Aunque las crisis provocadas por el cierre de la economía mundial a causa del coronavirus ya pasaron, los responsables de economía temen que las empresas se hayan acostumbrado a trasladar a sus clientes los grandes y frecuentes incrementos de precios.
Thomas Barkin, presidente de la Reserva Federal (Fed) de Richmond, que votará este año en las deliberaciones sobre la política del banco central estadounidense, observa con mucha atención si los minoristas recuperan su capacidad de obligar a los fabricantes de artículos esenciales para el hogar a ofrecer descuentos, que puedan trasladar a los consumidores estadounidenses.
“Durante 30 años antes del covid, la inflación se arraigó tanto que las empresas estuvieron condicionadas a pensar que no tenían ningún poder de fijación de precios”, dice Barkin al Financial Times. “Había globalización y una demografía favorable. Nadie quería ir a Home Depot con un aumento de precio”.
Pero ahora los productores tienen la ventaja, señala Barkin. “Las grandes tiendas minoristas presionan a los fabricantes para tratar de alentarlos a comenzar a ofrecer más descuentos. Pero su poder de negociación es menor que antes del covid porque todavía hay mucho ir y venir con los proveedores sobre los costos de transporte, los costos laborales y la desglobalización”, dice.
Precios más altos
Procter & Gamble, el fabricante de bienes de consumo más grande de Estados Unidos (EU), dijo en su teleconferencia de resultados en octubre que “la inflación laboral se mantiene en toda la cadena de suministro y en nuestros costos”.
En una investigación de la Fed de Richmond y la Universidad de Duke se muestra que casi 60 por ciento de las empresas este año planean subir los precios en una mayor cantidad que antes de 2020. “Hay una moderación en la intensidad y solamente planean subir los precios una vez, no varias veces”, dice Barkin.
Barkin vigila si los consumidores responden a esos aumentos de precios reduciendo sus compras. Si continúan gastando, será más renuente a comenzar a recortar las tasas desde su máximo actual en 23 años de entre 5.25 y 5.5 por ciento.
En la última edición de la encuesta Beige Book de la Fed se dice que los compradores se están volviendo más sensibles a los cambios en los precios. Esa tendencia, se dice en la publicación, “obligó a los minoristas a reducir sus márgenes de utilidades y, a su vez, a frenar los esfuerzos de sus proveedores por aumentar los precios”.
Los especialistas del sector de abarrotes citan el ascenso de las cadenas de descuento alemanas Aldi y Lidl como una señal de que los consumidores centran la atención en el valor.
Aún así, los temores de Barkin hablan de una preocupación más amplia entre los banqueros centrales globales de que el mundo se ha desplazado hacia lo que el Banco de Pagos Internacionales denomina un régimen de alta inflación, en el que los aumentos de precios se vuelven tan generalizados que engendran más de lo mismo.
Los datos muestran que productos como las bebidas carbonatadas, donde la competencia y el poder de mercado de los grandes minoristas mantuvieron los precios más o menos estables, ahora se han vuelto susceptibles a la inflación.
“Tuvimos una generación entrenada por dos décadas de caída de los precios de los bienes, en donde la globalización seguía aumentando”, dice Vincent Reinhart, execonomista de la Fed que ahora trabaja en Dreyfus y Mellon. “Con la pandemia, esa inocencia se perdió. Y una vez que se pierde, no creo que puedas regresar fácilmente”.
Jon Hauptman, fundador de la consultora Price Dimensions, nota un alejamiento del modelo en el que los grandes productores ofrecen crédito a los minoristas a cambio de descuentos.
“Históricamente, las compañías de bienes de consumo ofrecen financiamiento comercial a los minoristas a cambio de descuentos. Pero eso ya no sucede en la misma medida”, dice Hauptman, y agrega que las empresas también están dispuestas a ofrecer descuentos a tipos específicos de compradores. “Cada vez vemos más que el dinero que gastan se destina de forma muy precisa”.
Popularidad a la baja
A medida que la carrera presidencial se intensifica, las persistentes presiones sobre los precios son una preocupación cada vez mayor para el equipo económico de Biden, especialmente para los abarrotes, cuyos precios aumentaron drásticamente durante su mandato de cuatro años.
En la edición de enero de la encuesta del FT Michigan Ross se muestra que, en lo que respecta a la inflación, 72 por ciento de los encuestados citó el aumento de los precios de los alimentos como un gran impacto en sus finanzas, y al 51 por ciento de los encuestados también le preocupa el aumento del costo de las necesidades cotidianas.
Los precios de algunos productos básicos, como la leche y los huevos, cayeron desde los máximos de 2022.
Los minoristas también están consiguiendo recuperar parte de su poder al ampliar la gama de productos de marca propia que ofrecen. “Surgen con nuevos niveles de marcas privadas”, dice Hauptman, prediciendo que esto va a presionar a los fabricantes a proporcionar más financiamiento comercial para descuentos que en la actualidad.
Walmart, el mega minorista estadounidense, dijo en sus conferencias de resultados recientes que logra ver cómo la inflación regresa a niveles más normales. La cadena de descuentos Dollar Tree, que fue noticia cuando aumentó sus precios de 1 dólar a 1.25 dólares en 2021, volvió a introducir un rango de 1 dólar en un número limitado de productos.
Una gran duda es si el cambio se producirá lo suficientemente pronto antes de noviembre como para rectificar la percepción pública de que el presidente no está haciendo un buen trabajo en la economía estadounidense.
En la edición de enero de la encuesta del FT Michigan Ross se muestra que más de la mitad de los votantes creen que su situación empeoró con Biden. Más de 40 por ciento de los encuestados considera las políticas demócratas como una de las tres razones principales por las que los precios siguen subiendo, el segundo factor más importante después de las grandes corporaciones, que 57 por ciento de los encuestados cree que se están aprovechando de la alta inflación.
El Departamento de Tesoro de EU enfatizó en repetidas ocasiones que los salarios suben ahora a un ritmo más rápido que los precios para el estadounidense promedio. Pero el homólogo de Barkin en la Fed de Atlanta, Raphael Bostic, declaró al Financial Times a principios de este mes que cree que el encarecimiento de artículos como los alimentos sigue pesando en el estado de ánimo de la nación.
“Todo el mundo se daba cuenta de que, cuando ibas al supermercado, con la misma cantidad de dinero no comprabas la misma cantidad de cosas”, dice Bostic.
“Ahora que la inflación se desaceleró, la escalada de la crisis no es tan extrema. Pero los precios siguen siendo más altos que en muchos casos y que al principio de la pandemia, y eso sigue pesando sobre la gente”.
Barkin se mostró de acuerdo en que el mayor costo de los bienes que se compran con frecuencia perdura en la memoria de los compradores, y dice que si los precios suben drásticamente en un corto espacio de tiempo, “eso es lo que la gente suele recordar”.
DJR