte del Partido Socialismo y Libertad, una organización que se escindió del PT durante el primer gobierno lulista por considerar que éste había abandonado algunos de sus principios. Freixo cambió de vehículo electoral al necesitar una mejor estructura partidista y se pasó al más tradicional Partido Socialista Brasileño, aunque mantiene una cercanía con sus excompañeras del PSOL.
En ese encuentro, Lula explicó que su presidencia necesitará de apoyos en los tres estados más ricos y poblacionalmente más grandes, São Paulo, Minas Gerais y Rio de Janeiro, para gobernar.
Al final de este domingo, sin embargo, las noticias son malas: además del de Rio, también su candidato mineiro fue barrido por otros 30 puntos (aunque Lula ganó ahí), y en el estado paulista, en donde las encuestas indicaban que el lulista Fernando Haddad —quien fue el candidato del PT en 2018, ya que Lula estaba inhabilitado y en prisión, y esa ausencia facilitó la victoria de Bolsonaro— iría a la próxima ronda en posición de liderazgo, quedó siete puntos abajo.
Los mismos que Lula: de acuerdo con el influyente semanario Veja, los inesperados resultados en São Paulo fueron los que “desequilibraron el juego” para favorecer a Bolsonaro, que se esperaba que quedara entre 10 y 15 puntos detrás de Lula y sólo tiene una desventaja de 5% (con 48.3% frente a 43.3% de su rival).
Una jornada electoral tranquila
Las votaciones en Rio se llevaron a cabo con una tranquilidad que sorprendió a muchos. El presidente Jair Bolsonaro tiene residencia personal aquí, en la lujosa zona de Barra de Tijuca, y esta urbe turística es considerada uno de sus bastiones.
Todavía más: su mayor fuente de poder, los policías militares y las milicias que forman, son muy agresivos políticamente como reacción a las severas críticas que suelen recibir por sus sangrientas intervenciones en las favelas y barrios pobres.
Se les atribuyen asesinatos y masacres, y dos de ellos están presos por haber asesinado en 2018 a una joven política emergente, Marielle Franco, quien asumiéndose como mujer negra homosexual y de favela (es decir, originaria de la favela de Maré, cerca del aeropuerto internacional Galeâo), hizo de la denuncia de la brutalidad policiaca uno de sus principales ejes de trabajo.
Sin embargo, en esta jornada, prácticamente no hubo incidentes de relevancia. A diferencia de México, en donde todo tipo de propaganda está prohibida desde tres días antes de la apertura de las urnas, aquí sólo se impide el proselitismo organizado, pero las personas pueden llevar camisetas y banderas de su preferencia, sin que eso provocara agresiones que merecieran un reporte.
Un recorrido de este diario por Copacabana y Flamengo, el Centro y Maré mostró largas filas de electores que, gracias a que por fin salió el sol después de días de lluvia y frío, andaban con bermudas, minifaldas y sandalias, como en los mejores momentos de Rio.
La disputa por las urnas electrónicas
Bolsonaro queda malherido pero no muerto. Y esto puede darle nuevos ánimos para cuestionar el sistema. De manera inusitada y por primera vez desde 1996, el mecanismo electoral fue puesto en cuestión y el vicepresidente del Supremo Tribunal Electoral (STE), Ricardo Lewandowski, tuvo que salir a defenderlo en un país donde no es costumbre que el árbitro de los comicios participe en discusiones públicas.
El punto atacado son las urnas electrónicas: Brasil las adoptó en aquel año precisamente para terminar con los fraudes que plagaban los procesos en los que la decisión es escribía en boletas de papel. Y desde entonces, las acusaciones son escasas.
Ahora, los seguidores de Bolsonaro se hicieron eco de las dudas de su líder y en las calles pidieron “voto auditable”, para impedir el fraude que según ellos se iba a producir. Lewandowski replicó que el mecanismo está sujeto a severas auditorías rutinarias, incluidos concursos anuales en los que se invita a hackers a tratar de romper las salvaguardas de seguridad para detectar vulnerabilidades.
El conteo en tiempo real, que inició dándole siete puntos de ventaja a Bolsonaro con menos de 1% de urnas contabilizadas y lentamente, dos horas después, mostró el sorpasso de Lula, ayudó a despejar dudas, así como la decisión del STE de prohibir el transporte de armas (debido a la eliminación de varias restricciones por el gobierno de Bolsonaro, el número de armas registradas en posesión de civiles se multiplicó por tres en tres años) en las 48 horas previas y en las 48 posteriores a la jornada comicial, ayudaron a restablecer la autoridad del órgano, aunque el presidente declaró que sus partidarios estaban recolectando “muestras de parcialidad del Tribunal” para usarlas en caso de impugnar la validez de las elecciones.
La lucha no terminó, el presidente no ha sido derrotado y todavía puede querer ganar a la mala.
dr