¿Cómo va a cambiar el covid-19 el mundo? No lo sabemos. Sin embargo, un resultado es evidente: un deterioro aún más marcado en las relaciones entre las dos superpotencias. Esto seguramente tendrá consecuencias a largo plazo.
El mundo de la actualidad tiene poderosos ecos de principios del siglo XX, cuando las rivalidades entre las potencias establecidas y las que estaban en ascenso llevaron a la guerra. Eso a su vez condujo al colapso de una era de globalización, “la primera globalización”. Actualmente, nuestra “segunda globalización” está bajo amenaza.
Sin embargo, eso es solo una parte de lo que está en juego a medida que las superpotencias abrazan una intensa rivalidad.
Consideremos acontecimientos recientes. Donald Trump culpa al “virus de Wuhan” por el devastador impacto del covid-19 en su país, con el fin de desviar la atención de sus propios fracasos. La autocrática China de Xi Jinping impone una legislación de seguridad draconiana a Hong Kong, en violación de las obligaciones de un tratado. No menos importante, la administración estadunidense estrenó un nuevo Enfoque Estratégico para la República Popular de China, guiado por lo que llama “realismo de principios”. Esto subraya la amenaza que representa China para la seguridad nacional y los intereses económicos de EU.
El comienzo del siglo XX también fue una era de globalización y de rivalidad desenfrenada entre las grandes potencias, ya que el relativo poder económico del Reino Unido cayó y el de Alemania, Rusia y Estados Unidos aumentó. Si bien el ascenso de EU fue el más significativo, la proximidad hizo que la competencia entre Alemania, que estaba decidida a disfrutar de su ventaja, y Reino Unido, que consideraba a Alemania como una amenaza mortal para su independencia, fuera decisiva.
Un fascinante artículo de Markus Brunnermeier y Harold James de la Universidad de Princeton y Rush Doshi de Brookings argumenta que “la rivalidad entre China y EU en el siglo XXI tiene un extraño parecido con la de Alemania y Gran Bretaña en el XIX”. Las dos rivalidades tuvieron lugar en una era de globalización económica y rápida innovación tecnológica. Ambas presentaron el ascenso de la autocracia con una economía protegida por el Estado que desafía una democracia establecida con un sistema de libre mercado. Además, las dos rivalidades presentaban “países inmersos en una profunda interdependencia que ejercía amenazas con los aranceles, el establecimiento de normas, el robo de tecnología, el poder financiero y la inversión en infraestructura para obtener ventaja”.
Los que “llegan después”, como Alemania en ese momento, o China en la actualidad, simplemente no aceptarán una desventaja permanente. De hecho, lo mismo ocurrió con Estados Unidos en el siglo XIX. Alexander Hamilton desarrolló el argumento de la industria incipiente para su protección. Reino Unido pasó al libre comercio, mientras que EU se mantuvo muy proteccionista. Reino Unido buscó proteger su propiedad intelectual, mientras que Estados Unidos intentó robarla. La rivalidad de este tipo siempre es inevitable.
El conflicto que comenzó en 1914 al final no terminó hasta 1945, con Europa, el este de Asia y la economía global en ruinas. Fue necesaria la entrada de nuevas grandes potencias en la escena global, sobre todo EU, para restaurar la estabilidad y la paz mundial, aunque de manera imperfecta. Como Maurice Obstfeld, ex economista jefe del FMI, muestra en otro excelente artículo, pasaron 60 años antes de que la integración económica volviera a los niveles de 1913 en relación con la producción mundial. Luego, la globalización fue mucho más lejos, antes de la crisis financiera mundial de 2008. En el proceso, también se logró una gran reducción de la desigualdad global y la pobreza masiva.
La creciente fricción entre China y Estados Unidos y el debilitamiento de la globalización han sido evidentes desde la crisis financiera mundial. Y covid-19 aceleró estas tendencias. La pandemia hace que los países vean hacia adentro. La demanda de autosuficiencia va en aumento. Esto es particularmente cierto en los productos relacionados con la salud, pero otras cadenas de suministro también se están rompiendo.
Los colapsos económicos, el desempleo estratosférico y las recuperaciones que son limitadas por la pandemia hacen que algunos líderes, especialmente los populistas y nacionalistas, estén felices de culpar a los extranjeros. La percepción de la incompetencia estadunidense debilita su credibilidad y envalentona a la autocrática China. A medida que Estados Unidos se retira de las organizaciones y tratados internacionales, y China sigue su propio camino, el tejido de la cooperación se desgarra. Incluso un conflicto armado es posible.
Como argumenta Larry Summers, el covid-19 parece ser un momento decisivo en la historia. Esto no es tanto porque está cambiando las tendencias, sino más bien porque las está acelerando. Es razonable apostar a que el mundo que surja al otro lado de la pandemia será mucho menos cooperativo y abierto que el que entró. Ahí es donde nos llevan las tendencias actuales.
Sin embargo, eso no lo hace deseable. Cuando observamos los terribles errores del pasado, debemos sorprendernos lo comprensibles y humanos que fueron, y por lo inevitable que el camino hacia el conflicto y el colapso económico le parecía a los responsables.
También debemos ver que el nacionalismo ciego y las fantasías de grandeza no produjeron un elegante equilibrio de poder, sino más bien un cataclismo. De este desastre surgió el mundo de la cooperación institucionalizada. Este tipo de mundo no se ha vuelto menos necesario. Se ha vuelto mucho más frágil.
Sobre todo, no debemos olvidar cómo normalmente ha terminado (aunque no siempre) la competencia desenfrenada de las grandes potencias. Sin embargo, la economía mundial actual está mucho más integrada que nunca y, por lo tanto, los costos de la desglobalización deben ser proporcionalmente mayores.
Armamento
Tenemos que recordar que las armas de las que se dispone actualmente son mucho más destructivas que las de hace un siglo. Esta vez, tampoco hay potencias externas capaces de salvar a China y a EU de sí mismos.
Cooperación
Quizás lo más importante es que necesitamos un nivel mucho más alto de cooperación global que nunca antes si queremos administrar nuestros bienes comunes globales.
Reto
Estos son tiempos difíciles y peligrosos. Necesitamos estar a la altura de la ocasión, pero no lo estamos. Esto es un hecho. Hay que reconocerlo, dice Wolf.
Desvinculación
Los colapsos económicos, el desempleo estratosférico y las recuperaciones que son limitadas por la pandemia, hacen que algunos líderes, especialmente los pupulistas y nacionalistas, estén felices de culpar a los extranjeros.