Cuarenta y un años después de haber trabajado en la caja registradora, y en la estación de papas fritas y malteadas de chocolate en un McDonald’s en la Avenida Central en Alameda, California, Kamala Harris está a unos pasos de convertirse en la primera mujer y afroamericana, además de ascendencia del sur de Asia, en ocupar el cargo de presidenta de Estados Unidos.
En 1983 la joven Kamala ingresó al McDonald’s californiano porque se encontraba de vacaciones de verano mientras estudiaba en la Universidad Howard de Washington, DC, una institución superior históricamente para alumnos afroamericanos. Cuatro años después, Harris aplicó para una posición de becaria en la Oficina de la Procuraduría de Distrito del Condado de Alameda.
Hija de un migrante jamaiquino y de una madre tamil de India, el periplo de vida de Kamala Harris desde la clase media hasta la mujer con más poder en EU, como la actual vicepresidenta, la ha puesto como ejemplo del tipo de políticas que planea instrumentar si gana las elecciones: empoderar a todos sin distinción de origen o raza aunque han sido anémicos los detalles de sus políticas públicas.
Kamala estudió Ciencias Políticas y Economía en Howard y obtuvo su título en Derecho en la Universidad de California, en Hastings. Comenzó su carrera en el sistema de justicia en 1990 como fiscal adjunta en el condado de Alameda donde se especializó en la lucha contra los crímenes violentos.
En 2003 fue elegida fiscal de distrito de San Francisco, cargo que ocupó hasta 2011 cuando se convirtió en la primera mujer en ser fiscal general de California.
Durante este tiempo se enfocó en temas de justicia penal protegiendo a los consumidores y enfrentando el fraude hipotecario tras la crisis financiera de 2008. Recientemente ha presumido de sus acciones como fiscal contra las organizaciones criminales mexicanas.
Migración, estira y afloja
En todos sus cargos públicos ha sido una campeona de causas progresistas, incluido los derechos de los migrantes, desde que fungió primero como fiscal estatal y después como senadora por California, donde jugó un papel aguerrido en la defensa de los derechos civiles frente a los ataques republicanos, especialmente de la comunidad indocumentada.
Desde su curul en la Cámara alta abogó por la Dream Act, que busca regularizar la situación migratoria de cientos de miles de jóvenes que llegaron a Estados Unidos indocumentados, así como de una reforma integral para legalizar a más de 11 millones de personas.
Son dos causas que mantiene en su plataforma de gobierno, aunque también ha endurecido algunas de sus posiciones en materia migratoria.
Pese a que los republicanos han tratado de dibujarla como una “marxista radical”, durante sus actos de campaña se ha movido a la derecha y ha insistido en que buscará aprobar una iniciativa migratoria que incluya restricciones al asilo, con más agentes y más kilómetros de muros y bardas en la frontera con México.
En 2021, ya como vicepresidenta, su jefe, Joe Biden, la puso al frente de uno de los problemas más graves que enfrentaba no solo EU sino la entonces posible reelección del actual mandatario: la crisis por la llegada desenfrenada de cientos de miles de inmigrantes a la frontera con México.
Algunos de los colaboradores de la vicepresidenta se quejaron en privado que le habían asignado una “misión imposible”, toda vez que entendían que muchas de las causas de la migración son estructurales y no podían resolverse con reuniones entre Harris y los mandatarios de México, en ese entonces Andrés Manuel López Obrador, y del Triángulo del Norte centroamericano (El Salvador, Guatemala y Honduras).
Su primer viaje al exterior fue, en plena pandemia, el 8 de junio de 2021 a la Ciudad de México, donde se reunió con López Obrador para analizar el problema migratorio. Tras su visita declaró haber tenido “conversaciones muy directas y francas”.
Pero su agenda personal no se limita al tema migratorio. Ha sido una fuerte defensora de establecer mayores regulaciones contra la manufactura, distribución y venta de armas de fuego; también ha buscado la legalización federal de la mariguana, reformas más profundas al sistema de cuidados de salud, de la fiscalía y de los derechos reproductivos de la mujer.
Sus críticos sostienen que en la principal misión como vicepresidenta falló de manera rotunda porque fue incapaz de lograr un mínimo de control en la llegada de migrantes a la frontera con México.
Pero Harris y sus simpatizantes han refutado las críticas con el argumento de que el fenómeno migratorio requiere de soluciones estructurales que pasan por inversiones de miles de millones de dólares en los principales países expulsores de personas; recursos que han sido boicoteados por los republicanos.
Armada de su experiencia como soldadera de la clase media, fiscal, senadora y vicepresidenta, Kamala es ahora la protagonista de la principal pelea de su vida política en busca de hacer historia derrotando a Donald Trump, una figura que encarna la antítesis de los valores de inclusividad, tolerancia y respeto que han impulsado la vida pública de la ex trabajadora estudiantil de un McDonald’s.