U2 en Las Vegas Sphere: el futuro de los conciertos con un viaje multisensorial

La nueva sala de conciertos de U2 incluye vibraciones hápticas.

La nueva sala de conciertos de U2 incluye vibraciones hápticas.
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Mientras U2 interpreta The Fly y un torrente y vertiginoso algoritmo informático de sicodélicos colores cae en picada y aplasta a los miles de asistentes, tú sospechas que los días en los que una banda tocaba rock con luces y fuego han llegado a su fin. 

Ya lo dijo Bono durante el concierto inaugural del 29 de septiembre del año pasado: “The Sphere surgió para resolver el problema que los Beatles tuvieron en el Shea Stadium en 1965: nadie podía oírlos y no podían escucharse a sí mismos”.

Es decir: el futuro de los conciertos nos ha alcanzado con un viaje multisensorial que embruja y engaña a los sentidos. Es lo que llaman “experiencia inmersiva”, el último invento para alterar la percepción de la mente sin necesidad de tragarse un ácido.

Tu viaje al futuro ha empezado camino al concierto, cuando diste vuelta por la Flamingo Rd y se te apareció The Sphere, una mole negra de 112 metros de alto y 157 de ancho que asemeja a una estación espacial sacada de Star Wars. James Dolan, su creador, es el polémico dueño del Madison Square Garden y del equipo de baloncesto Knicks y ha dicho que se inspiró en el cuento de ciencia ficción de Ray Bradbury, The Veldt, donde los niños proyectan todo lo que se imaginan en las paredes de la guardería. 

Su empresa tardó cinco años en construirla y él desembolsó 2.3 billones de dólares, un presupuesto digno para la última maravilla de Las Vegas.

La fama de esta esfera alienígena recae en los 50 millones de leds, resolución imposible 64K, con la que equiparon los 54 mil metros cuadrados de la superficie —algo así como ocho canchas de futbol. Son tantos los megavatios que consume The Sphere que se ha generado la falsa teoría de que se mira desde la luna. 

Los vecinos de Westchester Dr, por su parte, se han visto obligados a instalar cortinas black out y a denunciar al condado.

“La luz me perturba, es imposible vivir en este vecindario”, te dice una cubana en espera de que le preguntes más, pero esta última noche de enero no trajiste tu rubor social. 
"Vienes directamente a la residencia con mayor recaudación en la historia de Las Vegas. Ni Céline Dion, ni Elton John, ni Barry Manilow. Tampoco Elvis. U2, en solo 17 fechas, generó 110 millones de dólares en venta de entradas y “el loco cabrón de Dolan” —como suele presentarlo Bono— parece haberse salvado de la quiebra. No en balde ha abierto una segunda temporada de conciertos que termina en marzo.

Quién iba a decir en 1987, cuando U2 filmó el video de I still haven’t found what I’m looking for en el Strip de Paradise, que más de tres décadas después serían los astros del entretenimiento de Las Vegas.

Su empresa tardó cinco años en construirla. (Foto: Especila)

La nueva sala de conciertos de U2 incluye vibraciones hápticas que sacuden en los 10 mil asientos, un punto de vista panorámico que te revienta la cabeza y 164 mil altavoces, con audio binaural, que no se ven pero que se escuchan como si estuvieras en el living de tu casa. 

Tú que has comprado boletos para la zona general, la más barata, compruebas que el sonido nunca se desfigura.

Lo más espectacular, sin embargo, son las animaciones diseñadas para que multipliquen la profundidad y el movimiento de la cúpula que a veces tiene aires de película de Mad Max. 

En The Fly, por ejemplo, cuando Bono canta eso de we shine like a burning star, no necesitas casco de realidad virtual ni lentes Apple para que tus ojos, que funcionan igual que una cámara fotográfica, desajusten al vertiginoso algoritmo que cae en picada, lo desenfoquen y tú sientas cómo te aplasta un código binario.

Para Even Better Than the Real Thing usan un caleidoscopio sicodélico de Elvis llamado King Size. Lo diseñó el artista italiano Marco Brambilla y el mural es un banquete para los sentidos: la avalancha de Elvis lloviendo desde lo alto te hunde en el piso y a U2 lo jala hacia arriba.

Las sorpresas del U2:UV Achtung Baby —una celebración del álbum que rediseñó a la banda— continúan con Who’s gonna ride your wild horses: ahora unos helicópteros elevan las nítidas imágenes de Bono, The Edge y Adam Clayton —Larry Mullen Jr. sigue recuperándose de una cirugía y ha mandado a un sustituto— y tú no sabes si voltear hacia la cúpula donde vuela el trío de irlandeses, o si voltear hacia el escenario donde los músicos están plantados sobre un enorme reproductor de discos de vinilo que inventó el genio Brian Eno.

En Where the streets have no name unas nubes hechas con el vapor del agua forman una enorme y agitada bandera blanca que dan ganas de hondear y apretar. 

Y para Until the end of the world, la aclamada coreógrafa inglesa Es Devlin ha diseñado un mural vivo de una treintena de especies en extinción en el estado de Nevada. 

Qué contradicción: desde la pantalla LED más grande del mundo, U2 protesta contra el cambio climático.

So cruel, With or without you y One no necesitan de animaciones: los coros y las luces de los celulares son suficientes para recordar los días en que bastaba con una buena letra y música. Con Beautiful day o Vertigo, en cambio, otra vez se disuelven las paredes y tú alcanzas a ver el hotel donde te has hospedado.

Cuando regreses al presente y camines por el Strip sabrás que la High Roller, que el leon del bronce del MGM Hotel, que las fuentes danzantes del Bellagio, que la Stratosphere Tower, que los imposibles canales del Venetian, que la montaña rusa del New York o que la mini Torre Eiffel son el pasado frente a The Sphere y U2.



HCM

  • Alejandro Almazán
  • Líder de Google por la Educación para Hispanoamérica

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