Caía la tarde del 25 de marzo, cuando Obdulia habló con Alejandro: “Con cuidado”, le dijo a su hijo de 35 años, quien se alistaba para empezar su jornada laboral en el puente Francis Scott Key de Baltimore.
En punto de las 21:00 horas el oriundo de Veracruz, y otros siete compañeros de la empresa Brawner Builder, comenzaron los trabajos de bacheo del suelo asfáltico del viaducto. La noche transcurrió y en la primera hora de la madrugada tomaron su habitual break de 30 minutos, sin imaginarse que mientras ellos descansaban las autoridades se preparaban para una tragedia.
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El llamado que nunca llegó
“Se aproxima un barco, acaba de perder el rumbo. Hasta que se encuentre bajo control, tenemos que contener el tráfico”, se emitió a las 01:28 horas en las radios de la Policía de Maryland luego de que la tripulación del portacargas “Dalí” reportó fallas en la navegación.
El reporte movilizó a las autoridades del estado y en cuestión de minutos elementos de tránsito se desplegaron en el lado norte y sur del Francis Scott Key para detener a quienes quisieran atravesarlo.
“Hay que asegurarse de que nadie esté en el puente, no sé si hay un equipo de trabajo ahí. Hay que notificar al capataz para ver si podemos evacuarlos temporalmente”, se indicó desde el despacho de la Policía de Transporte. Pero el tiempo se agotó justo cuando los oficiales se disponían a dar aviso a los ocho trabajadores de Brawner Builders.
“El puente se cayó por completo. El puente acaba de colapsar”, alertó la policía en punto de las 01:30 horas del 26 de marzo.
Antes y después del Francis Scott Key
Era común entre los trabajadores nocturnos de Brawner Builders pasar sus descansos dentro de los vehículos donde se transportaban: algunos para beber un poco de agua, alimentarse o simplemente tomar una breve siesta antes de continuar la jornada hasta las 05:00 horas del día siguiente.
Alejandro Hernández no fue la excepción y tras cuatro horas de trabajo se subió a una camioneta tipo pickup color rojo, en donde también reposaba su compañero Dorian Castillo Cabrera, oriundo de Guatemala. Esto mientras la policía de Maryland detenía el tráfico ante el avecinamiento a toda velocidad del “Dalí”.
Pero ni Alejandro, Dorian o sus otros seis compañeros recibieron la alerta de peligro de las autoridades. Los ocho cayeron al vacío desde una altura de 50 metros al Río Patapsco— cuya temperatura oscilaba entre los 8° Celsius— junto a los escombros metálicos y restos de asfalto del que fuera el puente más importante de la Zona Metropolitana de Baltimore.
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Las víctimas desconocidas
La incertidumbre por posibles víctimas mortales invadió a la opinión pública conforme el amanecer revelaba la verdadera magnitud del accidente: fragmentos del puente hundidos, el portacargas totalmente detenido y algunas unidades marítimas de la Guardia Costera recorriendo la zona.
Y mientras los reportes en medios referían que “varios vehículos” circulaban por el puente al momento de su colapso, familiares, conocidos y amigos de los ocho trabajadores aguardaban preocupados por información de ellos.
“Pasaron las horas y no nos daban noticias”, relató a Telemundo 44 la madre de Alejandro, Obdulia Fuentes.
Hace dos décadas Alejandro Hernández Fuentes salió de su natal Veracruz y viajó a los Estados Unidos (EU) en busca del anhelado “sueño americano”; encontrando así una oportunidad en el estado de Maryland, en la cuna del equipo de NFL de los Ravens de Baltimore.
El veracruzano era padre de cuatro hijos nacidos en México a cuya madre— su esposa— apoyaba económicamente con el sueldo que recibía como trabajador de mantenimiento de carreteras en Brawner Builders: “Una de las ocupaciones más peligrosas en Estados Unidos”, en palabras de la propia compañía.
Sin embargo, la tragedia que le quitó la vida a Alejandro fue un completo imprevisto para la empresa: “Algo que no imaginamos que pasaría”, afirmó en un comunicado.
A la mañana siguiente de la tragedia, la Guardia Costera encontró el cuerpo del mexicano y de Dorian Castillo, hundidos a 8 metros de profundidad dentro del vehículo en el cual habrían tomado su descanso. Su rescate representó un riesgo para los buzos y rescatistas debido a las impredecibles corrientes del Patapsco, la temperatura del mismo y los enormes restos metálicos que reposan sobre el agua.
“Sus familiares fueron notificados en persona por personal de la Policía de Maryland”, dijo Roland Butler, superintendente de la Policía Estatal, negando la posibilidad de hallar a los otros migrantes desaparecidos con vida. “Creemos firmemente que los demás vehículos están atrapados en la superestructura que vimos caer”.
De ese modo fue que Obdulia Fuentes supo de la muerte de su hijo tras horas de incertidumbre. La noticia la dejó sin habla, en shock y “con un profundo dolor en el corazón”: “Quisiera verlo, abrazarlo, decirle que lo quiero. (...) No sabía qué pensar. Quería morir también”, dijo ante las cámaras de Telemundo.
El milagro
Alejandro permaneció en calidad de “desaparecido” hasta la mañana del 27 de marzo, día en el que las autoridades estadounidenses arrancaron con el operativo de rescate de cuerpos tras destinar 18 horas del día anterior a la búsqueda de los que fueron los únicos dos supervivientes.
“Mi esposo no sabía nadar. Es un milagro que haya sobrevivido”, declaró la esposa del mexicano Julio Cervantes, a quien la Guardia Costera rescató el 26 de marzo en un intento por nadar a la orilla del río.
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Pese a la gravedad de la tragedia, el oriundo de Michoacán— según confirmó la cancillería mexicana— fue trasladado al hospital con una herida en el pecho. Pero sus lesiones no representaron un riesgo para su vida, por lo que el personal médico lo dio de alta ese mismo día.
Julio pudo reencontrarse con su esposa tras la tragedia. Sin embargo la familia continúa atenta a los reportes policíacos por la desaparición del tercer mexicano involucrado, a quien la cónyuge señaló de ser su primo; y a Alejandro Hernández como su cuñado.
“No hemos podido dormir esperando noticias sobre si van a encontrar a algún familiar”, comentó a NBC News.
ASG