“La inflación es demasiado alta y entendemos las dificultades que provoca, y nos movemos con rapidez para reducirla. Tenemos tanto las herramientas que necesitamos como la determinación para restaurar la estabilidad de los precios en nombre de las familias y las empresas”. Así abrió Jerome Powell, presidente de la Fed, la rueda de prensa que siguió a la reunión del Comité Federal de Mercado Abierto de la semana pasada. Se trataba de una humillante disculpa, pero también sonó parecido al comentario de Mario Draghi de julio de 2012, “cueste lo que cueste”.
Powell argumentó con optimismo que “tenemos una buena posibilidad de tener un aterrizaje suave o más o menos suave”. Con esto quería decir que la demanda se va a acercar a la oferta, lo que a su vez puede “hacer bajar los salarios y la inflación sin tener que desacelerar la economía y tener una recesión y que el desempleo aumente”.
Lo más desconcertante de los argumentos no es que se admita que el camino sugerido será difícil de alcanzar, sino la creencia de que llegará a su destino. ¿Es posible reducir la inflación hasta el objetivo solo recortando el sobrecalentamiento del mercado laboral?
Algunos sugieren que sí. Alan Blinder, de la Universidad de Princeton y ex vicepresidente de la Fed, señaló que, al menos en siete de las últimas once ocasiones, el endurecimiento de la Reserva Federal condujo a aterrizajes “suaves”. La dificultad de estas comparaciones es que la inflación está ahora en su nivel más alto en 40 años.
Si uno cree que esto va a desaparecer tras un modesto endurecimiento, debe pensar que la inflación es “transitoria”. Esto es muy optimista. Lo más importante es que EU ha disfrutado una recuperación vigorosa.
La dificultad es que la inflación no suele desaparecer sin más en una economía tan fuerte. Sin duda, una parte de la inflación medida se debe a las limitaciones de la oferta nacional y mundial. Pero esto también es una forma de decir que el exceso de demanda está presionando ahora a la oferta en el país y en el extranjero. Para que Powell tenga razón, las limitaciones de la oferta no deben empeorar, mientras que las empresas y los trabajadores afectados por ellas deben asumir la reducción de las utilidades y los ingresos reales.
Es optimista pensar que no será necesaria una recesión para frenar la inflación, igual que la creencia de que dicha recesión puede evitarse. La dificultad es que afinar una desaceleración será más difícil de lo normal. Una de las incertidumbres es que la reducción de los ingresos por la alta inflación puede frenar la demanda; hasta qué punto lo hará depende de la voluntad de los consumidores de gastar sus ahorros.
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Otra incertidumbre es cómo afecta el endurecimiento de la política monetaria a las condiciones financieras en EU y en el extranjero. Existen niveles altos de deuda con denominación en dólares en todo el mundo y los precios de los activos también alcanzaron niveles extremos. Los precios de la vivienda estadunidense en febrero de 2022 eran 15 por ciento más altos que antes de la crisis financiera. Los desplomes de los precios de los activos en respuesta a un endurecimiento monetario pueden acelerar la política de la Fed, pero de forma imprevisible. Incluso una acción modesta de la Fed ha tenido grandes repercusiones: las tasas de interés aumentaron y los mercados sufrieron turbulencias.
Salvo para los historiadores, puede ser ocioso preguntarse cómo nos metimos en este lío. Es evidente, se debe en parte a conmociones imprevisibles. Pero los responsables de las políticas han sido demasiado optimistas respecto a la inflación. Debieron empezar a normalizar una política monetaria introducida en una crisis extraordinaria una vez que pasara lo peor. La Fed está retirando la ponchera demasiado tarde.
Por desgracia, es muy probable que ahora sea necesaria una recesión para mantener bajo control las expectativas inflacionarias. Es más, incluso si resulta ser innecesaria, porque la inflación se desvanece, puede producirse una recesión, solo porque incluso una política más restrictiva causa estragos en los frágiles mercados de activos de la actualidad. Pero la Fed tiene que mantener su maltrecha credibilidad en materia de inflación. Esa es la esencia del mandato del banco central. Debe armarse de valor y hacer lo que sea necesario.