Al retirarse del histórico acuerdo que permitía las exportaciones de grano ucraniano a través del Mar Negro, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, está haciendo una apuesta que podría dañar gravemente la relación de Moscú con muchos de sus socios que se habían mantenido neutrales o incluso habían respaldado su invasión del país vecino.
En Naciones Unidas, Rusia vetó una resolución sobre la ampliación de las entregas de ayuda humanitaria a través de un paso fronterizo clave en el noroeste de Siria y respaldó el intento de la junta militar de Mali de expulsar a las fuerzas de paz del organismo, decisiones bruscas que reflejan la disposición de Moscú a aumentar las tensiones en otros lugares.
El objetivo declarado de Putin con la suspensión de la Iniciativa de Granos del Mar Negro era lograr un alivio de las sanciones occidentales a las exportaciones agrícolas rusas. Su objetivo a largo plazo podría ser erosionar la determinación occidental hacia Ucrania y conseguir más concesiones de Estados Unidos y sus aliados mientras la guerra se acerca a los 17 meses.
El Kremlin redobló sus esfuerzos para poner fin al pacto con ataques a puertos ucranianos y la declaración de que amplias zonas del Mar Negro no eran seguras para la navegación.
Pero ante la poca disposición de Occidente para ceder terreno, las acciones de Putin no solo amenazan la seguridad alimentaria mundial, sino que podrían ser contraproducentes para sus propios intereses, causando inquietud en China, tensando la relación de Moscú con Turquía, un aliado clave, y perjudicando sus lazos con las naciones africanas.
El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, que medió para alcanzar el acuerdo de grano con la ONU hace un año, ha presionado para que se prorrogue y afirmó que negociaría con Putin.
El papel de Turquía como importante socio comercial y centro logístico del comercio internacional ruso ante las sanciones occidentales refuerza la posición de Erdogan y podría permitirle arrancar concesiones al mandatario ruso, a quien llama “mi querido amigo”.
El comercio entre Turquía y Rusia casi se duplicó el año pasado, hasta los 68.200 millones de dólares, lo que alimentó las sospechas estadounidenses de que Moscú está empleando a Ankara para esquivar las sanciones occidentales. Turquía sostiene que el incremento se debe en gran medida al alza de los costos energéticos.
Su relación suele describirse como transaccional. A pesar de estar en bandos opuestos en Siria, Libia y en el conflicto que enfrenta desde hace décadas a Armenia y Azerbaiyán, los dos países han cooperado en áreas como energía, defensa, diplomacia, turismo y comercio.
Ozgur Unluhisarcikli, director del German Marshall Fund en Ankara, apuntó que la naturaleza dual de sus lazos se remonta a los sultanes y los zares.
“A veces compiten y a veces cooperan. Otras veces compiten y cooperan al mismo tiempo”, agregó.
Aunque el péndulo parece oscilar a favor de Ankara por ahora, Unluhisarcikli destacó que el Kremlin tienen algunos ases en la manga, como la cancelación de un aplazamiento en el pago del gas o la retirada del capital financiero para la central nuclear de Akkuyu que está construyendo Rusia. Moscú también podría perjudicar a Turquía restringiendo la entrada de turistas rusos, que son mayoría en el país y dejan un flujo constante de dinero.
“El grado de debilitamiento de la relación depende de cómo responda Rusia al acercamiento de Turquía a Occidente", dijo.
Algunos observadores en Moscú especulan con la posibilidad de que Rusia accediese a prorrogar el acuerdo de grano durante dos meses en mayo para ayudar a Erdogan a lograr la reelección, pero se frustró al ver su posterior giro hacia Occidente.
Erdogan respaldó el ingreso de Suecia en la OTAN a principios de mes. En otro revés a Moscú, Turquía permitió el regreso a Ucrania de varios comandantes que lideraron la defensa de Mariúpol el año pasado. Se habían rendido tras un asedio ruso de dos meses y fueron trasladados a Turquía en base a un acuerdo por el que se quedarían allí hasta que finalizase la guerra.
Kerim Has, un experto en la relación entre Turquía y Rusia asentado en Moscú, indicó que, con su reelección, Erdogan se ha envalentonado para tratar de acercarse de nuevo a Occidente, nombrando un gobierno “prooccidental” y adoptando una postura que está causando “malestar” en el Kremlin.
