México ha dejado de ser solo un mercado de venta de autos eléctricos para convertirse en un actor relevante en su producción; se estima que la fabricación alcanzará hasta 250 mil unidades al cierre de 2025, consolidando al país como un hub clave en Norteamérica.
Sin embargo, la adopción interna aún se encuentra rezagada, principalmente, por la limitada infraestructura de carga y un marco regulatorio que todavía no acompaña el crecimiento de la industria, factores que frenan el consumo y generan incertidumbre entre los usuarios.
La brecha entre producción y consumo se refleja en que durante los primeros cuatro meses de 2025, México produjo más de 81 mil vehículos eléctricos, mientras que las ventas internas durante todo el primer semestre sumaron solo 43 mil 562 unidades de bajas emisiones.
De ese total, 19 mil 481 fueron eléctricos puros y 24 mil 81 híbridos enchufables, lo que deja en evidencia que el mercado interno absorbe menos de la mitad de lo que se produce, es decir solo un 24 por ciento.
Estos datos, provenientes del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi) y de la Asociación Mexicana de Industria Automotriz (AMIA), también muestran que la capacidad de producción ya existe, pero la infraestructura y la confianza del consumidor todavía no logran seguir el ritmo.
El país cuenta con 439 empresas relacionadas con la electromovilidad, de las cuales el 78 por ciento corresponde a proveedores de primer y segundo nivel. Entre ellos destacan los fabricantes de baterías, que representan el 36 por ciento del total, seguidos por los proveedores de trenes de potencia eléctricos con 16 por ciento y sistemas de frenos con 10 por ciento.
Este ecosistema industrial no solo asegura la producción de vehículos, sino que respalda una cadena de suministro robusta, lista para abastecer tanto el mercado interno como las exportaciones.
En la actualidad, en México se comercializan más de 100 modelos de vehículos eléctricos y más de 50 híbridos enchufables. Entre ellos se encuentran marcas de origen chino como JAC, BYD, SEV y MG, así como fabricantes tradicionales como Volvo, BMW y Renault, que producen algunos de sus modelos eléctricos en China.
Lo anterior es sinónimo de la interconexión global de la industria y remarca cómo México forma parte de una cadena de producción y oferta que trasciende fronteras.
El factor “precio” en el crecimiento de autos eléctricos
El precio de los autos también ha influido en el crecimiento del mercado. Según el International Council on Clean Transportation, los precios de los vehículos eléctricos, a nivel mundial, disminuyeron 37 por ciento, mientras que los híbridos enchufables bajaron 35 por ciento.
En contraste, los autos de combustión interna incrementaron su precio promedio 24 por ciento.
Aunque esta reducción hace más accesibles los vehículos de bajas emisiones, todavía no ha sido suficiente para disparar la adopción masiva en México, debido a barreras estructurales y a la limitada infraestructura de carga.
El país ha superado la etapa en la que la electromovilidad era solo una promesa; hoy existe una oferta creciente de modelos, una industria en expansión y consumidores cada vez más conscientes de los beneficios ambientales de los vehículos eléctricos.
No obstante, los obstáculos persisten: la falta de estaciones de carga, especialmente en carreteras y rutas interurbanas, genera ansiedad entre los usuarios y frena la confianza de aquellos que podrían dar el paso hacia un vehículo eléctrico.
Esta limitación no solo afecta a los consumidores individuales, sino también a las empresas. Por ejemplo, en el segmento de renta de autos, muchas compañías aún no apuestan de manera decidida por vehículos eléctricos debido a que la demanda interna no es consistente y la infraestructura complica la operación.
Otro factor clave para los compradores es la durabilidad de las baterías. Aunque a nivel global la preocupación por este tema ha disminuido, en México todavía existe un nivel de desconfianza mayor al promedio internacional, lo que influye directamente en la decisión de compra.
De acuerdo con la Global EV Driver Survey 2025, 61 por ciento de los encuestados en México considera que el país necesita nuevas políticas e incentivos para aumentar las ventas de vehículos eléctricos, cifra significativamente superior al promedio global de 46 por ciento.
Al mismo tiempo, 92 por ciento de los participantes ve al cambio climático como un problema muy grave, lo que coloca al país entre los mercados con mayor urgencia percibida para acelerar la adopción de tecnologías de bajas emisiones.
Medidas para impulsar el mercado mexicano de autos eléctricos
El principal freno para la electromovilidad en México no es la falta de conciencia ambiental ni la resistencia cultural al cambio, sino la ausencia de un marco regulatorio claro y de infraestructura suficiente.
La combinación de estos factores dificulta que el consumidor pueda tomar decisiones con confianza, limita la inversión privada y retrasa la consolidación de un mercado interno sólido.
Para enfrentar estos desafíos, la Electro Movilidad Asociación (EMA) ha planteado diversas medidas. Entre las principales, destacan incentivos fiscales para los usuarios, inversión decidida en infraestructura de carga y mandatos claros para la electrificación de flotas públicas y privadas.
Además, proponen modernizar la regulación, garantizando la disponibilidad de tecnología de última generación mediante estándares de eficiencia más exigentes, como la NOM 163, así como actualizar el decreto automotriz para favorecer la importación de vehículos de cero emisiones.
La EMA también subraya la importancia de brindar certeza regulatoria y acompañamiento a empresas nacionales y extranjeras interesadas en invertir en manufactura, infraestructura e innovación.
A lo anterior se suma la necesidad de campañas de educación e información para cerrar la brecha entre el interés de los consumidores y las condiciones reales del mercado, de manera que la adopción de vehículos eléctricos no dependa sólo del entusiasmo del usuario, sino de un entorno integralmente favorable.
México cuenta con una industria robusta, una oferta diversificada y consumidores interesados, pero su potencial completo solo se alcanzará mediante políticas claras, infraestructura suficiente y un marco regulatorio que acompañe el crecimiento.
La capacidad de producción está lista, pero sin un apoyo estructural, la diferencia entre lo que se fabrica y lo que se consume seguirá siendo significativa.