El papa Francisco aceptó la renuncia del cardenal Ricardo Ezzati, arzobispo de Santiago de Chile, involucrado en varios escándalos de abuso sexual y encubrimiento, y nombró a un sustituto temporal para gobernar la arquidiócesis más importante del país sudamericano.
El Papa nombró como reemplazo temporal del prelado al actual obispo de Copiapó, monseñor Celestino Aos Braco, un fraile capuchino nacido en España.
Ezzati ha sido una de las figuras más controvertidas de la Iglesia católica chilena y la aceptación de su renuncia generó reacciones rápidamente.
“A Mons. Aos le deseo lo mejor en su gestión administrando el desastre que es Santiago. Q una al clero y colabore con la justicia. Cualquier cosa mejor q Ezzati y su banda q ojalá responda ante la justicia chilena antes de escapar del país”, tuiteó Juan Carlos Cruz, una de las víctimas públicas de Karadima, el rostro más conocido de la pederastia de la Iglesia chilena y expulsado por Francisco en septiembre de la Iglesia.
Ezzati, de 77 años, presentó su dimisión hace dos años, cuando alcanzó la edad de jubilación obligatoria de 75 años, pero Francisco lo mantuvo en su cargo. El prelado, sin embargo, se volvió el foco de la ira de las víctimas de abuso por haber manejado mal varios casos.
El propio Francisco fue alcanzado por el escándalo después de desacreditar inicialmente a las víctimas durante su viaje a Chile en 2018, lo que desató una crisis de confianza en la jerarquía chilena y en su propio liderazgo.
Después de darse cuenta de su error, el Papa convocó en mayo al Vaticano a todos los más de 30 obispos activos de Chile y les pidió sus renuncias. Hasta la fecha ha aceptado menos de 10 de ellas.
El anuncio del Vaticano se produjo un día después de que un tribunal de apelaciones en Chile permitiera a los fiscales continuar investigando a Ezzati por un supuesto encubrimiento, rechazando su solicitud de que se desestime el caso y sea retirado de la investigación, informaron los medios de comunicación locales.
Las víctimas chilenas de abusos han acusado desde hace mucho tiempo a Ezzati y a su predecesor en Santiago, el cardenal Javier Errázuriz, de proteger a los sacerdotes depredadores y desacreditar a las víctimas.
En las últimas semanas, Ezzati se vio envuelto en un nuevo escándalo después de que un hombre lo demandó por supuestamente encubrir su violación dentro de la catedral.
Estaba previsto que Ezzati comparezca la semana próxima ante la fiscalía a declarar como parte de la investigación al sacerdote Tito Rivera, acusado de haber violado a una persona dentro de la catedral, algo presuntamente encubierto por Ezzati.
El escándalo de Chile estalló por primera vez en 2009 cuando las víctimas acusaron públicamente a uno de los predicadores más prominentes del país, el sacerdote Fernando Karadima, de abusar de ellos durante años. Errázuriz inicialmente suspendió una investigación, pero luego el Vaticano finalmente condenó a Karadima en un tribunal eclesiástico.
En medio de la nueva erupción del escándalo del año pasado, Francisco endureció el castigo contra Karadima y lo expulsó.
Francisco había desencadenado la crisis al defender fuertemente a uno de los protegidos de Karadima, el obispo Juan Barros, ante las denuncias de que había sido testigo de los abusos de Karadima y de que los había desatendido.
Después de darse cuenta de que algo andaba mal, Francisco ordenó una investigación del Vaticano que descubrió décadas de abuso y encubrimiento por parte de los líderes de la Iglesia chilena, entre ellos Barros y Ezzati.
Los encuestadores han citado el escándalo de Karadima como el punto de inflexión en la progresiva pérdida de credibilidad de la Iglesia chilena.
Ezzati ha negado haber encubierto algún caso, pero ha reconocido el dolor de las víctimas y se ha comprometido a promover la transparencia.
También tiene pendiente una investigación fiscal por casos de pederastia confesados por el ex canciller de la arquidiócesis de Santiago, Óscar Muñoz, denunciado también por violación.
AA