En el primer día del Ramadán, Ibrahim Hassouna, solo entre las tumbas de sus seres queridos en un cementerio de Gaza, escuchó un mensaje de voz que su madre le dejó antes de morir por la ofensiva militar israelí contra el territorio palestino.
El mes sagrado musulmán de este año, normalmente un tiempo de devoción religiosa y alegres comidas familiares tras el ayuno de cada día, no pudo sacar a Hassouna de su profundo dolor por la pérdida de su madre, su padre, sus hermanos y sus familias en la guerra.
Escuchar la voz de su madre en el teléfono le resultaba agridulce, pues le traía recuerdos de cómo solía preocuparse por él sin cesar.
"Si me ausentaba una, dos o tres horas, ella me llamaba, a pesar de que tengo 30 años", dijo entre lágrimas mientras se arrodillaba junto a su tumba. Era conocida como Um Karam, o madre de Karam, por su hijo mayor.
Así convivía con su familia:
"Ahora nadie preguntará por mí. Nadie me consolará. Nadie se preocupará por mí. Nadie se preocupará por Ibrahim como mi madre se preocupaba por mí", dijo Hassouna, que lleva tatuada en el interior de la muñeca la palabra árabe ummi, o mi madre.
Una foto en su teléfono mostraba a madre e hijo sonriendo, con las cabezas muy juntas. Ella llevaba un vestido azul y un pañuelo beige en la cabeza.
Así la vida de palestinos por la guerra:
El mensaje de voz era el típico de ella: "Ibrahim, amor mío, quiero saber cómo estás, llevo llamándote desde ayer pero no me has contestado, ¿qué pasa?".
Hassouna rezaba entre las tumbas, con las manos extendidas hacia delante y las palmas hacia arriba. Llevaba cuentas de oración con los colores negro, blanco, rojo y verde de la bandera palestina.
"La tumba de al lado es la de mi padre. La tumba detrás de mí es la de mi hermano Mohammed. Y esta tumba de al lado es la de Karam y su familia", lamentó.
SNGZ