Cómo financiar la transición rápida a un mundo mejor

Opinión. A través de un estudio, se recomienda una reforma “audaz y sensata” de los bancos multilaterales de desarrollo

Ajay Banga, presidente del Banco Mundial. SUSANA VERA/REUTERS
Martin Wolf
Londres /

“El mundo está en llamas”. Con estas palabras comienza el segundo volumen de un informe sobre el fortalecimiento de los bancos multilaterales de desarrollo (BMD) encargado por el G20 y publicado la semana pasada en Marrakech. El calor de 2023 hace que sea algo más que una declaración figurada. Vivimos una época de grandes retos y de evidente incapacidad para afrontarlos. El tiempo que nos queda también es cada vez más corto.

El primer volumen, publicado en junio, proponía una “triple agenda” para los BMD: triplicar los préstamos anuales hasta 390 mil millones de dólares para 2030; adoptar un “triple mandato” de eliminar la pobreza extrema, impulsar la prosperidad compartida y contribuir a los bienes públicos globales, y ampliar y modernizar los modelos de financiamiento de los organismos. Este volumen explica con todo detalle lo que esto significaba. En pocas palabras, hace un llamado a una reforma de todos los aspectos del funcionamiento de los BMD, la escala de sus recursos, cómo los utilizan, los riesgos que asumen, su relación con el sector privado y su forma de operar.

Este llamado al cambio está justificado. Como señalé la semana pasada, el desempeño económico de muchos países en desarrollo se deterioró desde la pandemia. El número de personas en situación de pobreza extrema aumentó en 95 millones entre 2019 y 2022. Mientras, no se ha hecho lo suficiente para mitigar los riesgos en materia del clima. De hecho, no se puede hacer lo suficiente sin aumentar de forma considerable el financiamiento disponible para los países en desarrollo. Debemos hacerlo mejor.

Sin embargo, todo esto va a requerir de enormes recursos. El informe estima que el gasto anual total para esos fines en los países emergentes y en desarrollo debe aumentar en 3 billones de dólares (de 2.4 billones a 5.4) entre 2019 y 2030. La mayor parte de esto se destinará a los países de medianos ingresos. Solo 1.2 billones de dólares del incremento permitirán alcanzar los “objetivos de desarrollo sostenible”; el resto se necesitará para fines climáticos. De manera un tanto optimista, el informe sugiere que dos tercios del flujo de los recursos adicionales pueden provenir de fuentes internas y el resto del exterior. Al final, la mitad de estos últimos deben venir de fuentes privadas, 320 mil millones de dólares como préstamos oficiales no concesionales y 180 mil millones oficiales concesionales y subvenciones. La mitad de esta suma se destinará a países de bajos ingresos y casi todo el resto a los de ingresos medios bajos.

Los BMD tendrán que desempeñar un papel importante en el financiamiento externo adicional, no solo como intermediarios y conductos para fondos concesionales, sino como catalizadores de más capital privado, pero el deseado aumento de 500 mil millones de dólares en este último no se producirá por sí solo. El gran problema es que el sector privado considera que los proyectos potencialmente rentables son demasiado riesgosos, sobre todo por el lugar donde se realizan: la percepción de riesgo país impone altas tasas de interés que luego aumentan los riesgos. Esto crea un círculo vicioso de baja capacidad crediticia.

¿Qué es lo que hay que hacer? En primer lugar, los BMD deben cambiar con decisión de proyectos individuales a programas, con los gobiernos asumiendo la iniciativa. Solo esto último puede crear el entorno político en el que surgirá el financiamiento privado. Solo ellos deben proporcionar la coordinación necesaria para garantizar la transformación de la energía y otros sectores vitales. Sobre todo, solo así se podrán multiplicar los préstamos en escala y velocidad. El informe recomienda “plataformas nacionales” para coordinar un mayor financiamiento nacional y externo.

En segundo lugar, los BMD deben encontrar la manera de colaborar con el sector privado, que ahora no está dispuesto a asumir los riesgos de un financiamiento asequible y a gran escala de los países emergentes y en desarrollo. Los BMD deben unir las divisiones de préstamos oficiales y privados para identificar y crear oportunidades de inversión, desarrollar proyectos en cartera y compartir riesgos con el sector privado. Esto va a requerir nuevos instrumentos, en especial garantías más efectivas, en particular contra el riesgo cambiario. El potencial para ampliar el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones del Banco Mundial parece digno de mención. No menos importante es que los BMD (así como el FMI) deben mejorar su capacidad para ayudar a los países a afrontar las crisis.

Tercero, el financiamiento de los BMD debe, como se mencionó antes, triplicarse a 390 mil millones de dólares anuales, 300 mil mdd no concesionales y 90 mil millones concesionales. Por el contrario, en la actualidad los préstamos de los BMD a los países en desarrollo de ingresos medios son cercanos a cero, en parte porque las tasas de interés son altas. Para que esto suceda, los organismos deben utilizar sus balances de manera agresiva, incluso mediante el uso de nuevos instrumentos, pero también se requiere un aumento sustancial del capital oficial.

Además, se argumenta en el informe, será posible establecer un Mecanismo de Financiamiento para Desafíos Globales como plataforma para permitir que los fondos soberanos, las fundaciones, los inversionistas de impacto y tal vez incluso las empresas proporcionen recursos adicionales. También será necesario proporcionar mayor financiamiento concesional a los países de bajos ingresos y a algunos de medianos ingresos que no pueden darse el lujo de endeudarse convencionalmente. En cualquier caso, las subvenciones están justificadas cuando se pide a las naciones pobres que realicen inversiones que beneficiarán al planeta. Una vez más, se les debe pagar por preservar los sumideros de carbono, como los bosques.

Si los BMD no se hubieran creado, ahora tendríamos que inventarlos. Por fortuna, existen. Entonces, debemos usarlos; sin embargo, los países de altos ingresos deben hacerlo conscientes de que una gran parte de lo que desean financiar en las naciones emergentes y en desarrollo no solo es para su propio beneficio, también para mitigar los peligros que ellos mismos crearon en gran medida. Esto significa que existe un argumento tanto práctico como moral a favor de la urgencia y la generosidad.

La transformación que se recomienda para los BMD es audaz y sensata. Los líderes sensatos se encargarán de que esto suceda. La pregunta es si los tenemos.

Financial Times Limited. Declaimer 2021

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