El covid-19 ha sido una conmoción mundial devastadora, pero las noticias sobre vacunas son alentadoras. El impacto económico tampoco ha sido tan malo como se temía más o menos hace medio año. Además, un hombre cuerdo y decente pronto asumirá el cargo de presidente de Estados Unidos. Tal vez el mundo salga de esta pesadilla antes y en mucho mejor condición de lo que muchos temían.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) es menos sombría sobre el impacto económico inmediato del covid-19 de lo que era en junio. En ese momento, la organización tenía tanta incertidumbre que no proporcionó uno, sino dos pronósticos, ninguno de los cuales era el preferido. El más optimista asumió un “solo golpe” del coronavirus; el más pesimista un doble golpe. En el acontecimiento, grandes partes del mundo, sobre todo EU y Europa occidental, experimentaron ese doble golpe; sin embargo, ahora se espera que los resultados económicos este año sean mejores de lo que muchos temían en el caso de una pandemia de un solo golpe.
Esto no es minimizar la gravedad del impacto. Todavía se proyecta que el producto interno bruto mundial (PIB) se contraiga 4.2 por ciento este año, mientras que se proyecta que de los miembros de la OCDE disminuya en 5.5 por ciento. Esta recesión será la peor desde la Depresión. La OCDE advierte que “el promedio de la economía de los mercados avanzados y emergentes aún puede perder el equivalente a entre cuatro a cinco años de crecimiento del ingreso real per cápita para 2022”.
Sin embargo, el resultado pudo ser peor. Entre las grandes economías, las que más sorprendieron este año fueron EU —el pronóstico es de una contracción de 3.7 por ciento este año, en comparación la proyección de junio de una caída de 8.5 por ciento en el escenario de doble golpe— y China, que se proyecta, sorprendentemente, que aumente en 1.8 por ciento este año.
Inevitablemente, estos totales ocultan enormes diferencias entre las personas. El informe muestra lo divergentes que han sido los efectos de la conmoción económica incluso en Australia, donde la pandemia se contuvo bien. La crisis apenas afectó el número de horas trabajadas por profesionales y directivos. La situación fue mucho peor para las personas en ventas, obreros, operadores de maquinaria y los que trabajan en servicios comunitarios. El impacto sobre los más pobres ha sido catastrófico: el Banco Mundial pronostica que entre 88 y 115 millones de personas pueden caer en la pobreza extrema este año.
¿Qué nos espera? Además de su pronóstico de referencia, la OCDE considera un escenario optimista, en el que la vacuna se despliegue pronto y regrese la confianza. La tasa de ahorros de los hogares aumentó extraordinariamente este año: la tasa de ahorros de los hogares de Reino Unido, por ejemplo, se prevé que suba de 6.5 por ciento del ingreso disponible en 2019 a 19.4 por ciento este año. Si esto llega a caer, la demanda estallará. En el escenario negativo, la confianza se mantiene débil y las heridas a largo plazo de la economía son severas. Por lo tanto, la recuperación se aplaza y es débil. Incluso con el escenario optimista, la producción global no alcanzará los niveles previstos en noviembre de 2019 hasta 2022, el horizonte las previsiones más recientes. De hecho, las pérdidas tal vez nunca se recuperen.
La propuesta de que las heridas económicas serán duraderas es plausible. No solo la inversión recibió un golpe en el corto plazo, también lo recibieron los trabajadores y las empresas: la pérdida de puestos de trabajo para los primeros, insolvencia para muchos de los segundos. La OCDE pinta un panorama aleccionador de la alta proporción de negocios viables que surgirán con deudas angustiantes y un patrimonio neto negativo. Esto es cierto en el alojamiento y la comida, las artes y el entretenimiento y el transporte.
El camino más importante para restablecer la confianza es desplegar la vacuna lo más rápido posible. Si es necesario, se debe pagar a las personas para que la reciban, pero una buena política económica también será crucial. Parte de lo que se necesita es evitar errores, como retirar pronto el apoyo a la política monetaria y fiscal o retroceder aún más hacia el proteccionismo. También será crucial ayudar a las personas a conseguir nuevos trabajos y hacer frente al sobreendeudamiento.
Como subraya la OCDE, la conversión de deuda en capital será una parte importante de este esfuerzo. Un informe reciente del Institute for Innovation and Public Purpose de la University College London recomienda el uso de los fondos de patrimonio público como parte de un intento de sustituir la deuda con fondos propios deficitarios. El esfuerzo de reestructuración de la deuda también debe incluir a los países emergentes y en desarrollo. Gran parte de esta reestructuración de la deuda caerá en los balances de los gobiernos de los países de altos ingresos. No existe otra alternativa.
Hasta ahora, el esfuerzo global para manejar el impacto de la pandemia solo puede describirse como irregular. Los países de Asia oriental obtuvieron mejores resultados que los occidentales de altos ingresos en la gestión de la pandemia. En general, los gobiernos con la capacidad para hacerlo lograron apoyar sus economías, pero la cooperación internacional fue mucho peor que tras la crisis financiera de 2008; sin embargo, el esfuerzo por crear vacunas ha sido un triunfo.
Ahora debemos utilizar ese éxito para poner fin a esta pesadilla de la forma más rápida y global posible. Debemos adoptar las medidas necesarias para restablecer la confianza y devolver la vida a las economías, que sin duda han cambiado de una manera importante. No debemos permitir una lenta recuperación que deje cicatrices profundas y duraderas en el tejido económico, social y político. Los países de altos ingresos dejaron que eso les ocurriera después de la crisis financiera mundial. No deben volver a hacerlo, sobre todo porque una recuperación sólida y saludable está a su alcance.
Como podría decirnos Oscar Wilde, hacer un desastre después de una crisis puede considerarse una desgracia; hacerlo dos veces parecería un descuido.
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Amazon ofrece servicios con chips propios
La unidad de computación en nube de Amazon ofreció un nuevo servicio de supercomputación basado en su propio diseño de procesadores, una señal más de cómo los chips basados en la tecnología de Arm están invadiendo el territorio de Intel y Advanced Micro Devices.
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Los chips de Arm han estado en teléfonos móviles desde hace tiempo porque pueden operar con niveles de potencia muy bajos, pero se usan cada vez más en centros de datos donde su eficiencia energética ayuda a controlar los costos.