Los últimos meses de María Ángela han pasado entre juegos inocentes, riesgo y persecución.
El amor y cuidado de sus padres le han ayudado a soportar la travesía que inició hace unos meses, cuando la familia decidió salir de Venezuela con el propósito de llegar a Estados Unidos huyendo de la crisis económica.
“Tengo seis (años) y entonces yo caminaba mucho en la selva, mi papá me ayudó como a caminar y llegué hasta aquí, agarré una un taxi que me llevó aquí.
"Hicimos una casita pa dormir porque pues no teníamos donde dormir”, contó María Ángeles mientras veía el doble alambrado colocado por la Guardia Nacional de Texas junto al Río Bravo en los límites entre Ciudad Juárez, Chihuahua y El Paso, Texas.
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María Ángela atravesó la selva del Darién. En suelo mexicano viajó en el techo de los vagones de carga; durante cuatro días en Chiapas fue secuestrada, junto a su madre quien está embarazada; y debió escapar de los agentes de Migración, quienes trataron de asegurarlas para impedir su avance a la frontera norte de México.
“Nos bajamos a correr del bus ese que nos llevaba, nos había agarrado Migración, y yo entonces salí corriendo más rápido, ayudé a mi mamá.
"Es que yo tengo un hermanito, está en la barriga de mi mamá y yo voy ayudar a mi hermanito… pero cuando sea grande lo voy ayudar a correr porque, y yo antes lo voy a cargar y ayudar a correr por Migración”, contó la niña al recordar parte de su viaje.
Como decenas de migrantes, María Ángela y su madre están varadas en la frontera de Juárez, Chihuahua. La militarización de la zona aledaña al Río Bravo, por donde las personas buscan entrar irregularmente al país del norte, les ha impedido avanzar.
El papá de la niña logró evadir el cerco de púas y a los soldados, hace unos días ingresó a Estados Unidos y pudo tomar un vuelo a su destino.
El año pasado, el Instituto Nacional de Migración (INM) aseguró a 113 mil 660 niños, niñas y adolescentes no acompañados que estaban en situación de movilidad, casi un 80 por ciento de ellos estaban en el rango de los cero a los 11 años.
En el primer bimestre de este año, el INM ha asegurado a más de 27 mil menores.
“Lo que hice yo, lo hice por el amor de Dios. Dios me ayudó como a arrancar de Migración, cruzamos a Migración”, dijo María Ángela.
En su éxodo los niños y niñas sufren robos, secuestro, maltrato de las autoridades y no reciben alimento necesario ni están en el ambiente idóneo para su desarrollo.
“Ha sido muy duro porque nos han regresado, nos han tratado mal, ha sido fuerte, más que todo para la niña; nos secuestraron, hemos sacado dinero de donde no tenemos para poder llegar acá”, señaló Mairelis Milagro Valero, mamá de María Ángela.
“Obviamente los cambios de clima, los cambios en la comida no han sido fáciles, pero como todo aquí esta mamá para él… el niño me dice mamá “quiero volver a mi casa, quiero ver televisión, extraño, no ha sido fácil”, expresó Jocelyn Bravo al hablar de su hijo de tres años y sin poder contener las lágrimas.
Por miedo a que los niños se queden atorados en el alambrado de púas, que ha sido colocado de forma paralela al Río Bravo a lo largo de varios kilómetros, algunos de los padres no se atreven a colocar cobijas y ropa o a tratar de meterse en los huecos que tiene la valla. Están esperando a que las autoridades estadunidenses estatales les tiendan la mano.
“Traemos niños sufriendo con frío, con hambre y luego se nos enferman acá con tanto mosco, con agua sucia y cualquier contaminación”, contó René Varaona quien junto a decenas de familias se encuentra varado junto al Río Bravo pues el alambrado de púas no les permite ingresar a Estados Unidos.
El colectivo “Ángeles Mensajeros”, que en varias ocasiones ha llevado alimento, agua, ropa y algunos juguetes a los niños que aguardan en improvisadas casas de campaña junto al bordo del Río Bravo esperando junto a sus padres un descuido de los soldados del Estado de Texas para ingresar irregularmente a Estados Unidos, ha tenido conocimiento de las condiciones de riesgo en que se encuentran los menores y de las enfermedades que presentan algunos niños y niñas por exponerse a las altas temperaturas, por no alimentarse correctamente y por pernoctar junto al Río Bravo.
“Muchos de estos niños y niñas hoy están entre la espada y la pared, entre los delincuentes de Chihuahua que los están atosigando para secuestrar a sus padres y sacar el dinero que ellos no tienen y se topan con la pared de la indiferencia de los Estados Unidos…muchos niños están presentando cuadros de enfermedad por estar durmiendo junto a las aguas sucias”, dijo Carlos Mayorga coordinador de Ángeles Mensajeros.
María Ángela recibió del colectivo “Ángeles Mensajeros” un osito de peluche y una corona de princesa, con eso pasa horas jugando y también juega con los otros niños que llegan a esa zona desértica; la presencia de los militares y de algunos animales, como víboras que han encontrado los hombres del campamento, no le impiden tener algo de diversión.
Además, la pequeña mantiene la fe que podrá alcanzar a su padre e incluso memoriza qué debe hacer si se da la oportunidad de entrar por un hueco.
“Le dijimos a Dios que nos abra la puerta, y entonces a los que me dijeron, mi papá me dijo, que corra.
Mi mamá va a tener que correr ella, va a tener que correr sola, que pase mi mamá primero y luego paso yo y salgo corriendo y paso por debajo de un huequito… salgo corriendo porque tengo que ayudar a mi mamá porque hay muchas camionetas, hay Migración de Estados Unidos”, dijo.
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HCM