Juan Salazar, un piloto colombiano, ha pasado de combatir a la poderosa guerrilla de las FARC en su país a vender pan en Panamá que él mismo hace desde su casa para enfrentar la crisis económica por el nuevo coronavirus.
Salazar, quien a sus tres años ya sabía que quería ser piloto del ejército colombiano, aún recuerda la guerra y los momentos donde tuvo que transportar en avión a los ex presidentes Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos.
Pero ahora, a sus 40 años y con dos hijas, ha visto suspendido temporalmente su contrato en la aerolínea comercial panameña para la que trabaja.
"Con la pandemia yo me estaba enloqueciendo en la casa sin hacer absolutamente nada, el estar acá quieto me ponía enojado, me frustraba, no sabía qué hacer", relata Salazar.
Pese a la incertidumbre, Salazar no se vino abajo y decidió cambiar temporalmente su profesión de piloto por la de panadero, en la que no tenía ninguna experiencia.
Con la ayuda de su esposa Diana Carolina Montero y un pequeño horno, Salazar elabora pandebono, un panecillo con mezcla de queso y almidón crujiente por fuera y suave por dentro.
Según cuenta, en un día ha llegado a vender, a través de pedidos por redes sociales, hasta 46 libras en Ciudad de Panamá.
"La pandemia me ha enseñado a no dejar de creer que puedes hacer otra cosa", dice Salazar. Sin embargo, pese al éxito de las ventas, advierte: "Puede que sea un negocio espectacular, pero lo que yo realmente quiero es volar".
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De futbolista a lechero por covid-19
En El Salvador, Carlos Aparicio, de 34 años, estaba acostumbrado como futbolista a saltarse las defensas rivales. Hasta ahora, se había ganado la vida como jugador de FAS, Alianza, Chalatenango y Sonsonate. Pero el virus ha suspendido la competición.
Para salir adelante, Aparicio creó junto a su esposa, Danella, un pequeño negocio para vender lácteos, miel y chocolate.
Daniella, publicista afectada también por la crisis, se encarga de obtener el producto y Carlos de hacer las entregas a domicilio.
"Es una rutina totalmente diferente, porque uno está acostumbrado a vivir en la cancha todo el tiempo, pero la pandemia nos impuso un nuevo destino y ahora hago delivery (entrega) a la puerta de las casas", relata Aparicio.
La pareja, con tres hijos a su cargo, confiesa que al principio tuvieron que vencer el miedo a salir por el temor a enfermarse. Pero ahora, para estar más seguros en sus entregas utilizan mascarillas, guantes y desinfectantes como medida de bioseguridad.
Pese a las dudas iniciales, Danella lo tiene claro: "Es una experiencia muy intensa, pero comenzamos la pandemia endeudados, ahora vivimos en calma dentro del caos, porque al final del día tenemos alimentos, pagamos los colegios de nuestros hijos y podemos pagar los recibos".
bgpa