El 16 de julio, el círculo íntimo del Partido de la Unión Demócrata Cristiana (CDU, por sus siglas en alemán) realizó una conferencia vía telefónica que organizó la líder del partido, Annegret Kramp-Karrenbauer. Tenía una noticia. Ella era la nueva ministra de defensa del país.
Hubo un silencio absoluto después del anuncio. Kramp-Karrenbauer, quien acababa de ser elegida como líder del partido CDU en diciembre pasado, había insistido en que no le interesaba un trabajo en el gabinete. Una y otra vez dejó en claro que su principal prioridad era renovar y reformar un partido que había sido gobernado durante los últimos 18 años por la misma mujer, Angela Merkel.
La ambición política impulsó su cambio de opinión. Kramp-Karrenbauer, conocida como AKK, no ocultó su deseo de convertirse en la próxima canciller de Alemania. Reemplazar a Merkel como jefa del CDU parecía el trampolín ideal. Pero su actuación en el cargo ha sido tan criticada que llegó el momento de replantear.
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Su única esperanza de suceder a Angela Merkel en la cancillería era no cumplir su palabra e ingresar al gabinete. Y cuando Ursula von der Leyen, la anterior ministra de Defensa, fue elegida presidenta de la Comisión Europea, actuó. Como dice un miembro del ejecutivo gobernante del CDU: “Básicamente es su última oportunidad”.
Kramp-Karrenbauer se mantiene como una de las principales contendientes. Pero su último movimiento es un gran riesgo. El Ministerio de Defensa ya destruyó tantas carreras políticas en Alemania que recibe el sobrenombre de “asiento eyectable”. Y solo un ministro de defensa anterior, Helmut Schmidt, se convirtió después en canciller.
Sin embargo, Kramp-Karrenbauer se enorgullece de estar dispuesta a tomar riesgos. La política de 56 años se compara con un equilibrista sin red de seguridad. Y un vistazo a su currículum revela una rara capacidad para el riesgo.
En 2012, cuando era primera ministra del pequeño estado occidental de Saarland, sorprendió a los votantes al desconectar a su coalición gobernante y convocar a elecciones anticipadas. La apuesta valió la pena cuando ganó. Después, en 2017, tomó otro riesgo, al dejar Saarland e irse a Berlín para comenzar una nueva carrera como secretaria general del CDU.
Fue una importante degradación, pero demostró que tenía los ojos en un premio mucho más grande. En diciembre de 2018, corrió el riesgo más grande de su carrera: su campaña para suceder a Merkel como líder del CDU. Ella ganó, derrotando por poco margen a Friedrich Merz, un abogado adorado por el ala conservadora del partido.
Su cambio al Ministerio de Defensa es solo la última de una serie de maniobras calculadas, que la catapultaron al centro del poder en Berlín. Sin embargo, a menos que su posición con el pueblo alemán mejore radicalmente, el trabajo de canciller podría estar fuera de su alcance. “Se está formando la impresión entre los votantes de que no es apta para el puesto, y eso es un enorme problema para nosotros”, dice un parlamentario del CDU.
De acuerdo con la encuesta que realizó en junio el canal de televisión ZDF, 71% de los alemanes cree que no es apta para el cargo de canciller. Si se mantiene así de impopular, otros podrían verse tentados a desafiarla.
Cuando se le pregunta acerca de sus rivales al cargo, AKK se muestra relajada. Dice que es ingenuo pensar que otros no están interesados en la cancillería. Pero, como líder del partido, ella dirigirá el proceso de la elección.
Su carrera comenzó en Püttlingen, la ciudad de Saarland, donde creció. Se unió al CDU en 1981, cuando aún estaba en la escuela. En 1984, cuando todavía era estudiante, fue elegida para el Consejo Municipal de Püttlingen.
Pero su primer gran salto llegó en 1998, al tomar el puesto vacante de Saarland en el Bundestag. Fue una decisión difícil: su tercer hijo todavía era un bebé. Dos años después la nombraron miembro del gobierno de Saarland, convirtiéndose en la primera ministra del interior de Alemania.
Christoph Hartmann, un expolítico liberal en Saarland, no es el único en hacer comparaciones entre Merkel y Kramp-Karrenbauer. Cuando se mudó a Berlín el año pasado, la mayoría la consideraba como una “mini-Merkel”, que se apegaría al curso centrista y modernizador de la canciller. Las dos son sencillas, serenas, pero claramente en control: Kramp-Karrenbauer describió su estilo como “un puño de hierro en un guante de terciopelo”.
Sin embargo, la etiqueta de “mini” rápidamente comenzó a molestar. “Realmente me molesta, no hay nada pequeño en mí”, dijo en una entrevista el año pasado.
Su relación con Merkel no siempre fue sencilla. La decisión en 2012 de convocar elecciones anticipadas en Saarland, reveló el lado implacable de AKK. Pero Merkel, que estaba luchando con una coalición CDU-FDP muy tensa en Berlín y no quería ninguna sorpresa, estaba furiosa.
La apuesta allanó el camino para el futuro éxito de AKK. Antes de las elecciones, encabezaba una incómoda coalición con el FDP y el partido de izquierda de los Greens. Después de los comicios, pudo formar una nueva coalición más amplia y estable con los socialdemócratas.
Por el momento, Kramp-Karrenbauer está a punto de aferrarse a su condición de favorita para suceder a Angela Merkel. Si este será el caso en la próxima elección del Bundestag, que debe realizarse a más tardar en 2021, es algo que nadie puede adivinar. Sin embargo, dicen que es demasiado pronto para descartar a Annegret Kramp-Karrenbauer. “Su mayor fortaleza es que todos siempre la subestiman”.