Esta semana estalló una desagradable pelea en el escenario político estadunidense. No se trata de candidatos presidenciales. En su lugar, gira en torno a algo tan mundano que a menudo se ignora: el agua.
Los siete estados que utilizan el río Colorado para abastecerse de agua —Arizona, California, Colorado, Nevada, Nuevo México, Utah y Wyoming— debían acordar un plan para reducir su consumo de agua. Esto se produce después de dos décadas de sequía de la región en mil 200 años.
Sin embargo, el grupo incumplió el plazo debido a disputas. En particular, seis estados crearon una propuesta conjunta para el ahorro de agua, que California intenta vetar. El gobierno federal, que quiere recortes conjuntos equivalentes a un tercio del caudal promedio de los ríos, puede imponer ahora un plan de reducción de emergencia. Sin embargo, es casi seguro que California lo impugne ante los tribunales. Se vienen más peleas.
Los inversores deberían tomar nota. En los últimos años, quedó claro que la escasez de materias primas clave, como el petróleo, el litio o el maíz, perjudica a las empresas. Y como era de esperar, el interés de los inversores por el precio y el suministro de estas materias primas se disparó.
En comparación, la cuestión del agua curiosamente está desatendida. Aunque la Bolsa Mercantil de Chicago lanzó un instrumento de inversión del agua hace casi tres años.
El “estrés hídrico”, como lo denomina la ONU, también está alimentando conflictos dentro de los países, sobre todo porque muchos de ellos tienen marcos de gobernanza del agua que están obsoletos. El río Colorado es un buen ejemplo. La principal normativa sobre el uso del agua procede de un tratado creado en 1922.
La llegada de inversores financieros no es algo malo. Podría hacer que el precio del agua fuera más racional. También podría atraer más capital para invertir en innovación. Pero, como demuestran las compañías de energía de California, el financiamiento también puede tener un costo, en forma de manipulación de los precios y recortes de infraestructuras.
Según Nate Halverson, periodista de investigación, lo que podría hacer que estas cuestiones fueran doblemente polémicas es que algunos funcionarios de Estados Unidos sospechan que el país acabará teniendo que controlar la exportación de productos con gran densidad de agua para reflejar la creciente escasez. Se avecina un proteccionismo líquido.
SGS