Durante la misa por el Domingo de la Misericordia, el papa Francisco pidió a los fieles no vivir "una fe a medias" y ayudar a los demás pues asistir y compartir "no es comunismo, es cristianismo en estado puro".
En su homilía, el pontífice habló de la aparición de Jesús de Nazaret resucitado ante sus discípulos desanimados por la muerte del maestro y atemorizados por la persecución, una presencia que cambió sus vidas y les hizo compartir todo.
"Sólo si acogemos el amor de Dios podremos dar algo nuevo al mundo. Lo vemos en la primera Lectura. Los Hechos de los Apóstoles relatan que 'nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían en común'. No es comunismo, es cristianismo en estado puro", subrayó el papa.
"Es mucho más sorprendente si pensamos que esos mismos discípulos poco tiempo antes habían discutido sobre recompensas y honores, sobre quién era el más grande entre ellos", manifestó.
Francisco explicó que los discípulos adoptaron la misericordia y se entregaron a los demás al haber sentido lo mismo por su maestro, que perdonaba sus dudas.
"Vieron en los demás la misma misericordia que había transformado sus vidas. Descubrieron que tenían en común la misión, el perdón y el Cuerpo de Jesús; compartir los bienes terrenos resultó una consecuencia natural", afirmó.
- Te recomendamos Papa Francisco pide compartir vacunas anticovid y silenciar clamor de las armas Internacional
En su homilía, basada en la exigencia de misericordia para los cristianos, Francisco invitó a los fieles a pensar si se "inclinan ante las heridas de los demás", los problemas del prójimo.
"No permanezcamos indiferentes. No vivamos una fe a medias, que recibe pero no da, que acoge el don pero no se hace don (...) Porque si el amor termina en nosotros mismos, la fe se seca en un intimismo estéril. Sin los otros se vuelve desencarnada. Sin las obras de misericordia muere", instó.
En la misa, celebrada en la iglesia de Santo Spirito in Sassia, a pocos metros de la plaza de San Pedro, participaron unas 80 personas vinculadas con las obras de misericordia, con distancias entre sí y con mascarillas para evitar contagios de coronavirus.
Entre los asistentes había una familia de migrantes de Argentina, jóvenes refugiados sirios, nigerianos y egipcios, voluntarios de Cáritas, un grupo de detenidos, algunos enfermeros, discapacitados y religiosas de las Hermanas Hospitalarias de la Misericordia, entre otros.
Francisco ofició así la misa por el Domingo de la Misericordia una semana después de Pascua, instituida por Juan Pablo II en 1992 siguiendo las visiones de la monja y santa polaca sor Faustina Kowalska, quien aseguró que así se lo había pedido Jesucristo.
IR