Una semana después de que la ciudad ucraniana de Jersón fue liberada, sus habitantes no pueden escapar de los recordatorios de los terribles ocho meses que pasaron bajo la ocupación rusa.
Hay personas desaparecidas. Hay minas por todos lados, tiendas y restaurantes cerrados, escasez de electricidad y agua, y explosiones día y noche mientras las fuerzas rusas y ucranianas luchan del otro lado del río Dniéper.
Sin embargo, pese a las adversidades, los residentes expresan una combinación de alivio, optimismo e incluso alegría, en particular por haber recuperado la libertad de expresarse.
“Incluso respirar se volvió más fácil. Ahora todo es diferente”, afirmó Olena Smoliana, una farmacéutica cuyos ojos brillaban de felicidad mientras recordaba el día en que los soldados ucranianos entraron a la ciudad.
La población de la ciudad de Jersón cayó a apenas unos 80 mil habitantes de su nivel previo a la guerra de casi 300 mil, pero la ciudad resucita poco a poco. El presidente ucraniano, Volodymir Zelenksyy, recorrió triunfante las calles el lunes, mientras anunciaba el retiro de Rusia —una humillante derrota para el presidente ruso Vladimir Putin— como el “principio del fin de la guerra”.
Las personas ya no temen salir de casa ni están preocupadas de que el contacto con los soldados rusos pueda llevarlos a prisión o a una celda de tortura. Se reúnen en plazas municipales —adornados con listones azules y amarillos en sus bolsos y chaquetas— para cargar teléfonos, recoger agua y hablar con vecinos y familiares.
“Si sobrevivimos a la ocupación, sobreviviremos esto sin problemas”, declaró Yulia Nenadyschuk, de 53 años, quien se resguardó en su casa con su esposo, Oleksandr, desde que inició la invasión rusa, pero ahora va al centro todos los días.
"La peor privación fue la falta de libertad para ser tú mismo. Era como estar en una jaula”, comentó.
“No podías decir nada en voz alta, no podías hablar ucraniano”, explicó Oleksandr Nenadyschuk, de 57 años. “Constantemente son sentíamos observados. Ni siquiera podías voltear a tu alrededor”.
Los residentes de Jersón describen el “terror silencioso” que definió la ocupación, que fue diferente a los devastadores asedios militares que redujeron a escombros ciudades ucranianas como Mariúpol, Severodonetsk y Lisichansk.
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En los primeros días de la guerra, las fuerzas rusas entraron a Jersón desde la península de Crimea, que Moscú se anexionó de forma ilegal en 2014. Rápidamente, tomaron control de la ciudad, que fue la única capital regional que Moscú capturó tras la invasión que inició el 24 de febrero.
En Jersón, la mayoría de las personas se comunican en ruso. A principios de la guerra, algunos residentes eran tolerantes con los vecinos que simpatizaban con Rusia, pero hubo un cambio palpable durante la ocupación, manifestó Smoliana.
“A mí incluso me avergüenza hablar ruso”, agregó. “Nos oprimieron emocional y físicamente”.
Muchas personas huyeron de la ciudad, pero algunos simplemente desaparecieron.
Khrystyna Yuldasheva, de 18 años, trabaja en una tienda del otro lado de la calle de un edificio que la policía rusa usó como un centro de detención y en donde funcionarios ucranianos están investigando denuncias de tortura y abuso.
“Aquí ya no hay nadie”, dijo a una mujer que recientemente fue a buscar a su hijo.
Otras personas trataron de huir, pero no pudieron. “Intentamos irnos tres veces, pero cerraron todas las posibles salidas de la ciudad”, señaló Tetiana, de 37 años, quien pidió no ser identificada por su apellido.
Aunque las personas estaban eufóricas inmediatamente después de la retraída rusa, Jersón sigue siendo una ciudad en suspenso. Los soldados rusos dejaron una ciudad desprovista de infraestructura básica: agua, electricidad, transporte y comunicación.
Muchas tiendas, restaurantes y hoteles todavía están cerrados y las personas están desempleadas. Los residentes fueron atraídos al centro la semana pasada por camiones de alimentos que llegaron de cadenas de supermercados ucranianos o para aprovechar los puntos de acceso a internet que se instalaron.
