Cómo se puede compartir nuestro mundo dividido

La cooperación, esencial para que los países proporcionen los bienes públicos globales necesarios: prosperidad, paz y protección contra catástrofes, como los estragos del cambio climático y las pandemias

Entre los retos más importantes está llegar a un acuerdo sobre cómo mitigar las amenazas al medio ambiente. Shutterstock
Martin Wolf
Londres /

El ingenio humano ha creado una economía global integrada, armas de destrucción masiva y amenazas a la biosfera de la que dependemos; sin embargo, la naturaleza humana sigue siendo la de un primate instintivamente tribal. Esta contradicción es cada vez más importante a medida que se profundiza la interdependencia y crece la rivalidad entre las superpotencias.

Esto plantea una pregunta: ¿es posible que una humanidad dividida pueda proporcionar bienes públicos globales y esenciales? Dado que Xi Jinping, el líder del país con mayores emisiones de gases de efecto invernadero, decidió ni siquiera asistir a la COP26, la respuesta no parece alentadora. 

Los principales bienes públicos globales son prosperidad, paz y protección contra las catástrofes planetarias, como el cambio climático o las pandemias graves. Estos bienes están interconectados: sin paz entre las grandes potencias, la prosperidad es, en el mejor de los casos, frágil, y ni la paz ni la prosperidad durarán en un mundo asolado por las catástrofes ambientales. 

Los Estados existen para proporcionar bienes públicos, y a menudo no logran hacerlo, pero no existe ningún Estado global. En su lugar, los bienes públicos globales deben proporcionarse por acuerdo entre unas 200 naciones soberanas, en especial las grandes potencias que compiten entre sí. Esto da lugar a que se produzcan abusos y disputas sobre si el reparto de la carga compartida prevista es justa. 

Después de la Segunda Guerra Mundial, la prosperidad global se sustentó en un mosaico de reglas e instituciones diseñadas y dirigidas por las potencias occidentales, encabezadas por Estados Unidos. Mientras tanto, la Unión Soviética optó por quedarse fuera del nuevo sistema. Las normas que regían el comercio se construyeron sobre un principio mercantilista de reciprocidad. Mientras tanto, después del colapso del régimen de tipos de cambio Bretton Woods en 1971, las monedas y los flujos de capital quedaron sin gestión. La migración también se dejó en las manos de las decisiones de cada Estado. 

Mientras tanto, la paz global se mantuvo gracias a un equilibrio de terror entre las superpotencias con armas nucleares, pero esto no impidió que se produjeran guerras indirectas y momentos muy peligrosos, en específico la crisis de los misiles de Cuba en 1962. 

Por último, la acción sobre el medio ambiente mundial e incluso las pandemias ha sido limitada e ineficaz, aparte de un gran éxito único, el acuerdo sobre el Protocolo de Montreal en relación a las sustancias que agotan la capa de ozono de 1987. Ahora tenemos tres décadas participando en discusiones sobre el cambio climático y las emisiones siguieron aumentando.

Por desgracia, nuestra capacidad de proporcionar bienes públicos globales, modesta en el pasado, quizá se reduzca aún más a medida que crece la rivalidad entre EU y China. Es cierto que China no promueve una ideología global, como lo hizo la Unión Soviética; sin embargo, China y EU son muy diferentes, uno es un despotismo centralizado y el otro una democracia que se desmorona. A diferencia de la Unión Soviética, la nación asiática tiene una dinámica de mercado muy integrada en la economía mundial. También es fundamental para resolver los retos ambientales globales. La gestión de los bienes públicos globales no se puede hacer sin China.

Entonces, ¿cómo puede funcionar esto, no solo en los próximos años, sino en lo que pueden ser muchas décadas o generaciones? La respuesta corta es: con dificultad. La respuesta más larga es: siendo ambiciosamente pragmáticos. Debemos aceptar que compartimos nuestro planeta e interactuamos entre nosotros demasiado como para evitar la cooperación, por mucho que nos desagrade. Lo que debemos hacer es definir e interiorizar los intereses fundamentales que nos unen.

¿Qué puede significar esto en la práctica? En lo que respecta a la prosperidad, el requisito más importante es que todos los países, más las superpotencias, definan la libertad que necesitan para proteger su deseada autonomía económica, política y de seguridad, al tiempo que se adhieren a los compromisos que hacen previsibles sus acciones.

En cuanto a la paz, el objetivo debe ser la transparencia y las capacidades de cada parte, con el fin de evitar sorpresas militares o relacionadas. Esto requerirá un profundo compromiso entre militares y civiles chinos y occidentales, en todos los ámbitos.

En cuanto a la protección del planeta, entre los retos más importantes está llegar a un acuerdo sobre cómo mitigar las amenazas al clima. El resultado de la COP26 dará una señal convincente de si esto es posible, pero también es urgente una mayor capacidad para manejar las pandemias.

Nos encontramos en un momento decisivo de la historia.

El viejo sistema económico dominado por Occidente no se convertirá en un sistema global más ordenado, como algunos esperaban en la década de 1990. Mientras, el gran reto de asegurar la paz en una era nuclear sigue vigente y el nuevo reto de proteger la biosfera es cada vez más urgente.

No debemos abandonar los intentos de cooperación mundial. Eso será una catástrofe que pondrá en peligro la paz, la prosperidad y el planeta. En su lugar, debemos centrarnos en definir y luego hacer viable la cooperación mínima que debemos tener ahora para que la humanidad logre lo que todos vamos a necesitar.

Esto implicará sentarnos unos con otros para establecer o renovar: en primer lugar, instituciones y prácticas para promover la prosperidad que puedan ofrecer desarrollo económico, administración de la deuda y un comercio liberal y predecible; en segundo lugar, para proteger la paz que ofrezcan transparencia y seguridad creíble para todos y, por último, para proteger el planeta que ofrezcan un lugar habitable para nosotros y nuestros prójimos.

Nada de esto será fácil. Sin embargo, ya llegamos a un punto en el que la alternativa a superar nuestras limitaciones es la catástrofe. Si queremos disfrutar de la paz, prosperar y proteger nuestro planeta, tenemos que estar de acuerdo en estar en desacuerdo, sin dejar de cooperar.

No existe ninguna alternativa razonable.

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