Los llamados a un cese el fuego en Ucrania se multiplicaron el jueves en vísperas de la Navidad ortodoxa, ante lo que el presidente ruso, Vladimir Putin, se dijo dispuesto a dialogar si Kiev acepta "las nuevas realidades territoriales".
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, pidió en una conversación telefónica con su homólogo ruso la aplicación de un "cese el fuego unilateral" para iniciar negociaciones de paz con Kiev.
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Putin respondió que Rusia estaba dispuesta a un "diálogo serio" con Ucrania, a condición de que las autoridades de Kiev se atuvieran a las exigencias rusas y aceptaran "las nuevas realidades territoriales", surgidas tras la invasión del país a finales de febrero.
Los llamados de la Iglesia ortodoxa
En Rusia, fue el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa Kirill, cercano a Putin, quien hizo un llamado a un alto el fuego en vísperas de la Navidad ortodoxa, que se celebra el sábado.
"Yo, Kirill, Patriarca de Moscú y de toda Rusia, me dirijo a todas las partes implicadas en el conflicto fratricida para pedirles instaurar un alto el fuego y establecer una tregua de Navidad", afirmó en la página web de la Iglesia.
El líder ortodoxo, de 76 años, instó a deponer las armas de las 12:00 horas locales del 6 de enero a las 00:00 del 7 de enero horas locales.
Esta tregua permitirá, según él, que los ortodoxos puedan "asistir a la misas en la víspera de Navidad y en el día del Nacimiento de Cristo" en Ucrania.
Este mensaje, sin embargo, puede tener poco calado en Ucrania, donde la influencia del patriarcado de Moscú ha ido en declive en estos últimos años, hasta la creación en 2018-2019 de una Iglesia independiente de la tutela religiosa rusa.
En mayo, poco después del inicio de la invasión rusa del país, la Iglesia ortodoxa ucraniana rompió sus lazos con Moscú.
Este jueves, un consejero de la presidencia ucraniana, Mijaílo Podoliak, consideró el llamado a la tregua del líder religioso como una "trampa cínica" y un "elemento de propaganda".
Liberados presos rusos que combatieron
Estos llamados al cese el fuego tienen lugar días después de que un ataque ucraniano en la noche de Año Nuevo causara al menos 89 muertos en la localidad de Makéyevka, en la región anexionada de Donetsk.
El ejército ruso, en un hecho poco común, admitió el trágico balance tras el bombardeo, y fue blanco de duras críticas.
Según la prensa rusa, el edificio quedó totalmente destrozado por los proyectiles lanzados con los sistemas lanzamisiles HIMARS, un arma suministrada por Estados Unidos. En las instalaciones había cientos de reclutas, es decir, soldados no profesionales.
En el terreno, los combates seguían haciendo estragos, sobre todo en Bajmut, en el este, que las tropas rusas --respaldadas por los mercenarios del grupo Wagner-- intentan controlar desde el verano boreal.
Según el balance diario de la presidencia ucraniana, cinco personas murieron y ocho resultaron heridas en las últimas 24 horas. Entre los fallecidos, figura un militar que participaba en una operación de desminado cerca de Járkov (nordeste).
El jefe del grupo Wagner, Yevgueny Prigozhin, considerado cercano a Putin, anunció el jueves las primeras amnistías de prisioneros rusos que habían aceptado combatir en Ucrania.
"Han trabajado hasta el fin de vuestro contrato. Han trabajado honradamente, con dignidad", dijo Prigozhin en un video difundido por la agencia de prensa rusa Ria Novosti.
El responsable también pidió a la sociedad rusa "tratar con el mayor respeto" a estos hombres, que han combatido durante seis meses a cambio de su libertad.