Las desgracias nunca vienen solas. Así es cómo deben sentirse en este momento los responsables de la formulación de la política económica de Reino Unido. La economía tuvo un pésimo desempeño después de la crisis financiera de 2007-2009, luego empeoró aún más tras la pandemia y ahora se encuentra en medio de una tormenta que creó un presidente estadunidense que no solo es proteccionista, sino impredecible. Para un país dependiente del comercio, esta es una posición incómoda.
La realidad más importante sobre la economía y la política de Reino Unido es el desplome del crecimiento de la productividad. De acuerdo con “Yanked away”, un informe de Simon Pittaway para la Resolution Foundation, la productividad laboral aumentó un triste 5.9 por ciento entre los primeros trimestres de 2007 y 2024. Los salarios reales aumentaron 2.2 por ciento, una cifra aún más triste, durante este periodo. Para poner esto en un contexto (completamente deprimente), en los 17 años anteriores, de 1990 a 2007, la productividad británica aumentó 38 por ciento, mientras que los salarios reales subieron 42. En esencia, la economía ha dejado de crecer. Un periodo comparable de estancamiento al parecer no ha ocurrido desde el siglo XVIII.
Con una excepción, el desempeño del resto del G7 también ha sido lamentable desde la crisis financiera y, de nuevo, desde la pandemia. Así, según Resolution, el PIB por hora trabajada de EU aumentó 9.1 por ciento entre el cuarto trimestre de 2019 y el de 2024, frente a 3.4 por ciento en Japón, 0.4 en Alemania, -0.5 en Canadá, -0.8 en Reino Unido, -0.9 en Italia y -1.2 por ciento en Francia. Reino Unido, al menos, no está solo.
EU juega en una liga; el G7 en otra. ¿Por qué? Pittaway aborda esto en ¿Qué debería aprender Reino Unido de la Bidenomía, publicado por el Mossavar-Rahmani Center de la Escuela de Negocios Kennedy de Harvard (en coautoría con Ed Balls).
La principal conclusión es que el reciente crecimiento superior de la productividad de EU, en comparación con Reino Unido, no se limita al sector de tecnología, sino que es mucho mayor.
Añade que, si bien las compañías estadunidenses de tecnología son líderes mundiales, su uso en el resto de la economía de EU ha contribuido aún más a impulsar la productividad. Parte de la explicación es que las empresas aumentaron la inversión en investigación, desarrollo y software mucho más rápido que en Europa.
Reino Unido, por tanto, sufre de una falta de dinamismo empresarial. ¿Hasta qué punto pueden influir las políticas en esto? Este es un foco de atención del estudio de la Escuela Kennedy sobre la Bidenomía.
Concluye que la magnitud de la respuesta fiscal estadunidense a la pandemia no tuvo precedente. Por consiguiente, el estímulo ascendió a 25 por ciento del producto interno bruto (5.2 billones de dólares), superando por mucho al de cualquier otra economía importante.
Además, las autoridades permitieron una rápida rotación del mercado laboral. En un contexto de fuerte demanda, esto atrajo a los trabajadores a mejores empleos con salarios reales más altos. Además, la Bidenomía, si bien intervencionista, fue bastante cautelosas. En lugar de las erráticas andanadas proteccionistas de Donald Trump, la Bidenomía se diseñó cuidadosamente por sector y por instrumento. Por lo tanto, se consideró que la dependencia de los créditos fiscales dejaba la responsabilidad de la innovación en manos de las empresas, evitando de esta manera la selección de los ganadores entre ellas.
No es necesario decir que la escala de la economía estadunidense, su solvencia y su sector de tecnología dominante hacen que cualquier intervencionismo de este tipo, incluido el gasto fiscal, sea mucho más fácil de implementar que en Reino Unido. Este último país tiene recursos y solvencia crediticia más limitados y una base mucho más débil para nuevas actividades.
También es evidente que las Bidenomía tuvo un mal final, al menos políticamente. Esto se debe en gran parte al repunte de la inflación. Sigue siendo un objeto de debate hasta qué punto fueron responsables de este repunte de la inflación. El hecho de que ahora sean reemplazadas por las Trumponomics, espectacularmente incompetentes desde cualquier punto de vista, probablemente hará que la Bidenomía luzca mejor en retrospectiva. Pero también significa que el entorno económico y político para los responsables de la formulación de políticas de Reino Unido es ahora aún más adverso.
La realidad subyacente sigue siendo que el estancamiento continuo es peligroso para la estabilidad política y social del país. En esta grave situación interna y externa, el país debe asumir el riesgo de una política activa. Un aspecto de esto, en mi opinión, debe ser crear vínculos más fuertes con nuestros vecinos europeos. Otro es implementar políticas industriales que sean intervencionistas de forma inteligente. Planeo analizar las posibilidades de este tipo de políticas en futuras columnas.