En su puesto en uno de los mercados de alimentos más conocidos de Lima, Alexander Tocas pela y deshuesa un pollo antes de pesar la carne y envolverla para un cliente.
“Ahora cuesta 9 soles 80 (2.45 dólares) el kilo”, dice. “El precio subió a más de un sol en solo una semana. Eso es lo que sucede cuando tienes tanta incertidumbre política como la que hemos tenido en los últimos meses”.
Después de la toma de posesión del presidente izquierdista Pedro Castillo, muchas empresas y comerciantes están preocupados por la economía, que mantuvo un desempeño destacado en América Latina desde principios de siglo. En julio, la inflación en Perú registró su mayor salto mensual en más de cuatro años.
Perú no es el único en esto: en todo el mundo —desde EU hasta el Reino Unido y Alemania— los precios de las materias primas están aumentando a medida que las economías se recuperan de un desastroso 2020.
- Te recomendamos Pedro Castillo recibe dosis anticovid de Sinopharm para animar a escépticos en Perú Latino América
Pero en Perú, los aumentos se exacerbaron por la depreciación de la moneda. Los importadores no solo pagan altos precios internacionales por alimentos básicos como el trigo, los cereales y la soya, también lo hacen porque el sol ya perdió 13 por ciento de su valor en la paridad con el dólar desde principios de año.
“La inflación se debe en parte al aumento global de los precios de las materias primas de consumo, y los alimentos son un componente atípicamente grande en la canasta peruana”, dijo Alfredo Thorne, exministro de Finanzas y ahora asesor económico. “Sin embargo, la depreciación del sol también desempeña un papel y eso es una consecuencia de la incertidumbre política”.
El 30 de julio, dos días después de que Castillo asumió el cargo, el sol registró su mayor caída en su paridad con el dólar en siete años, atravesando por primera vez la barrera psicológica de cuatro por un dólar. El mercado de valores se desplomó casi 6 por ciento.
La razón principal fue la decisión de Castillo un día antes de nombrar a un izquierdista de línea dura, Guido Bellido, como su primer ministro. Esa noche, en medio de la confusión y la secrecía, nombró un gabinete igualmente radical, recurriendo en gran medida a miembros de Perú Libre, el partido marxista-leninista que lo impulsó al poder. Visiblemente no nombró a un ministro de finanzas.
“Decir que Castillo tuvo un mal comienzo con los nombramientos de su gabinete es quedarse muy corto”, señaló la empresa de asesoría global Teneo.
Para el lunes siguiente, el presidente al menos había conseguido un ministro de finanzas: el ex economista del Banco Mundial, Pedro Francke.
En su primera conferencia de prensa, Francke buscó calmar los nervios al decir que el gobierno “no tenía intención de establecer controles de precios o controles de tipo de cambio”.
“Eso no es apropiado en una economía de libre mercado”, dijo.
También destacó que estaba trabajando para convencer a Julio Velarde, el veterano y respetado director del banco central, de permanecer en el cargo, aunque reconoció que podrían pasar “semanas” antes de lograr un acuerdo.
Los mercados se estabilizaron la semana pasada, pero todavía no se recuperan. El sol se estancó en más de cuatro por dólar.
Para los opositores de derecha de Castillo, esto es una prueba de lo que han alegado: que un profesor de escuela primaria rural convertido en cruzado por los pobres, es esclavo de los ideólogos marxistas del Perú Libre y no se le puede confiar la economía.
“Ahora todos podemos entender a lo que nos enfrentamos”, aseguró su derrotada oponente electoral, Keiko Fujimori, quien afirmó durante toda la campaña que Castillo quería convertir a Perú en “una nueva Venezuela”. Describió los nombramientos del gabinete como algo “caótico” y el gobierno como “comunista”.
La comunidad empresarial de Perú, unida y centrada en Lima está profundamente preocupada, aunque son pocos los dispuestos a hablar públicamente. “Nadie quiere poner la cabeza por encima del parapeto”, comentó un alto líder de la iniciativa privada al Financial Times.
El director ejecutivo de una empresa peruana aseguró tener tres preocupaciones: la debilidad del sol, la amenaza de Castillo de renegociar los tratados de libre comercio (TLC) de Perú y el posible impacto de su política en el importantísimo sector minero, que genera más de la mitad de los ingresos de las exportaciones.
“Exportamos principalmente a Estados Unidos. Es posible imaginar el impacto negativo si el gobierno comienza a entrometerse en el TLC”, dijo.
En tanto, los opositores de Castillo traman su próximo movimiento político. Algunos ya piden el juicio político del presidente, diciendo que violó las reglas de transparencia al no mantener registros adecuados de sus reuniones durante sus primeros días en el cargo. El Congreso de Perú tiene un historial de tratar de derrocar presidentes, a menudo por motivos endebles.
Pablo Secada, un economista y político peruano, describió la opción del juicio político como “una bomba nuclear”. Otros opositores proponen una estrategia menos incendiaria. Dicen que el Congreso debería aprobar el polémico gabinete de Castillo —que se debe someter a un voto de confianza este mes—pero tratar de bloquear algunas de sus propuestas más disruptivas, en particular su intento de reescribir la constitución.