Palmira, el patrimonio devastado por el Estado Islámico

La ciudad fue en el pasado uno de los centros más importantes del mundo para el intercambio de mercancías.

El famoso “León de Alat”, descubierto en 1977, fue destruido el 3 de julio de 2015 por los yihadistas.
La Aldea
DPA /

Palmira era hace casi 2 mil años una ciudad vibrante. Comerciantes, soldados y viajeros se desplazaban desde todas las regiones del Imperio Romano hacia esa magnífica localidad en el desierto. Frente a sus puertas acampaban caravanas de camellos que traían incienso, especias, perlas y seda desde Persia y la India. Las mujeres no ocultaban sus caras con velos.

Palmira se caracterizó por su diversidad multicultural. Cada tribu tenía su propio santuario tradicional. El Templo de Bel fue consagrado en el año 32 después de Cristo. Los habitantes de Palmira "estaban orgullosos de haberse convertido en auténticos romanos que aun así seguían siendo fieles a sí mismos", escribió el historiador francés Paul Veyne en su libro Palmira, un tesoro irremplazable.

En mayo de 2015, el grupo terrorista Estado Islámico (EI) ocupó Palmira, dinamitó el Templo de Bel, así como el de Baal Shamin y destruyó las torres funerarias, únicas en el mundo, el famoso Arco del Triunfo y varias columnatas. La población también fue víctima de la barbarie. El EI ejecutó a muchas personas en el antiguo anfiteatro y decapitó a Jaled Asaad, el principal arqueólogo de Palmira, de 81 años. Veyne, uno de los historiadores de la antigüedad más prestigiosos de Francia, dedicó su libro a Asad.

Diez meses después, el Ejército sirio ha expulsado a los fanáticos islamistas de Palmira, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Aún no está claro si el invaluable yacimiento arqueológico sufrió daños adicionales durante los combates entre las tropas sirias y la milicia terrorista. La Unesco anunció su intención de evaluar lo antes posible los daños ocasionados por la guerra.

Es probable que pronto empiece la discusión sobre si conviene reconstruir los monumentos antiguos destruidos. El historiador de arte alemán Horst Bredekamp ya ha exigido una reproducción de los monumentos una vez que el EI haya sido totalmente expulsado de Palmira. "El arte de la reproducción debería triunfar sobre las destrucciones ocasionadas por los terroristas", afirmó Bredekamp, profesor de la Universidad Humboldt en Berlín.

Veyne, el historiador francés, no exige una reconstrucción, sino que con libro consigue que la ciudad, todo un símbolo de la tolerancia multicultural, resucite en la mente del lector. Por esta razón, su libro, de 127 páginas, el Estado Islámico prácticamente no aparece. Solo en dos ocasiones hace referencia a los bárbaros del siglo XXI.

El "mosaico cultural" de Palmira encarna todo lo que el EI odia, sobre todo el diálogo entre las culturas. En esta ciudad del desierto confluían la antigua Mesopotamia, la Siria aramea, Fenicia, Persia y el mundo árabe, todo ello enmarcado por la cultura griega y la política romana.

Veyne guía al lector por el pasado de Palmira con sus banquetes orientales, las casas señoriales son sus pisos de mosaico, la veneración de 50 dioses, desde Bel hasta Isis, las estatuas de bronce y los pocos magnates ricos que manejaban el negocio de las caravanas. Por otra parte, la vida en la antigua Palmira era cara, el agua costaba un dineral y los campesinos asentados fuera de la ciudad vivían en condiciones miserables.

Hasta el día de hoy, Palmira ha fascinado e influido en poetas, artistas y arquitectos. Veyne escribió su libro para exorcizar la furia destructiva del los yihadistas del siglo XXI. Su conclusión es esta: "Quien solo conoce una cultura, la suya, y solo quiere conocer esta se condena a sí mismo a vivir bajo una campana de cristal".

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