Hace una década, cuando Washington aún bullía con ese espíritu de “cambio esperanzador” desatado por el ex presidente Barack Obama, la Casa Blanca se entusiasmó con los ángeles.
En 2010 dio a conocer una reforma política conocida como el marco Qualified Small Business Stock (Acciones Calificadas de Pequeñas Empresas o QSBS), que prometía proteger a los inversionistas iniciales (o ángeles) del impuesto sobre las ganancias de capital si financiaban empresas con menos de 50 millones de dólares de activos durante al menos cinco años, hasta un valor máximo de 10 mdd. La idea detrás de esta iniciativa (que ampliaba una anterior y muy modesta exención fiscal del QSBS) era “aumentar la inversión del sector privado en las pequeñas empresas” y fomentar la innovación, o eso decía el anuncio.
Era, si se quiere, el equivalente fiscal de la maternidad y el pay de manzana: algo diseñado para conseguir el apoyo bipartidista del Congreso, lo que sí ocurrió.
Sin embargo, una década después, esos ángeles ya no vuelan tan alto. En los próximos días, los demócratas presentarán en el Senado el proyecto de ley de infraestructura Build Back Better (Reconstruir Mejor), de 1.75 billones de dólares, tras aprobarse por la Cámara de Representantes. Y escondida (muy) profundamente dentro del gigante hay una cláusula que revertirá las reformas del QSBS de Obama.
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Hasta ahora, pocos fuera del mundo de los ángeles se han dado cuenta. Pero los inversionistas de todo tipo deben tomar nota, porque se trata de un poderoso símbolo de cómo las audaces aspiraciones del presidente Joe Biden se empañan mientras la “esperanza” choca con el proceso de “producción legislativa” que es la creación de políticas en el Congreso.
La cuestión que está en juego gira en torno a la marcada disparidad que existe en Estados Unidos entre las tasas impositivas sobre las ganancias de capital y los ingresos. El equipo de Biden expresó en repetidas ocasiones su deseo de crear una cultura fiscal más equitativa, afirmando que quiere tapar el agujero fiscal nacional frenando la capacidad de los financieros astutos de reducir sus facturas de impuestos calificando los ingresos como ganancias de capital.
Así, al elaborar el proyecto de ley Build Back Better, la administración se centró en los intereses transferidos que utilizan desde hace décadas los fondos de capital privado y los fondos inmobiliarios, entre otros. “Los intereses transferidos son un vacío legal que debe cerrarse por completo”, señaló en septiembre Jared Bernstein, asesor económico principal de la Casa Blanca.
Sin embargo, el equipo también introdujo una cláusula que reducirá la desgravación fiscal de los QSBS de 100 a 50 por ciento (o 30 por ciento en términos efectivos, una vez que se tengan en cuenta otras reformas fiscales). Esto se debe a los informes de que algunos de los inversionistas ángeles que se beneficiaron del QSBS en la última década son los ultrarricos de Silicon Valley.
En lo personal, simpatizo bastante con los instintos que impulsan esta misión de la Casa Blanca. Como señaló Warren Buffett, parece perverso que los financieros como él hayan organizado sus asuntos para pagar tasas de impuestos efectivas más bajas que una secretaria al clasificar los ingresos como ganancias de capital. Tiene sentido tener incentivos para respaldar la toma de riesgos empresariales, pero no con este nivel de abuso.
Aunque la misión de Biden parece loable, la ejecución no lo es. El primer borrador del proyecto de ley atacaba el “vacío legal” de los intereses transferidos, como quería Bernstein. Pero esto se diluyó despupés ante la presión de la industria del capital privado y otros. O como lamentó Bernstein, también en CNBC: “Cuando vas al Capitolio y empiezas a negociar sobre los impuestos, hay más cabilderos en esta ciudad sobre los impuestos que miembros del Congreso”.
Sin embargo, las reformas del QSBS se mantuvieron en el proyecto de ley, aunque las de los intereses transferidos se descartaron en su mayor parte, quizá porque los pequeños empresarios tienen menos influencia que los gigantes de Wall Street. Para colmo, el nuevo régimen se impondrá con carácter retroactivo a las inversiones existentes, sin tener en cuenta el hecho de que muchos inversionistas hicieron compromisos a cinco años en la última década, basándose en la promesa de Obama de crear un refugio fiscal.
Como era de esperar, el sector de la inversión ángel está furioso y advierte que estas medidas van a frenar los flujos de capital hacia los emprendedores. Después de todo, señala, solo 4.1 por ciento de todo el financiamiento de riesgo se destina al capital semilla, una proporción que disminuyó en los últimos años en relación con el tsunami de dinero que se destina al financiamiento de la última etapa.
Es probable que estas predicciones de fatalidad sean exageradas, teniendo en cuenta la cantidad de riqueza recién creada que se arremolina en lugares como Silicon Valley, en busca de un hogar para la inversión. Pero, aunque solo sea por eso, el carácter caprichoso y retroactivo de las reformas puede socavar (aún más) la confianza de los inversionistas en las estructuras fiscales estadunidenses o la coherencia de las futuras políticas de Washington.
Lo que hace que la situación sea doblemente perversa es que la recaudación fiscal propuesta para esta reforma es de apenas 5 mil 700 millones de dólares a lo largo de una década, según el Comité Conjunto de Impuestos del Congreso. Esto es un cambio insignificante comparado con el tamaño del agujero fiscal de Estados Unidos (a modo de comparación, las reformas propuestas del impuesto de sucesiones recaudarán más de 200 mil mdd).
Entonces, ¿se producirá realmente el ataque a los ángeles? En este momento nadie lo sabe, dado que los senadores cambiarán casi con toda seguridad el proyecto de ley de Build Back Better si realmente lo aprueban (lo que sigue siendo un gran “si”). Pero lo que ya está claro es que esta lamentable historia puso de manifiesto la naturaleza sórdida de la maquinaria de los grupos de cabildeo de Washington, minando la esperanza de que Biden pueda elaborar un plan político sensato. A veces los ángeles pueden ser en verdad simbólicos.