El 14 de mayo pasado, Payton S. Gendrop, un estadunidense blanco de 18 años, condujo 300 kilómetros hasta la ciudad de Buffalo, estado de Nueva York, y disparando al azar mató a diez personas e hirió a tres, todas negras. El 3 de agosto de 2019, Patrick Wood Crusius, un estadounidense blanco de 21 años, manejó 10 horas hasta El Paso, Texas, asesinó a 23 e hirió a otros 23 individuos de nacionalidad u origen mexicano.
Estos dos crímenes están ligados porque fueron cometidos bajo la teoría de la conspiración del gran reemplazo, según la cual existe un complot mundial de las élites para eliminar a la población blanca. Pero lo que alarma más a las autoridades de ese país es que la inspiración de los atacantes no es doméstica, sino internacional: ambos dejaron largos manifiestos en los que citan e incluso plagian el que a su vez redactó Brenton Tarrant, el australiano blanco de 28 años que el 15 de marzo de 2019 balaceó a los asistentes a dos mezquitas de Christchurch, Nueva Zelanda, con saldo de 51 muertos y 40 heridos.
Tanto Tarrant como Gendrop, además, coinciden en reivindicar en sus textos las ideas y la matanza cometida por Anders Behring Breivik el 22 de julio de 2011, en Utøya, Noruega, una isla en la que adolescentes del Partido Laborista tenían un campamento de verano, y que él recorrió por más de una hora asesinándolos uno a uno, con la ventaja de que en el lugar no había más armas que las suyas. Mató a 77 personas e hirió a 319.
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El informe Atentados terroristas motivados por la xenofobia, el racismo y otras formas de intolerancia o cometidos en nombre de la religión o las creencias, el cual fue discutido hace unos días en la sesión del Consejo de Seguridad de la ONU, sostiene que los ataques descritos son en su mayor parte "motivados por la ideología de la ‘ultraderecha’ o ‘extrema derecha’, ya que la amenaza transnacional que suponen las personas y grupos que recurren a esa forma nueva y emergente de terrorismo concreta ha cobrado fuerza”.
El reporte del secretario general de la ONU, el portugués António Guterres, señala que, hasta ahora, la atención se concentraba en los grupos extremistas musulmanes como Al Qaeda y Estado Islámico. Pero la creciente actividad transnacional violenta, facilitada por las plataformas de internet, está generando un debate sobre la necesidad de crear instrumentos específicos que faciliten la colaboración de países y organismos multilaterales para enfrentarla.
El Comité contra el Terrorismo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas detectó un aumento de 320% en ataques cometidos bajo banderas de ultraderecha entre 2014 y 2018. Indicó también la creciente frecuencia y la alta letalidad de estas agresiones.
Además, preocupa que para realizar muchos de estos ataques no fue necesario contar con líderes, estructuras de apoyo ni gran financiamiento, y fueron perpetrados por individuos (llamados lobos solitarios) o grupos minúsculos, lo que hace mucho más difícil detectar planes sangrientos y prevenirlos. En varias ocasiones, los agresores actuaron al sentirse inspirados por atentados cometidos a miles de kilómetros de sus lugares de residencia, por personas a las que nunca conocieron, así como por las narrativas que dejaron sembradas.
La inquietud es tal que este informe no fue una iniciativa del secretario general sino realizado por su oficina a solicitud de diversos estados miembro de la ONU, que consideran que la violencia ultraderechista ha dejado de ser un problema doméstico, atendible por fuerzas locales, pues la ven como la forma de terrorismo internacional de más rápido crecimiento.
En general, dice el documento, distintas agencias de la ONU han confirmado el “incremento de la xenofobia, el racismo, la intolerancia, la misoginia violenta, el antisemitismo y el odio antimusulmán en todo el mundo”.
Terrorismo XRIRB
En general, dice el documento, distintas agencias de la ONU han confirmado el “incremento de la xenofobia, el racismo, la intolerancia, la misoginia violenta, el antisemitismo y el odio antimusulmán en todo el mundo”.
Una de las dificultades para la colaboración internacional, advierte el reporte, es que cada país tiene definiciones legales y terminologías distintas para este problema, como “extremismo violento”, “terrorismo de derecha” o “terrorismo motivado racial y étnicamente”.
La solución mínima, por el momento, en lenguaje de la ONU, parece una palabra en algún lenguaje extraterrestre: atentados terroristas XRIRB, por “xenofobia, racismo y otras formas de intolerancia o cometidos en nombre de la religión o las creencias”.
El informe señala, en todo caso, que las diferencias en la categorización pueden inhibir la asistencia legal mutua, las solicitudes de un país a otro para congelar los activos de un grupo violento y el intercambio de información.
Otro riesgo indicado es que introducir una definición sub-inclusiva puede legalizar actividades peligrosas, en tanto que una sobre-inclusiva puede criminalizar comportamientos que están protegidos por la ley internacional humanitaria.
Este punto fue recogido en la sesión del Consejo de Seguridad de la ONU del 15 de diciembre, por el embajador mexicano Juan Ramón de la Fuente, quien insistió en la necesidad prioritaria de una convención sobre terrorismo internacional que genere certidumbre y les ponga fin a las definiciones unilaterales.
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Impacto del covid-19
El informe señala que la pandemia ha hecho que “las personas sean más susceptibles a la radicalización” porque “ha agudizado las fragilidades y desigualdades profundas”, por “el aislamiento social” y por “una mayor presencia en línea”.
Gracias a las plataformas de internet, los extremistas han podido crear “nuevas redes, ampliar su alcance e influencia mediante el intercambio de grandes volúmenes de materiales y recursos, reclutar a nuevos partidarios y movilizar a los existentes, recaudar fondos a nivel transnacional, difundir teorías conspirativas e incitar a la violencia”.
Además, el uso de manifiestos para describir ideología, motivación y tácticas de los atentados, así como la transmisión en directo de los ataques (el de Christchurch por Facebook y el de Buffalo por Twitch), “son otros indicios del afán por atraer publicidad internacional e inspirar acciones similares a escala mundial”.
El informe de la ONU alerta que los ataques motivados por la ideología 'de ultraderecha' o 'de extrema derecha' también tienden a demostrar intolerancia en relación con la orientación sexual y la identidad de género.
“La misoginia suele estar presente en los argumentos aducidos para justificar los ataques lanzados por esas personas o grupos, lo que pone de relieve la intersección del extremismo y la violencia de género. Esos argumentos se caracterizan por una masculinidad violenta y se solapan con las teorías conspirativas, vinculando el feminismo al supuesto declive de la familia y el descenso de la tasa de natalidad en determinadas partes del mundo”, subraya.
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