A medida que baja la marea en los mercados de valores por la propagación de la pandemia del Covid-19, no ha tomado mucho tiempo llegar al “momento Warren Buffett”. Eso es cuando descubrimos quién en el mercado descendente “lleva traje de baño y quién nada desnudo”, como alguna vez dijo el inversionista multimillonario.
Entre los que carecen de ropa en la actual situación destaca la industria aérea estadounidense. Después de prodigar un impresionante 115% de su flujo libre de efectivo en la recompra de acciones desde 2014, las cuatro aerolíneas más grandes de Estados Unidos (EU) tienen muy poco para cubrir su vergüenza de dinero.
Carecen de flexibilidad financiera incluso para contribuir materialmente a las costosas interrupciones de negocios que se ciernen. Al no ser una opción adicional, sino una parte crucial de la economía de EU, esa fragilidad se dejó caer al por mayor en los regazos del público estadounidense, que ya está en apuros.
A los contribuyentes se les pide un rescate de 50,000 millones de dólares (mdd) solo para mantener a las aerolíneas surcando los cielos. Por supuesto, la aérea es solo una de las industrias que vaciaron sus balances con recompras de acciones, lo que las hizo menos resistentes a las recesiones.
En 2018, impulsadas por el aumento de las utilidades corporativas que se generaron por los recortes de impuestos del presidente Donald Trump, las compañías en el índice S&P 500 hicieron recompras de sus acciones por un valor de 806,000 mdd, superando el récord anterior de 2007, que fue de 200,000 mdd. El año pasado, la cifra alcanzó 730,000 mdd.
Tampoco se limitaron al flujo de efectivo excedente para hacerlo. De acuerdo con una investigación que realizó JPMorgan Chase, la proporción de recompras financiadas por bonos corporativos fue de hasta un tercio en 2016 y 2017.
En principio no hay nada de malo en devolver capital a los inversionistas. Su verdadero atractivo para los jefes radica en el alcance de la ingeniería financiera. Después de todo, las recompras no solo ajustan el balance de una empresa, también ofrecen un giro adicional al reducir el número de acciones en emisión.
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El resultado es manipular al alza el número de las ganancias por acción, a veces de forma dramática. Los principales beneficiarios no son los accionistas y corren el riesgo de que las empresas destruyan valor al comprar acciones sobrevaloradas. Los mayores ganadores son los directivos cuya remuneración está vinculada a las medidas del mercado de valores, como el crecimiento de EPS (ganancias por acción).
En muchos sectores, esto prácticamente se formalizó en un mecanismo para el autoenriquecimiento, según el inversionista Ben Hunt. Tomemos a Microsoft, por ejemplo, cuyos directivos perfeccionaron el arte de desplumar el ganso del accionista sin hacer mucho ruido.
En 2018, la compañía de tecnología recompró 150 millones de acciones, y “devolvió” 16,800 mdd a los inversionistas. Sin embargo, en el mismo año, Microsoft emitió 116 millones de nuevas acciones a los empleados cuando ejercieron opciones o controlaron unidades de acciones previamente restringidas.
El efecto neto de esta estrategia de comprar alto y vender bajo fue transferir 70% del valor de la recompra a los bolsillos de los gerentes. Esa no es la única forma en que las recompras pueden causar daño a los inversionistas.
Otro problema es que los directivos se centran principalmente en administrar una especie de fondo de cobertura con una empresa comercial adjunta. Basta con ver a Boeing bajo su antiguo jefe, Dennis Muilenburg, quien adoraba las recompras.
El antiguo CEO se hizo extremadamente rico con la recompra del fabricante de aviones por 43,000 mdd entre 2013 y 2019. En 2018 le permitió embolsarse 30 mdd en compensación y ganancias al ejercer las opciones.
Pero esto se financió apretando el costo de desarrollo y recortando presupuesto para el 737 Max, cuyos defectos mortales y la puesta en tierra que se dio más adelante ponen en duda el futuro de la compañía. Los inversionistas deberían ser capaces de descubrir los conflictos que impulsan el motor de recompra para transferir la riqueza.
En el caso de las aerolíneas, eso debería significar dejar que soporten el impacto financiero por su falta de atención. Eso incluye a Buffett, quien, con Primecap Management, un gran fondo de EU, es propietario de una cuarta parte del capital de los cuatro grandes operadores de líneas aéreas.
Los inversionistas del mercado de valores hablan mucho sobre la inversión sostenible. Tal vez es hora de que piensen más en la sustentabilidad financiera de las empresas que poseen.
SRGS/YVR