Todavía pueden encontrarse productos rusos en las pequeñas tiendas que sobrevivieron a la ocupación. Adicionalmente, la ciudad sigue exhibiendo carteles con propaganda rusa como “Ucranianos y rusos son una sola nación” o que motivan a los ucranianos a sacar un pasaporte ruso.
Algunos ucranianos maldicen en voz alta cuando pasan por delante de los restos de la guerra.
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La humillante retirada rusa no acabó con los sonidos de la guerra en Jersón. Aproximadamente 70 por ciento de la más extensa región de Jersón sigue en manos rusas. Con frecuencia se escuchan explosiones, aunque los residentes no siempre están seguros de si se debe al trabajo de retiro de minas o al enfrentamiento de las artillerías rusa y ucraniana.
La tarde del sábado, dos misiles impactaron en un depósito de petróleo en Jersón, la primera vez que un depósito es blanco en la ciudad desde que se retiraron las fuerzas rusas, según los bomberos. Periodistas de Associated Press vieron un incendio y humo negro espeso en el lugar. Los bomberos dijeron que los rusos robaron camiones de bomberos y ambulancias durante la retirada, por lo que las autoridades locales batallaban para conseguir recursos para responder a los ataques.
“Hubo una explosión fuerte”, afirmó Valentyna Svyderska, quien vive en las inmediaciones. “Estábamos asustados, todos estaban asustados… Porque este es un ejército que está en guerra con la población civil”.
Horas antes, las personas esperaban con emoción la llegada del primer tren a Jersón desde los primeros días de la invasión. Mykola Desytniakov, de 56 años, no ha visto a su esposa desde junio, cuando se fue a Kiev, la capital de Ucrania, con sus dos hijas.
Desytniakov se quedó para cuidar a sus padres enfermos, añadió, mientras sostenía una rosa y se asomaba inquietamente hacia el andén.
“Me va a regañar, no le gustan las flores”, dijo de su esposa. “Pero de todos modos se las daré”.
Ludmila Olhouskaya no iba a encontrarse con nadie, pero aun así fue a la estación para mostrar su apoyo.
“Este es el inicio de una nueva vida”, aseguró la mujer de 74 años mientras se secaba lágrimas de alegría. “O más bien, la recuperación de una antigua”.
Un gran obstáculo para que las personas regresen a Jersón y para el esfuerzo de reconstrucción será quitar todas las minas que los rusos colocaron dentro de oficinas y alrededor de obras críticas de infraestructura, según el Ministerio de Asuntos Internos de Ucrania.
“Es necesario quitar las minas para que aquí vuelva la vida”, declaró la viceministra de Asuntos Internos, Mary Akopian. Jersón tiene un problema más grande con las minas que cualquier otra ciudad ucraniana liberada de los rusos porque estuvo ocupada durante el periodo más largo, agregó.
Akopian calculó que pasarán años antes de quitar por completo las minas de la ciudad y la provincia circundante. Ya han muerto 25 personas retirando minas y otros explosivos.
Antes de la retirada, los soldados rusos saquearon tiendas y comercios, incluso museos. El gobierno ucraniano calcula que 15 mil objetos antiguos fueron robados de los museos en la región de Jersón y llevados a Crimea.
“De hecho, no hay nada ahí”, denunció Kyrylo Tymoshenko, un alto funcionario en la presidencia de Zelenskyy después de visitar la región de Jersón. “Los rusos mataron, minaron y robaron todas las ciudades y pueblos”.
A pesar del actual combate en las cercanías, las personas en Jersón se sienten con la suficiente confianza sobre su seguridad para ignorar las sirenas que advierten de ataques aéreos y para reunirse en grandes grupos en las calles para saludarse y agradecer a los soldados ucranianos.
Como muchos residentes, los Nenadyschuk no se alteran cuando escuchan las explosiones a la distancia y detestan quejarse de cualquier otra dificultad que enfrentan.
“Nos aguantamos. Estamos esperando la victoria. No nos quejaremos”, aseveró Yulia Nenadyschuk. “Toda Ucrania”, agregó su esposo, “está en este estado actualmente”.
MO