Astrid Silva recorta y recorta calcomanías cuadradas de color dorado que contienen la leyenda I voted. Los acumula en una cajita y sigue recortando.
Desde temprano instaló una mesa, junto con varios compañeros demócratas, apenas a unos centímetros del límite prohibido para hacer campaña en los alrededores de los centros de votación, afuera del Centro Comunitario del Este de Las Vegas, una zona eminentemente latina y mexicana, para regalar, a quienes salen de votar, todo tipo de afiches y letreros alusivos a la candidata presidencial Kamala Harris.
Esto a manera de recompensarlos por su voto, con la esperanza de que sean esos sufragios los que le den los seis votos electorales de Nevada a la hoy vicepresidenta.
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Mujeres muestran su apoyo a Kamala Harris
Silva, joven activista por los derechos de los hijos de padres migrantes, conocida como la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés) viste una chamarra de mezclilla con botones pegados con el rostro de la candidata y una playera con el nombre “Kamala”. No hay duda de a quién apoya.
Este estado llegó a su cita con la democracia con más de 2 millones de personas registradas, según las cifras de la Secretaría de Estado de Nevada, de las que el 29.97% se dijeron demócratas y el 29.52, republicanos, una diferencia pírrica, mientras que el resto se declaró sin partido o simpatizantes de las opciones independiente, libertaria o de partidos menores, lo que llevó a convertir a este estado en uno de los llamados bisagra.
Pero el martes 5 de noviembre, según las primeras cifras dadas después de las 19:00 horas, cuando cerraron los centros de votación, participaron solo un millón 469 mil votantes registrados.
Muchos de ellos fueron por la tarde y ya casi al filo del cierre, lo que ocasionó que en lugares como el Arroyo Market Square, un centro comercial al suroeste de Las Vegas se hicieran filas de varias decenas de personas.
“Me estoy preparando para la tarde, que es cuando viene más gente. Viene a votar cuando sale de trabajar”, dice Silva apurada mientras sigue recortando.
En su mesa hay banderitas estadunidenses, botones con el rostro de la vicepresidenta, cartulinas con la palabra Freedom, carteles con la frase “LA PRESIDENTA”, así, en español, y hasta una veladora que han encendido frente a una imagen de La Virgen de Guadalupe y una foto de la vicepresidenta Harris.
Por la tarde, hasta se regalaron tacos y se puso música de banda y cumbia al ritmo de Celso Piña.
Los que salen de votar y ven la mesa y el barullo, muy contentos se acercan para compartir la emoción y la esperanza de que su voto le dé la victoria a su candidata.
Uno de ellos, Thomas, un hombre negro y alegre, se lleva una banderita de su país y varios botones con el rostro de Harris. “¡Gracias!”, es la única palabra en español que le dice a Astrid antes de retirarse.
Los más de 130 centros de votación del condado de Clark, el más poblado del estado de Nevada, porque es donde se ubican las ciudades de Las Vegas y de Henderson, abrieron a las 07:00 horas y durante toda la jornada recibieron incesantemente a ciudadanos que decidieron votar en el mero día de la elección presencial, pues durante los días de votación temprana participaron cerca del 40% de los votantes registrados.
Envuelta en una bandera de Estados Unidos y con una playera que dice Brown N’ Proud (“Morena y con orgullo”), Amy Rivera, hija de madre mexicana y padre hondureño, que apenas en marzo cumplió 18 años y que es la primera vez que vota ─y lo hizo por Kamala─, llegó a primera hora al estadio de Los Raiders, el Allegiant Stadium, que por su tamaño fue el que durante toda la jornada recibió a más personas.
A ese punto, también llegó desde antes de las 09:00 horas un grupo de trabajadores de la construcción, pertenecientes al Laborers’ International Union of North America y al Southern Nevada Building Trades Unions, sindicatos de obreros que han apostado por apoyar a la candidata.
Con el objetivo de votar en grupo y, además, acompañar a la senadora demócrata Jackie Rose, que busca la reelección y quien al llegar al estadio gritó emocionada: “¡Poquito español: podemos ganar!”. Eso desató aplausos de sus seguidores.
“Nosotros nos dedicamos a la infraestructura nacional del país, básicamente, proyectos que vienen siendo escuelas, hospitales, carreteras, casinos (…) Somos el obrero que hace el trabajo pesado, drenaje, jardinería, limpieza, el conocido en México como albañil”, dice orgulloso Marco Hernández, nacido en Ciudad Sahagún, Hidalgo, ahora líder de una sección de ese sindicato, que ha comprometido su voto por Harris.
Precisamente, el voto de los trabajadores sindicalizados de la construcción y de los servicios de la hostelería ─restaurantes, hoteles y casinos─ que hacen que Las Vegas funcione de día y de noche, es el que podría inclinar la balanza en este estado que fue considerado bisagra.
Pero así como el martes hubo esos simpatizantes de Kamala que lo manifestaron abiertamente, con barullo y playeras y banderines de la aspirante, también hubo seguidores del republicano Donald Trump que, más discretos, acudieron, votaron y se fueron.
Y es allí, en ese voto silencioso, donde cupo la duda durante todo el día y entrada la noche sobre quién sería el que ganara en el estado, que desde 2008, con Barack Obama, se ha pintado de azul.
RM