Miles de sudaneses protestaron este sábado en las calles para pedir un retorno a la vía democrática tras el golpe de Estado llevado a cabo el lunes por el general golpista Abdel Fattah al Burhan, en manifestaciones en las que hubo tres personas muertas y más de 100 heridas.
Con estos decesos, ya hay 12 fallecidos desde el lunes, cuando comenzaron las manifestaciones contra la decisión del general Burhan de disolver las instituciones de este país pobre, marcado por décadas de crisis económica y de conflictos. A los fallecidos se suman unos 300 heridos.
La ONU y Estados Unidos ya habían alertado contra el uso de la violencia en estas manifestaciones, que consideraron una prueba para ver exactamente cuáles son las intenciones de los militares.
En la capital, Jartum, y en el este del país, miles de personas dijeron "no al régimen militar" y recalcaron que "no hay marcha atrás posible" en este país que emergió en 2019 de 30 años de dictadura de Omar al Bashir, derrocado por el ejército, presionado a su vez por los ciudadanos. Pero terminar con su gobierno tuvo un alto precio: seis meses de movilización y más de 250 muertos.
Otros manifestantes ondeaban este sábado fotografías del primer ministro depuesto y en arresto domiciliario, Abdallah Hamdok.
En la ciudad de Omdurmán, situada frente a la capital, Jartum, tres manifestantes murieron tiroteados por las fuerzas de seguridad y un centenar resultó herido, anunció en Twitter un sindicato de médicos prodemocracia.
Al caer la tarde en Jartum, las fuerzas de seguridad intentaban dispersar a la multitud con gases lacrimógenos, comprobó un periodista de la AFP.
En un país dirigido casi sin interrupción por los militares en sus 65 años de independencia, la calle decidió levantarse contra el general Burhan.
Desde el lunes, muchos sudaneses declararon "desobediencia civil" y se protegen tras las barricadas de las balas reales o de goma y los gases lacrimógenos de las fuerzas de seguridad.
"Queremos un régimen civil y no aceptaremos la repartición de poder con los militares, tiene que ser 100 por ciento civil", dijo a la AFP Hashem al-Tayeb, un manifestante en el sur de Jartum.
"El país ha tenido demasiados regímenes militares", corroboraba Hajar Yusef, otra manifestante.
Tras dos años de delicada transición, el entendimiento entre el ejército y los civiles se hizo añicos en las últimas semanas y terminó con el golpe y el arresto de la mayoría de los dirigentes civiles.
Hace nueve días, decenas de miles de sudaneses habían protestado en las calles al grito de "Burhan, deja el poder", una manifestación que probablemente precipitó la maniobra del ejército.
El general golpista asegura que no ha dado un golpe sino que ha actuado para "evitar una guerra civil" y para "rectificar el rumbo de la transición sudanesa".
"Los militares no nos dirigirán, aquí dejamos nuestro mensaje", dijo este sábado la militante prodemocracia Tahani Abbas. Para ella y muchos de los presentes, esta protesta, llamada "manifestación del millón" de personas, no es más que "un primer paso".
Tras el golpe, Estados Unidos y el Banco Mundial frenaron su ayuda, vital para un país sumido en una inflación galopante y una pobreza endémica. La Unión Africana suspendió a Sudán y el Consejo de Seguridad de la ONU exige el regreso de los civiles al poder.
Esta vez "los dirigentes militares no deben equivocarse: el mundo los mira y no tolerará más sangre", avisó Amnistía Internacional.
El sábado, nuevamente, el emisario británico Robert Fairweather exhortó a las fuerzas de seguridad sudanesas a "respetar la libertad y el derecho de expresión".
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El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, instó "a los militares a hacer gala de moderación y a no causar más víctimas".
KGE