Cuando el repunte económico no es tan buena noticia

El dilema para los bancos centrales es si el optimismo actual es coherente con el objetivo de ubicar la inflación en 2%

El ataque ruso con cohetes en Hlevakha, en Kiev, entre los riesgos globales. Roman Hrytsyna/AP
Martin Wolf
Londres /

¿Llegó el momento de frenar el endurecimiento monetario o incluso de revertirlo? Que la respuesta a estas preguntas sea “sí” es una opinión cada vez más común. Los mercados sin duda se comportan como si los días de la agresividad estuvieran contados. Es posible que incluso tengan razón, pero solo sobre el futuro de la política monetaria si las economías resultan débiles. A medida que sean más fuertes, mayor será la preocupación de los bancos centrales de que la inflación no regrese a un 2 por ciento estable y, por tanto, es probable que la política se mantenga restrictiva durante más tiempo. En esencia, se puede esperar que las naciones sean fuertes, la política se relaje y que desaparezca la inflación, todo al mismo tiempo. Pero el mejor de los mundos posibles está muy lejos de ser el más probable.

La actualización de las Perspectivas Económicas Mundiales del Fondo Monetario Internacional (FMI) confirma una visión de cierta manera más optimista del futuro económico. En particular, se prevé un crecimiento económico mundial de 3.2 por ciento entre los cuartos trimestres de 2022 y 2023, frente al 1.9 por ciento del mismo periodo de 2021 y 2022. Esta cifra estará por debajo del promedio de 2000-2019 de 3.8 por ciento; sin embargo, dadas las enormes conmociones y los repuntes de la inflación, será un buen resultado.

Se prevé un crecimiento de 1.1 por ciento en los países de altos ingresos durante el mismo periodo, con 1 por ciento en Estados Unidos y 0.5 por ciento en la eurozona. Pero la economía de Reino Unido es la única del G7 que se contraerá, 0.5 por ciento; el pronóstico para 2023 también se revisó a la baja en 0.9 puntos porcentuales. Consideremos esto como uno de esos “dividendos del brexit”, el regalo que sigue rindiendo.

Sin embargo, lo más llamativo es la fortaleza de los países emergentes. Se prevé que crezcan 5 por ciento entre los cuartos trimestres de 2022 y 2023 (frente al 2.5 por ciento del periodo anterior), con las naciones en desarrollo de Asia con crecimiento de 6.2 por ciento (frente a 3.4), China con 5.9 por ciento (frente a 2.9) e India con 7 por ciento (frente a 4.3). Incluso se pronostica que China e India generen la mitad del crecimiento económico mundial este año. Si resulta que el FMI tiene razón, Asia está de regreso, a lo grande.

La reapertura de China y la caída de los precios de la energía en Europa se consideran las razones más importantes de la mejora de las perspectivas. También se prevé que la inflación mundial caiga de 8.8 por ciento en 2022 a 6.6 por ciento en 2023 y a 4.3 por ciento en 2024. El economista jefe del FMI, Pierre-Olivier Gourinchas, dijo que 2023 “puede ser un punto de inflexión”, con una mejora de las condiciones en los años siguientes. Sobre todo, no hay ninguna señal de recesión mundial.

De acuerdo con el FMI, los riesgos siguen a la baja, pero se moderaron desde octubre de 2022. En el lado positivo puede haber una demanda más fuerte o una inflación más baja de lo esperado. En el lado negativo, hay riesgos de peores resultados de salud en China, una fuerte agudización de la invasión a Ucrania o turbulencias financieras. A esto pueden sumarse otros focos de tensión, no solo Taiwán, sino el riesgo de un ataque al programa de armas nucleares de Irán que desencadenará un bombardeo de los yacimientos petroleros del Golfo.

Algunos pueden argumentar que se subestiman los riesgos a la baja para el crecimiento en los países de altos ingresos: los consumidores pueden retraerse, al agotarse los fondos que recibieron durante la pandemia; sin embargo, el riesgo contrario es que la fortaleza de las economías impida que la inflación descienda con suficiente rapidez hasta el objetivo. La inflación general posiblemente superó su punto máximo, pero, según el FMI, “la subyacente aún no toca alcanza su máximo nivel en la mayoría de las economías y se mantiene muy por encima de los niveles anteriores a la pandemia”.

Los bancos centrales se enfrentan a un dilema: ¿ya hicieron lo suficiente para cumplir su objetivo y anclar las expectativas de inflación? Si la Fed se fijara en el optimismo de los mercados, puede concluir que no, pero si se fijara en los pronósticos de los fondos para el crecimiento en EU, puede concluir lo contrario. Es posible que no sean desastrosas, pero son débiles. Lo mismo puede decirse del Banco Central Europeo y del Banco de Inglaterra cuando analizan sus propias economías. Estos organismo, de manera razonable, pueden esperar, para ver hasta qué punto se debilitan sus economías, antes de sus próximos movimientos. De hecho, el hasta ahora halcón de Harvard, Larry Summers, recomienda esa pausa.

Que la economía mundial parezca un poco más fuerte de lo que se esperaba no hace mucho es algo positivo; sin embargo, para los bancos centrales (y los inversionistas), esto también crea dificultades. Al fin y al cabo, el objetivo estratégico de los primeros debe ser ubicar la tasa de inflación anual en 2 por ciento y, de paso, anclar las expectativas en ese nivel.

Por tanto, el dilema para los bancos centrales es si el mayor optimismo actual es coherente con la consecución de ese objetivo estratégico, mientras que para los inversionistas es si la visión implícita de los mercados sobre cómo verán esta cuestión los bancos centrales es correcta. La dificultad analítica estriba en intentar dilucidar, en un mundo en el que existe un “juego” interactivo entre los bancos centrales y los agentes económicos, si los primeros hicieron justo lo suficiente para generar la economía necesaria para ubicar la inflación subyacente en el objetivo, o hicieron demasiado o muy poco.

Dada la incertidumbre, hay buenas razones para adoptar una postura de esperar y ver, pero un punto crucial es que, en un mundo inflacionario, las buenas noticias sobre la actividad económica en la actualidad no necesariamente son buenas noticias para la política y para el futuro, a menos que revelen que la compensación a corto plazo entre producción e inflación también es favorable. Si lo es, los bancos centrales pueden relajar sus políticas antes de lo que se esperaba. Si no es así, tendrán que endurecerlas más de lo esperado. Por el momento, uno puede tener la esperanza de lo primero, pero aún está lejos de ser seguro.


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