“Es un dilema para Putin”, afirmó Has. “Él respaldó la candidatura de Erdogan pero enfrentará una Turquía más activa y prooccidental en el próximo mandato de Erdogan".
Moscú podría tratar de presionar al líder turco desafiando sus intereses en el noroeste de Siria, donde Ankara respalda a los grupos armados de la oposición desde el inicio del conflicto. Aunque Rusia se ha unido a Irán para afianzar el gobierno del presidente Bashar Assad y Turquía apoyaba a sus enemigos, Moscú y Ankara han negociado acuerdos de alto el fuego.
Pero Rusia endureció bruscamente su postura este mes al vetar una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU respaldada por casi todos sus miembros para la continuidad de las entregas de ayuda humanitaria a las zonas controladas por la oposición a través del paso fronterizo de Bab el-Hawa con Turquía, una ayuda vital para cerca de 4,1 millones de personas en el empobrecido enclave. Moscú advirtió que, si no se aceptaba su proyecto, el paso se cerraría.
La presencia de 3,4 millones de sirios en territorio turco es una cuestión delicada para Ankara. Erdogan ha defendido su repatriación voluntaria a zonas del norte de Siria bajo control turco.
Dareen Khalifa, un destacado analista sobre Siria en el International Crisis Group, sostiene que el cambio del Kremlin fue un intento de presionar a su socio.
“Turquía se verá directamente afectada si ese mecanismo termina”, afirmó.
Otros se mostraron escépticos ante la posibilidad de que Moscú recurra a la cuestión del paso fronterizo para presionar a Ankara. “No creo que Rusia esté en condiciones de aumentar su presión sobre Turquía en Siria”, dijo Has.
En un reflejo de la postura cada vez más contundente del Kremlin, pilotos militares rusos hostigaron recientemente a aviones estadounidenses sobre Siria en incidentes que agravaron las tensiones entre Moscú y Washington. El Pentágono describió las maniobras rusas como poco profesionales e inseguras, mientras que el Kremlin trató de cambiar las tornas acusándolo de violar las normas que buscan evitar colisiones en el espacio aéreo sirio.
Coincidiendo con las duras negociaciones en la ONU y en Siria, Rusia ha estado cortejando a los países africanos con promesas de apoyo.
El Kremlin ha insistido en su disposición para suministrar grano gratis a los países pobres de África tras el final del pacto del Mar Negro y Putin iene previsto convencer a los líderes del continente en una cumbre que se celebrará en San Petersburgo a finales de mes. El vocero del Kremlin, Dmitry Peskov, dijo que la oferta de Moscú formará parte de la agenda.
El acuerdo del Mar Negro permitió a Ucrania enviar 32,9 millones de toneladas métricas de grano y otros alimentos a los mercados mundiales. De acuerdo con los datos oficiales, el 57% del grano ucraniano fue a países en desarrollo y China recibió la mayor parte, casi un 25%.
El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskyy, destacó que China era el destino de las 60 mil toneladas métricas de grano destruidas en un ataque ruso contra el puerto de Odesa el miércoles.
Putin, por su parte, acusó a Occidente de utilizar el acuerdo para “enriquecerse descaradamente” en lugar de su objetivo declarado de mitigar el hambre. A pesar de esta retórica, la decisión rusa no tendrá buena acogida entre las naciones africanas.
Mientras trataba de contener las consecuencias en esas relaciones, el Kremlin lanzó nuevos ataques sobre Odesa y otros puertos para frustrar los intentos ucranianos de continuar con los envíos. Moscú describió la ofensiva como una “venganza” por el ataque del lunes que dañó el puente Kerch, que une la anexionada península de Crimea con Rusia.
En Moscú, los más intransigentes elogiaron al presidente por la suspensión de un acuerdo que habían criticado por ser un reflejo de lo que, según consideran, es la vana esperanza del Kremlin de llegar a un compromiso con Occidente.
El comentarista Sergei Markov, partidario del Kremlin, elogió los ataques de represalia y dijo que el final del pacto era necesario desde hacía tiempo.
“La prórroga del acuerdo sobre el grano provocó una caída en la valoración del gobierno y estaba alimentando rumores sobre traición", manifestó.