Declaro un interés personal en el grupo de mujeres y hombres conocidos como estudiantes extranjeros. Alguna vez fui parte de esa legión, me enviaron a estudiar al extranjero más por las circunstancias que por elección, y sin la posibilidad de regresar a un hogar devastado por la guerra después de la universidad. Agradezco las políticas de inmigración que me permitieron trabajar en Nueva York después de la graduación, y luego establecerme en Londres.
Pero eso fue en la década de 1990, mucho antes de que Donald Trump se convirtiera en presidente de Estados Unidos (EU), mucho antes del Brexit y de que los estudiantes extranjeros quedarán atrapados en un debate sobre inmigración. A pesar de que el Instituto de Política de Educación Superior dice que 230,000 estudiantes extranjeros llegan cada año a Reino Unido y agregan 20,000 millones de libras a la economía del país, fueron arrastrados por la creciente influencia de las políticas hostiles de inmigración.
Las consecuencias empiezan a surgir. En EU, el número de estudiantes internacionales inscritos en universidades cayó 4% en 2017, y los jóvenes indios de posgrado en Ingeniería y Ciencias Computacionales representaron la mitad del descenso, de acuerdo con la Fundación Nacional, para la política estadounidense.
Es verdad, las universidades estadounidenses se volvieron demasiado caras. Pero las restricciones de viaje que la administración de Trump impuso sobre varios países musulmanes y los límites para trabajar después de la graduación, hicieron que la educación en EU se vea menos atractiva.
Se podría esperar que lo que pierde EU sea una ganancia para Gran Bretaña. Pero ese no es el caso: Australia y Canadá parecen ser los mayores beneficiados. Un informe de la University College London (UCL), publicado a principios de este verano, reveló que, con un aumento de solo 3%, Reino Unido probablemente sea superado por Australia como el segundo destino más popular para los estudiantes internacionales.
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En el estudio también se mencionó que, si bien las naciones promueven muy fuerte sus sectores de educación superior en el extranjero, el gobierno del Reino Unido redujo el crecimiento del número de estudiantes internacionales en los últimos cinco años, al limitar la llegada de nuevos alumnos y las visas de trabajo después de los estudios.
Estos hallazgos proporcionan alimento al clamor de las universidades británicas, que buscan políticas gubernamentales más flexibles. Sin embargo, el martes pasado, la revisión del Comité Asesor de Migración emitió recomendaciones que quedaron muy por debajo de los cambios que se solicitaron.
La revisión reconoció la importancia de los estudiantes extranjeros como fuente de trabajadores calificados y el subsidio cruzado de estudiantes nacionales y de investigación. Pero no adoptó la recomendación de que los estudiantes no entren en las estadísticas netas de inmigración (a pesar de que las cifras oficiales muestran que menos de 5,000 estudiantes internacionales se quedaron después del vencimiento de su visa en 2016, cifra muy lejana de las estimaciones previas de 100,000).
El comité planteó dudas sobre el argumento central de las universidades, de que los esfuerzos del gobierno por reducir la migración neta anual a menos de 100,000 personas impulsaba políticas más restrictivas hacia los estudiantes internacionales.
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Además, si bien hace un llamado a que se relajen las restricciones sobre el derecho al trabajo después de la graduación, no respaldó la reciente recomendación de las universidades de restablecer una política de visas anterior a 2012, que permitiera a los estudiantes extranjeros trabajar en el Reino Unido durante dos años después de la graduación.
Es una oportunidad perdida. El Reino Unido es el principal destino para los estudiantes de la Unión Europea (UE), pero es probable que eso cambie después del Brexit. El gobierno tiene la intención de permitir el viaje sin necesidad de visa para los estudiantes de la UE que quieran estudiar en universidades británicas, pero no está claro si tendrán que pagar cuotas internacionales o si los seguirán tratando como personas locales. Con grandes riesgos por delante, es necesaria una acción audaz del gobierno.
A medida que se prepara para salir de la Unión Europea, el objetivo del Reino Unido debería ser ampliar, no solamente proteger, su participación de mercado en la educación superior. Y Gran Bretaña debería aprovechar la posible reducción del atractivo de EU para los estudiantes extranjeros.
Con demasiada frecuencia, Gran Bretaña subestima su poder de atracción y exagera su poder coercitivo. Es probable que su influencia en el escenario mundial disminuya aún más una vez que se encuentre fuera de la UE. Por lo tanto, con el Brexit ni siquiera tendría que pensar en fortalecer su reputación como centro de educación e innovaci