Opinión. Recuperar el terreno perdido nunca es fácil; la firma se apresura a pasar por cinco “nodos” de fabricación de chips en cuatro años, la mitad del tiempo requerido
¿Intel está en medio de uno de los mayores cambios de rumbo de la historia empresarial? ¿O es que Washington se comprometió a invertir decenas de miles de millones de dólares en una empresa en decadencia, en un vano intento de recuperar el liderazgo mundial en la fabricación de chips?
La magnitud de la apuesta de Estados Unidos quedó al descubierto esta semana, cuando Intel dio a conocer lo grande que es el agujero en el que se encuentra la parte de fabricación de su negocio. De no haber sido por un cambio en sus políticas de depreciación, habría registrado el año pasado unas asombrosas pérdidas de 11 mil 200 millones de dólares en fabricación sobre ventas de 18 mil 900 millones. Incluso después de ampliar la vida útil de algunos de sus equipos de producción de cinco a ocho años, aún le quedaban casi 7 mil millones de dólares de números rojos.
Sin embargo, esto ni siquiera es lo peor. La compañía predice que sus pérdidas de fabricación alcanzarán su punto más bajo este año, antes de una lenta recuperación. Sus acciones, ya maltrechas, cayeron otro 8 por ciento.
Esto nunca iba a ser un cambio de rumbo rápido o fácil. Mientras recupera el terreno perdido, Intel se apresura a pasar por cinco “nodos” de fabricación, o nuevas tecnologías de proceso, en solo cuatro años, la mitad del tiempo que tardaría normalmente. Esto cargó a esa división con enormes costos iniciales para cada generación de tecnología sin darle tiempo para alcanzar la producción en volumen, cuando aparecen márgenes de utilidades saludables.
La buena noticia es que, casi tres años después, las cosas van por buen camino. Esto no es poca cosa: después de una década perdida en la que dilapidó su liderazgo en la fabricación de chips, Intel tiene posibilidades reales de volver a la paridad con sus rivales TSMC y Samsung.
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Los políticos también pueden sentir cierto alivio por la caída del precio de las acciones de Intel. Lo último que necesita la Casa Blanca es que se perciba que el dinero de los contribuyentes representó una ganancia inesperada para los accionistas de Intel, después de que la compañía pasó años invirtiendo poco en su negocio para poder recomprar acciones.
El mensaje de Intel esta semana fue que las cosas van a tardar aún más de lo que muchos esperaban, y el rechazo del mercado de valores es una señal inquietante. Se suponía que la separación de los resultados financieros de su división de fabricación debía ser un hito importante, iba a darle confianza a Wall Street de que sus negocios de fabricación y diseño de chips ahora se manejan de forma independiente, aumentando la presión sobre cada uno para que funcionen.
También se pretendía que actuara como catalizador de un repunte del precio de las acciones. El director financiero, David Zinsner, sugirió que, dentro de un par de años, el negocio de fabricación por sí solo debe valer al menos 200 mil millones de dólares, más que el valor total de Intel en la actualidad. Que la estrategia no haya funcionado se debe a un simple hecho. En lo que respecta a la mayoría de los inversionistas, los dos lados del negocio de Intel todavía están unidos y su codependencia seguirá dictando su suerte.
Los nodos de proceso más nuevos requieren una inversión cada vez mayor, lo que significa volúmenes de producción cada vez más grandes para hacerlos económicamente viables. EU respalda a Intel porque considera que el nuevo negocio de fundición de la empresa —fabricar chips por encargo de otras firmas, no solo según los propios diseños de Intel— es un importante activo nacional, pero los largos ciclos de productos en la industria de chips significan que van a tardar años para atraer nuevos clientes.
En este sentido, las cosas no van bien. Después de perderse por completo la revolución móvil, Intel ahora tiene dificultades para poder ofrecer los productos adecuados para el floreciente mercado de la inteligencia artificial. Esta semana, Intel dijo que el fracaso en la venta de aceleradores de inteligencia artificial -chips que aceleran el entrenamiento de grandes modelos de IA- es una de las principales razones por las que no alcanzaría sus objetivos de rentabilidad para 2026 hasta el final de la década.
Esto es inquietante. Para los inversores, el cambio de rumbo se sigue alargando más en el futuro, con pocas perspectivas de que haya algo en el horizonte que ayude a las acciones. Mientras tanto, para los políticos de Washington los costos de la política industrial en el sector de los semiconductores deberían estar empezando a hacerse patentes. Ya se enfrentaban a la necesidad de aportar más respaldo financiero a Intel, sólo para seguir el ritmo de los subsidios de los que disfrutan los rivales de la empresa. Si la compañía se enfrenta a una baja rentabilidad crónica y tiene dificultades para alcanzar la capacidad total en sus nuevas plantas, lo único que pasará es que aumente la presión.
Apoyar a Intel para que se convierta en el campeón estadunidense de la fabricación de chips tal vez fue la decisión correcta desde el punto de vista de la seguridad nacional y económica, pero las futuras administraciones de Washington van a conocer todos los costos de esa decisión.