Prepárense para algunos emocionantes viejos tiempos. Tres fenómenos conspiran para trastornar el mercado mundial de narcóticos ilícitos, los cuales están listos para estar más disponibles y ser de mejor calidad que nunca.
Primero está la relación de Estados Unidos (EU) y la marihuana. Nueve estados y el Distrito de Columbia en EU ya la legalizaron, mientras que en 30 estados está disponible para uso medicinal. Si Nueva York se une a California en la legalización, algo que se ve bastante probable, entonces más de una cuarta parte de la población estadounidense disfrutará de un acceso sin restricciones a la hierba.
Pero lo que realmente cambia el juego llegará en octubre, cuando abran tiendas de ese tipo de productos en todo Canadá. Las estimaciones oficiales consideran que la facturación de la industria de la marihuana en el país es de más de 8,200 millones de dólares (mdd), pero los analistas están de acuerdo con que se llegó a esa cifra con el supuesto del bajo costo de 7.15 dólares por gramo.
Los fondos de pensiones, bancos, capitalistas de riesgo y empresarios compiten para asegurar un lugar en la parrilla de salida de la inversión en la nueva industria.
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El fiscal general de EU, Jeff Sessions, amenazó en repetidas ocasiones aplicar la ley federal, que todavía considera ilegal la marihuana, contra estados que ya la legalizaron, sobre todo, California. Sin embargo, hasta el momento la administración de Donald Trump todavía no cumple con esas amenazas, debido a que la resistencia en la costa oeste sería feroz y el riesgo político para Trump muy alto.
En Gran Bretaña, el gobierno finalmente se avergonzó de permitir un acceso muy limitado a la marihuana medicinal para los niños con las formas más severas de epilepsia.
Un siglo de la llamada guerra contra las drogas para los gobiernos en todo el mundo, uno de los problemas que generó es que no se permitió ninguna investigación seria sobre los efectos y el impacto médico de una droga como la marihuana. Esto a pesar del hecho de que toda la investigación empírica deja en claro que el daño que provoca el alcohol en el cuerpo humano y la sociedad supera por mucho al que causa la marihuana. Sin embargo, debido a la obsesión ideológica en torno a esa droga, sus propiedades medicinales casi milagrosas, se ignoraron hasta hace muy poco.
La muerte por intoxicación por marihuana es tan rara que no figura en ninguna estadística gubernamental en todo el mundo. Pero el segundo fenómeno, que pone de cabeza el mercado de las drogas, no es tan benigno. En 2016, EU registro 42,000 muertes por drogas que involucraron opiáceos. Estas muertes no las provocaron los cárteles mexicanos o los talibanes en Afganistán.
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Los orígenes de la tragedia de los opiáceos se encuentran en las estrategias de las grandes farmacéuticas, Purdue Pharma en particular, que durante casi 25 años impulsa los analgésicos que contienen opioides sintéticos a través del sistema de salud privado de EU. Esto tuvo como resultado que millones de estadounidenses se volvieran adictos.
Los médicos todavía recetan estos medicamentos en grandes cantidades cada año, con lo que se asegura que continuará esa ola de adicción. Pero cuando los pacientes ya no pueden pagar los medicamentos, o ya no pueden conseguir una receta, recurren a la heroína o, más recientemente, al fentanilo, un opioide muy potente.
Para lidiar con esto, el gobierno estadounidense tendrá que controlar a las grandes farmacéuticas e introducir una reforma a la ley de fármacos. Esta es una petición demasiado grande para la administración Trump.
Una parte muy importante del desafío de los opiáceos en realidad es el tercer fenómeno, el que revoluciona el mercado de las drogas recreativas.
¿Cómo pueden comprar los estadounidenses su fentanilo? La respuesta está en la red oscura. Las ventas de drogas en línea se dispararon. Los usuarios de la red dicen que es más seguro y más confiable que conseguirlas con los traficantes tradicionales.
A medida que las drogas sintéticas replican la sensación de los narcóticos orgánicos con mayor precisión, o incluso los superan, la producción se traslada a los laboratorios del norte de Europa, los Balcanes, Israel, Canadá y el este de Asia. Este cambio ejerce una gran presión sobre las fuerzas policiales que ya se encontraban muy presionadas, debido a las políticas de austeridad que se introdujeron después de la crisis financiera de 2008.
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Hasta ahora, las muertes y la inseguridad crónica que se relaciona con las drogas se concentran en las zonas de producción y distribución.
La guerra contra las drogas le permitió a los talibanes resistir a la OTAN durante 17 años. En México, el Estado cedió gran parte del país para que esté bajo el control de los cárteles, gracias al dinero que obtienen mediante la distribución de cocaína y opiáceos en todo EU.
Si bien las muertes y la violencia en gran medida se restringen a esos lugares lejanos, la guerra contra las drogas, a pesar de sus constantes fracasos, continúa. Pero el cambio está por llegar.