Adam Neumann quiere que se cuente su historia. No, no la del joven desenfrenado fumador de marihuana, amante del tequila y derrochador que llevó a su unicornio del cotrabajo WeWork a una valoración de 47,000 millones de dólares (mdd) y luego al borde de la quiebra. Esta historia ya ha sido objeto de innumerables artículos, documentales y una serie de Apple TV+ en la que Jared Leto interpreta a Neumann con un estilo mesiánico y acento israelí.
La versión de Adam Neumann de su propia historia es el segundo acto, el regreso. A los 42 años de edad, dice que está comenzando “algo mucho más grande de lo que incluso yo sabía que era posible”.
Estamos en la sede de la oficina familiar de Neumann, un delgado edificio Beaux Arts en Greenwich Village, donde todavía se puede ver la sombra del logotipo de WeWork en el exterior. IBM era el principal cliente de la compañía en este edificio y el propio WeWork fue inquilino de Neumann hasta 2021, siendo este uno de los varios edificios en los que invirtió personalmente y que luego fueron alquilados a la empresa que controlaba.
Ese posible conflicto de intereses, abordado por el consejo de administración y que se divulgó, fue apenas una de las cosas que asustó a los inversores de Wall Street cuando Neumann intentó sacar a bolsa su deficitario “kibutz capitalista” en 2019. En la crisis que siguió, WeWork estuvo a pocas semanas de quedarse sin efectivo, Neumann perdió su puesto de director ejecutivo y su control sobre la empresa, y SoftBank, la firma de inversión japonesa que había apostado 10,000 mdd por la visión de Neumann de cambiar el trabajo tal y como lo conocemos, tuvo que gastar miles de millones más para rescatar el negocio. Su segundo acto debería requerir menos capital externo que el primero.
La experiencia no ha hecho mella en la capacidad de venta de Neumann. Masayoshi Son, el fundador de SoftBank a la caza de unicornios, invirtió sus primeros 4,400 mdd después de que Neumann le dio un recorrido en WeWork en 2016. Mi paseo por su nueva sede de un solo piso es aún más corto, una mancha de personas preocupadas frente a sus pantallas que, según Neumann, trabajan para él o para las startups en las que ha invertido. “Es un verdadero cotrabajo”, dice, antes de aclarar que esto no viola el acuerdo de no competencia que firmó al dejar WeWork.
El tiempo apremia y Neumann tiene su argumento de ventas preparado. Se trata de fundar nuevas startups, financiar otras y crear todo un nuevo imperio inmobiliario.
A juzgar por las diapositivas que tiene al frente, también se trata de surfear. La portada de la presentación muestra a un surfista solitario atravesando una enorme ola.
En el momento, no puede resistirse a una analogía de regreso. “Para ser emprendedor, tienes que tomar regularmente decisiones en el momento. Y para tener éxito, tienes que, con el tiempo, tomar más decisiones correctas que incorrectas. Pero a medida que tengas más práctica, al igual que el surf, mejor lo harás”. Lo que da a entender es que si Neumann cayó en desgracia con WeWork, solo fue porque iba demasiado rápido. Ahora está preparado para alcanzar mayores alturas.
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Neumann abrió su oficina familiar en 2019, cuando la valoración de WeWork estaba en su punto máximo y su propio patrimonio •en teoría• había alcanzado los 13,000 mdd. Ya había cobrado unos 700 mdd de sus acciones y había empezado a añadir participaciones en otras startups a su cartera de propiedades.
Los antecedentes de Adam Neumann hacen que el sector inmobiliario sea un lugar obvio para empezar, aunque su acuerdo de no competencia excluye el espacio de oficinas. DJ Mauch, un inversionista que trabaja con Neumann, presentó un análisis que lo cautivó: en Estados Unidos (EU) faltan unos 5 millones de viviendas, pero solo se construye una cuarta parte de ese número al año, según Neumann. “Si se detuviera la construcción hoy, se quedaría sin viviendas en menos de dos meses. Una locura, ¿no?”
Así que Neumann, después de una década de revolucionar los mercados de oficinas, ha estado comprando departamentos de alquiler asequibles en ciudades estadounidenses que durante la pandemia se llenaron con millennials y centennials.
El directivo ya se aventuró en propiedades residenciales anteriormente con WeLive, abriendo algunos edificios de departamentos tipo dormitorio con espacios comunes llenos de fruta fresca y clases de yoga. Todavía no está listo para divulgar sus planes esta vez, dice, pero “todo lo que puedo decir es que creo que la oportunidad es enorme”.
WeWork fue su quinta empresa, pero Adam Neumann revela que ya inició una sexta, inspirado por su esposa. Rebekah tomó su preocupación por el medio ambiente y empezó a comprar bosques cerca del ecuador, con la esperanza de salvar los valiosos sumideros de carbono de la tala. Rebekah retó al equipo a idear una forma de comprar más bosques y ganar dinero al mismo tiempo.
El resultado fue Flow Carbon, una empresa que vende créditos de dióxido de carbono a compañías que quieren compensar sus emisiones. El giro es que los créditos se guardan en blockchain, de modo que los actores de un mercado pueden estar seguros de que no están comprando algo que se ha vendido muchas veces antes. Dice que logró 10 mdd en ventas el año pasado.
La historia completa de la empresa de Neumann no solo es la de las inversiones inmobiliarias o el sueño de una startup que cambie el mundo. Se trata de la mutación de Adam Neumann, que ha pasado de ser un fundador dependiente de la recaudación de capital externo a ser un proveedor de esos fondos. Su oficina familiar ya invirtió en otras 49 startups.
Esto también ubica al propio Neumann en la posición que ocupaba Son, de SoftBank, cuando aún dirigía WeWork. Le pregunto a Neumann cómo influye esa experiencia en su forma de actuar ahora. “Creo que es esa experiencia la que nos permite a mí y al equipo ser ahora inversores de riesgo…. en realidad se trata de aprovechar los éxitos”.
Neumann llamó a varios antiguos colegas después de dejar WeWork y les preguntó qué creían que había hecho mal. Pero ni siquiera sus amigos están seguros de que en realidad se lamente, con la excepción de no haber puesto un freno al gasto de WeWork en el momento adecuado para demostrar a Wall Street que podía generar utilidades. “Creo que todavía está procesando lo que le pasó y está en la búsqueda de tener la euforia del surfista fundador que conquista la próxima ola”, dice uno de ellos.
En virtud de su acuerdo legal con SoftBank, Neumann puede volver al consejo de WeWork, aunque solo como observador, y con la bendición del grupo japonés. Sus amigos creen que desea que le inviten a regresar.
Al igual que en WeWork, Adam Neumann sigue siendo algo atípico, una figura poco común que fascina incluso a la gente que se muestra consternada por su intento de regreso. Steve Jobs tuvo uno. También Masayoshi Son. Le pregunto a Neumann si tenía algún modelo así en mente cuando se sentó a escribir su segundo acto.
“Creo que lo bonito de la nueva historia es que es una evolución y una consecuencia de la antigua”, responde. “Aprendemos de lo que sea que podamos aprender, y luego lo aplicamos a medida que avanzamos”, concluye. Le pregunto: ¿qué quiere para el próximo capítulo de Neumann? “Eso es fácil. Este capítulo, me gustaría que fuera la verdad”.
GAF