Se espera que la medida de inflación preferida por la Reserva Federal de Estados Unidos, el índice subyacente de precios de los gastos de consumo personal (PCE), se haya enfriado en julio.
El crecimiento de los precios al consumidor y los precios al productor se redujeron en julio en gran medida por la caída de las tarifas de la gasolina, y es probable que el informe del PCE del viernes siga esa tendencia de la inflación.
Se pronostica que el índice subyacente —que excluye los volátiles precios de los alimentos y la energía— registre un aumento de 0.3 por ciento frente a un aumento mensual de 0.6 por ciento en junio, de acuerdo con los economistas encuestados por Reuters.
“La debilidad de los precios de los servicios médicos, las tarifas aéreas y los servicios financieros en el Índice de Precios al Productor de julio redujo notablemente la traducción de los precios del PCE de julio respecto a lo que habíamos previsto después del IPC de julio”, señalaron en una nota los analistas de UBS, quienes proyectan que la inflación subyacente del PCE caiga hasta 4.5 o 4.6 por ciento desde una tasa anualizada de 4.8 por ciento en junio.
El PCE subió más de lo previsto hasta un máximo anualizado de 6.8 por ciento en junio, lo que elimina las esperanzas de que la inflación general alcance un máximo de 6.6. Los elevados precios de la gasolina contribuyeron a que la cifra principal fuera peor de lo esperado, pero la cifra subyacente subió a 4.8 por ciento en junio con respecto al año anterior en comparación con el 4.7 por ciento de mayo.
La lectura del PCE general ha sido susceptible de sufrir movimientos sustanciales este año, dada la volatilidad de los sectores de energía y alimentos, que se ha visto exacerbada por la invasión de Rusia a Ucrania.
El gobernador de la Fed, Christopher Waller, dijo en un discurso el 14 de julio que espera que la política monetaria sea restrictiva hasta que se produzca una “reducción sostenida” de la cifra básica.
La Fed subió su tasa de interés de referencia 0.75 puntos porcentuales por segundo mes consecutivo en julio para hacer frente a la inflación. Las minutas de la reunión de julio muestran que los funcionarios planean más aumentos de en futuras reuniones.
Actividad en zona euro
Es probable que el pesimismo que rodea a la economía de la eurozona se acentúe mañana, cuando se espera que una encuesta de referencia a las empresas revele un nuevo descenso de pedidos, producción y confianza.
Aunque el turismo y los servicios relacionados con la hospitalidad se vieron impulsados este verano al levantarse la mayoría de las restricciones por el coronavirus, se espera que los beneficios de esto se vean anulados por un número creciente de factores de contrapeso.
Rusia está reduciendo el suministro de gas natural a Europa, Italia está sumida en la agitación política y la inflación récord está erosionando el gasto de los hogares y la inversión de las empresas, lo que ha convencido a muchos economistas de que la eurozona se dirige a la recesión.
Jessica Hinds, economista senior de Europa en Capital Economics, dijo en una nota la semana pasada que los beneficios económicos de la flexibilización de las restricciones de la pandemia “parece que ya están desapareciendo y los vientos contra el crecimiento están aumentando”.
Se espera que el índice compuesto de gerentes de compras de la zona euro de S&P Global confirme este panorama desfavorable el mañana, cuando se proyecta que su lectura para la zona euro caiga de 49.9 en julio a 49.5 en agosto.
Este sería el segundo mes consecutivo en que el índice cae por debajo de la marca crucial de 50 que separa el crecimiento de la contracción, algo que hasta julio no había ocurrido en la eurozona desde principios del año pasado.
“En nuestros pronósticos centrales tenemos una recesión desde hace tiempo, es decir, una recesión técnica en el tercer y cuarto trimestre”, dijo Claus Vistesen, economista jefe para la eurozona en Pantheon Macroeconomics. “Creemos que la economía de la eurozona está ahora en recesión. Al menos, Alemania lo está”.
Impulso a la libra
La inflación en Reino Unido alcanzó en julio el nivel más alto de los últimos 40 años, 10.1 por ciento, lo que llevó a expectativas de aumentos más agresivos de las tasas de interés por parte del Banco de Inglaterra.
Unas tasas de interés más elevadas suelen impulsar la moneda de un país, ya que apoyan la inversión extranjera y la demanda de una moneda en relación con las de los países con tasas más bajas.
Sin embargo, desde que se publicaron los últimos datos del índice de precios al consumidor de Reino Unido, la libra registra una caída de 1 por ciento frente al dólar.
La libra ya perdió más de 10 por ciento frente al dólar este año y poco menos de 1 por ciento con el euro, a pesar de que el Banco Central Europeo solo subió las tasas para salir de territorio negativo en julio.
Algunos analistas afirman que el mal desempeño de la libra puede atribuirse a las sombrías perspectivas económicas de Reino Unido. El Banco de Inglaterra prevé que la nación entrará pronto en cinco trimestres de recesión. Un descenso del producto interno bruto reducirá, en teoría, el atractivo de la libra respecto a otras divisas.
“La moneda está bajando porque el mercado ve un impacto negativo en el crecimiento (de las tasas más altas)”, dijo James Athey, director de inversiones de Abrdn.
Los datos del IPC de julio provocaron una venta de los gilts británicos (bonos del gobierno) a corto plazo, que son sensibles a las expectativas de las tasas de interés, ya que la rentabilidad de los instrumentos de deuda alcanzó niveles que no se habían visto desde 2008. Los rendimientos de los bonos aumentan cuando sus precios caen.
La debilidad de la libra planteó dudas sobre la salud económica de Reino Unido a largo plazo. “El alza de las tasas y la caída de la divisa se ven más a menudo en los mercados emergentes que en los desarrollados, y posiblemente (sugiere) que los mercados cuestionan la credibilidad de la política de Reino Unido a largo plazo”, dijo Adam Cole, estratega jefe de divisas de RBC Capital Markets.
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