Abiy Ahmed, lejos de terminar su tarea en Etiopía

Expertos consideran que aún hay mucho que hacer para conseguir la paz en Etiopía que se ha visto amenazada por diferentes factores.

Abiy Ahmed, ganador del Premio Nobel de la Paz. (AFP)
Editorial Milenio
Nairobi /

La Academia noruega reconoció al primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, con el Premio Nobel de la Paz 2019 por "sus esfuerzos por lograr la paz y la cooperación internacional", pero el exitoso nuevo líder etíope tiene por delante un gran reto en las tensiones entre los diversos grupos étnicos por territorio y poder.

Abiy Ahmed insiste en el concepto de Medemer, una palabra amárica -la principal lengua del país- para hablar de una convivencia y una unidad que están lejos de la realidad, pues Etiopía sigue atravesando una grave crisis debido a la existencia de decenas de grupos étnicos, disputas de poder entre ellos y la falta de federalismo de un Estado que teóricamente lo lleva en el nombre.

"El trabajo del primer ministro Abiy Ahmed está lejos de haber terminado", consideró el secretario general de Amnistía Internacional, Kumi Naidoo, en un comunicado poco después del anuncio del galardón, que le va a reportar a este líder, de orígenes humildes y que creció durmiendo en el suelo.

"Este premio tiene que empujarlo y motivarlo a enfrentar los desafíos pendientes de derechos humanos que amenazan con revertir los logros conseguidos hasta ahora", consideró Naidoo.

Entre ellos, las tensiones entre diferentes etnias, que, sumadas a aspiraciones de poder, han hecho que Etiopía figure en 2018 como el país con más desplazados internos del mundo.

El año pasado, en abril, miles de centenares de gedeos (uno de estos grupos) huyeron del territorio de West Guji, en la región de Oromía, en el sur del país, después de que surgieran disputas entre las dos etnias por acusaciones y reclamaciones por tener más poder en el Gobierno federal.

Abiy acababa de jurar el cargo de primer ministro, y prometía acabar con el puño de hierro que su predecesor, Hailemariam Desalegn, tenía contra todo alegato de nacionalismo, por lo que los primeros intentos fueron los de colaborar con agencias humanitarias y dar asistencia a los desplazados.

"Desafortunadamente, justo cuando la respuesta a la crisis de desplazamiento estaba ganando impulso, el Gobierno comenzó a presionar para realizar retornos forzosos", explica Refugees International en un informe.

En junio, apenas en dos días y a golpe de megáfono, se echaron abajo los campos de desplazados donde se encontraban los gedeos y les quisieron enviar de vuelta a West Guji. También se ordenó a los organismos humanitarios que estaban dando asistencia que abandonasen la zona.

El Gobierno de Abiy había lanzado su plan de "retorno voluntario". Y esto se repitió a lo largo del año pasado en varias ocasiones.

Esta es una de las crisis que ha provocado que alrededor de 2.3 millones de etíopes sean desplazados internos en su propio país, y 1.7 millones hayan huido de él, según las cifras del Consejo Noruego de Refugiados (NRC).

El secretario general del NRC, Jan Egeland, considera que Abiy debe "ser valiente" para resolver las tensiones latentes y acabar "con las miserias y el sufrimiento de millones de desplazados".

Etiopía es, sobre el papel, un Estado "etnofederalista", que reconoce la igualdad de todos los grupos étnicos que en él viven. En la realidad, todo intento de autonomía ha sido reprimido y grupos independentistas o regionalistas han sido considerados terroristas.

La llegada de Abiy al poder, un joven que procedía de Oromía -la región donde vive el mayor grupo étnico-, y cuya madre era amara -el segundo grupo étnico-, trajo la esperanza de que fuese a poner fin a años de protestas de estas dos regiones contra la minoría tigriña gobernante entonces.

Abiy firmó acuerdos con los principales grupos opositores de estas regiones y prometió un reparto de poder más equitativo y elecciones libres para 2020.

Sin embargo, un intento de golpe de Estado el pasado 22 de junio coordinado en la capital del estado de Amara, Bahir Dar, y en Adís Abeba puso en jaque las promesas del líder.

Durante la asonada, murieron por heridas de bala en Bahir Dar el presidente estatal, Ambachew Mekonnen, junto con uno de sus asesores, y un día más tarde, el fiscal general regional, Migbaru Kebede, tras no sobrevivir a una operación médica.

Mientras que en diferentes ataques en la capital del país, aparentemente relacionados con el golpe, perdieron la vida también el jefe del Estado Mayor del Ejército, Seare Mekonnen, y un segundo teniente retirado, asesinados ambos por un guardaespaldas

Dos días después, la Policía abatía al general de brigada Asaminew Tsige, supuesto cerebro del golpe, que ejercía como jefe de seguridad de la región de Amara, tras haber salido de la cárcel gracias a una amnistía en febrero de 2018, y había reclutado a un ejército para dicha intentona.

Algunos temen que la libertad que ha traído Abiy y las promesas de mayor federalismo permitan a líderes locales fortaleces sus bases de poder étnicas, mermadas por décadas de dominio tigriña.

"La paz en Etiopía está amenazada por brotes de violencia tras el proyecto de liberalización política de Abiy, que a pesar de todas sus buenas intenciones, también ha contribuido a desatar fuerzas políticas centrífugas en el país", considera el subdirector para África del Crisis Group, Dino Mahtani.

Así que, ante el anuncio del Nobel de la Paz, la mayoría de expertos coinciden: "aún le queda mucho trabajo por hacer".


RL


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