Antes de dirigir la Iglesia católica, el papa Francisco sufrió una crisis al dejar un cargo eclesiástico que ocupó durante 36 años, situación de la que logró reponerse con ayuda de su fe en la Virgen de Guadalupe. Así lo relata el periodista argentino Armando Rubén Puente en el libro La vida oculta de Bergoglio.
De acuerdo con un artículo publicado en el semanario Desde la fe, el libro cuenta que cuando el Papa se encontraba en la Residencia Mayor de la Compañía de Jesús, en Córdoba, Argentina, preocupó a sus compañeros, pues se la pasaba muchas horas en su habitación orando.
"Sus hermanos religiosos sentían mucha pena por él, pues se pasaba horas sentado en la galería de la casa mirando el vacío, con la mirada perdida", indica Desde la fe.
Fue entonces que la doctora Selva Tissera, quien atendía su salud, le regaló una medallita de la Virgen de Guadalupe, la cual había comprado en la Basílica de Guadalupe, en México.
“Estaba preocupada por la salud y estado emocional del padre Bergoglio y por eso le traje de México una medalla de la Virgen de Guadalupe, que compré cuando visité el santuario de la Patrona de América. Cuando se la di, Bergoglio se emocionó al punto de que se le empañaron los ojos y se la colgó al cuello", narra Tissera en el libro La vida oculta de Bergoglio.
El periodista asegura en su texto que el pontífice sabía que su problema era “que tenía el corazón dolido, herido, rencoroso, incapaz de perdonar”. Su fe en la Guadalupana le ayudó a reponerse y entender que "debemos transitar en paciencia, sobre todo ante el fracaso y el pecado, cuando nos damos cuenta de que quebramos nuestro propio límite”.
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