Lo que no provocaron varios escándalos de corrupción lo ha precipitado por segunda vez la enfermedad. El primer ministro nipón Shinzo Abe dejará el cargo tras un mandato récord de avances económicos ahora amenazados por la pandemia.
La salud de Abe, de 65 años, estaba en el punto de mira desde hace semanas, tras los informes de un semanario nipón sobre un problema de salud reciente del mandatario, que en los últimos meses había reducido sus apariciones públicas a actos oficiales y cuya gestión de la pandemia de covid-19 había sido criticada internamente.
Las especulaciones se acrecentaron después de que el gobernante se sometiera el 17 de agosto a un reconocimiento médico de más de siete horas en el Hospital Universitario Keio de Tokio, el mismo centro al que acudió en 2007 antes de renunciar a su primer y breve mandato de un año, también por complicaciones de su colitis ulcerosa crónica.
Nacido el 21 de septiembre de 1954 en la prefectura de Yamaguchi, al sudoeste de Japón, Abe lleva la política en las venas.
Su abuelo fue el ambicioso e imperialista primer ministro Nobusuke Kishi, detenido como criminal de guerra tras la Segunda Guerra Mundial, aunque luego exculpado.
Su padre, Shintaro Abe, fue ministro de Asuntos Exteriores en los gobiernos del carismático Yasuhiro Nakasone en los años ochenta.
Otra figura familiar eminente es su tío abuelo y Nobel de la Paz Eisaku Sato, uno de los jefes del Ejecutivo más duraderos del país (1964-1972), y al que Abe superó para erigirse como el primer ministro más tiempo ininterrumpido en el cargo hace apenas cuatro días, cuando volvía a visitar el hospital.
Licenciado en Ciencias Políticas en 1977 por la Universidad Seikei de Tokio, Abe completó sus estudios en la Universidad del Sur de California (USC) antes de integrarse en el mundo laboral en 1979 en la siderúrgica Kobe Steel.
Tres años más tarde comenzó a implicarse en política como asesor de su padre, quien poco después asumiría la cartera de Exteriores, pero no fue hasta 1993 cuando obtuvo un escaño de diputado del Partido Liberal Democrático (PLD) por la provincia de Yamaguchi.
Esta trayectoria se consolidó en 2003 con su nombramiento como secretario general de su partido, un cargo que compaginó con el de portavoz del Gabinete de Junichiro Koizumi, al que sucedería en 2006 como primer ministro.
Con 52 años recién cumplidos, Abe se convirtió en el primer jefe del Ejecutivo de Japón nacido después de la Segunda Guerra Mundial, aunque dicho primer mandato duraría apenas un año.
En 2012, cinco años después de esa renuncia, Abe fue nombrado de nuevo presidente de su partido y en diciembre llegó a la jefatura de Gobierno.
Desde entonces, Abe se centró en una política de revitalización económica y en su estrategia "Abenomics", con la meta de sacar al país de décadas de deflación.
Durante sus años en el gobierno, el país acometió dos subidas del IVA, hasta el 10 por ciento, la más reciente el pasado octubre; y vio un cambio de era, con la abdicación en 2019 del emperador emérito Akihito y la subida al trono de su hijo, el emperador Naruhito.
La perseverancia es una de las cualidades de este político de fuertes convicciones nacionalistas que logró revalidar su mandato dos veces en menos de cinco años (2014, 2017) y que propició una modificación de los estatutos de su partido para que pudiera permanecer en el poder hasta septiembre de 2021.
Su capacidad para resistir en el poder pese a verse salpicado por varios escándalos le valieron el apodo de "Teflón Abe", pero el invicto primer ministro se ve derrocado de nuevo por la enfermedad.
Entre sus aspiraciones quedan pendientes la controvertida reforma de la Constitución pacifista del país para dar más competencias a sus fuerzas armadas, pese a ciertos avances al respecto bajo su Gobierno, así como el regreso al país de los japonesas secuestrados por Corea del Norte entre los años 70 y 80 del siglo XX.
La renuncia antes del vencimiento de su mandato en 2021 al frente del PLD y, según la ley nacional, del Gobierno, dejará a Abe fuera del cargo durante la prevista celebración de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, aplazados por la pandemia de COVID-19.
Estirpe de políticos
Abe ha estado preparado desde muy joven para ejercer el poder, marcado por la historia familiar de dos generaciones de dirigentes políticos antes que él.
La gran ambición de Abe era revisar la Constitución pacifista japonesa de 1947 y jamás enmendada desde entonces.
Como Abe ha construido su reputación sobre su firmeza ante Corea del Norte, deseaba que se admitiera constitucionalmente la existencia de un ejército nacional en lugar de las actuales "Fuerzas de autodefensa" japonesas. Y ello pese a que la Constitución estipula que Japón renuncia para siempre a la guerra.
Este conservador explicó que quiere un Japón capaz de defenderse militarmente sin arrastrar indefinidamente la carga del arrepentimiento frente a China y Corea del Sur, dos países que estuvieron ocupados por tropas niponas.
En todo caso, bajo Abe, las relaciones de Japón con Corea del Sur se han degradado considerablemente en los dos últimos años, mientras que las de China han mejorado de forma ostensible.
Por otra parte, Abe se ha adaptado a cada cambio de presidente estadounidense. Fue el primer dirigente en precipitarse a Nueva York para entrevistarse con Donald Trump, inmediatamente después de su elección a la presidencia en Estados Unidos, y comparte con él su pasión por el golf.
Al mismo tiempo, Abe ha intentado no ofender al presidente ruso Vladimir Putin, con el que le gustaría resolver el diferendo de las islas Kuriles (llamadas "Territorios del norte" por los japoneses), anexionados por la extinta Unión Soviética tras la Segunda Guerra Mundial, y jamás restituidas a Japón.
Desviar la atención
Abe, a menudo salpicado por escándalos que afectan a su entorno, ha sabido aprovechar acontecimientos externos - disparos de misiles norcoreanos, catástrofes naturales - para desviar la atención y presentarse como jefe indispensable ante la adversidad.
También se ha beneficiado de la falta de un rival de envergadura en el seno de su partido, el PLD, y de la fragilidad de la oposición, aún no recuperada de su desastroso paso por el poder entre 2009 y 2012.
La popularidad de Abe ha declinado sin embargo desde el inicio de la pandemia del coronavirus, ya que su acción fue considerada demasiado lenta y confusa.
También Abe se aferró a la esperanza de mantener los Juegos Olímpicos de Tokio en el verano boreal de 2020, que iban a ser el punto álgido de su mandato. Finalmente fueron postergados un año a causa de la pandemia, y su celebración sigue siendo incierta.
jamj