Si las prioridades de la humanidad se midieran en costos de construcción, entonces se clasificarían como: reverencia por Dios, el futuro de la física y la producción de chips de computadora.
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El complejo de edificios que rodea a la Gran Mezquita de la Meca se considera como la construcción más costosa de los tiempos modernos, aunque el costo del International Thermonuclear Experimental Reactor (Reactor Termonuclear Experimental Internacional) en Francia podría superarlo cuando esté terminado.
Pero el tercer edificio más caro es casi sin duda la gigantesca planta de fabricación de semiconductores que construye TSMC en Taiwán por alrededor de 20 mil millones de dólares. Cuando esté en funcionamiento el próximo año, la instalación va a contener salas limpias del tamaño de 22 canchas de futbol en las que los chips de silicio se fabricarán en dimensiones que van a redefinir el significado de lo que es muy delgado. Con solamente tres nanómetros, las obleas de TSMC serán tan gruesas como la longitud que crecen las uñas en tres segundos.
Este enorme gasto de capital pone de relieve la demanda casi insaciable que hay por los chips de computadora, el dominio de los fabricantes de chips taiwaneses y la sofisticación de la fabricación moderna. Los chips de TSMC alimentan todo tipo de cosas, desde los últimos iPhones de Apple hasta equipos médicos y aviones de combate F-35, lo que representa aproximadamente de 55 por ciento de las ventas mundiales de semiconductores.
Pero la fabricación de semiconductores también se convierte en un imperativo geopolítico. Como parte de su presión sobre la industria de tecnología de China, Estados Unidos presionó a TSMC para que deje de suministrar a Huawei, que ante fue uno de sus principales clientes. China, que gasta más en la importación de chips de computadora que en petróleo, comenzó a desarrollar una industria de semiconductores para reducir su dependencia de los proveedores extranjeros.
Al sentir su propia vulnerabilidad, Estados Unidos, Japón y la Unión Europea también intensifican sus esfuerzos para desarrollar industrias autóctonas de semiconductores, mientras sus grupos automotrices y compañías de juegos de computadora se lamentan por la falta de suministro. Los chips de computadora compiten actualmente con las vacunas como recursos imprescindibles para cualquier Estado nación.
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Si la capacidad militar de los siglos anteriores se basó en rifles de retrocarga, buques de guerra o bombas atómicas, es muy posible que en el siglo XXI dependa del uso más inteligente de chips avanzados. La crucial importancia de TSMC para la industria mundial de semiconductores a veces toma como una razón por la que China continental aún puede invadir Taiwán. Pero consideraciones militares y políticas mucho más importantes determinarán el curso de acción de Pekín.
De cualquier modo que se mire, TSMC es una compañía extraordinaria que está cosechando los beneficios de superar en inversión a sus rivales. Acaba de anunciar que su gasto de capital aumentará aún más a entre 25 mil y 28 mil millones de dólares este año ya que tiene dificultades para agregar capacidad lo suficientemente rápido para satisfacer la demanda. Durante una presentación de resultados el mes pasado, CC Wei, director ejecutivo de TSMC, dijo que las crecientes ventas de smartphones y computadoras de alto rendimiento y la adopción de la tecnología móvil 5G están impulsando la demanda de los chips lógicos de vanguardia de la compañía. “Creemos que el 5G es una megatendencia de varios años que permitirá un mundo donde la computación digital es cada vez más omnipresente”, afirmó.
La mayoría de las demás empresas de semiconductores abandonaron la carrera por fabricar chips de tres nanómetros debido a los costos estratosféricos. Ahora será difícil para cualquier rival recuperar terreno frente a TSMC debido a su enorme gasto de capital, su experiencia tecnológica, su red de proveedores y el apoyo que recibe del gobierno taiwanés. Solo Samsung, de Corea del Sur, se puede ver en su espejo retrovisor.
“Lo que diferencia a TSMC de otras fundiciones es su apetito por asumir riesgos y su capacidad de ejecución. Es un modelo de negocio increíble”, dice Brett Simpson, analista del sector de tecnología de Arete, una firma de investigación independiente. “El mercado se dirige hacia un jugador dominante y un jugador de subescala que aguanta y que se desempeña muy bien”.
La mayor preocupación para TSMC es la tensión geopolítica entre Estados Unidos y China. Con dos plantas de fabricación en China, una Washington en EU y planes para otra en Arizona, TSMC ha estado cubriendo sus apuestas. Pero como muchas otras compañías en un mundo que se polariza rápidamente, se ve obligada a elegir.
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Shelley Rigger, profesora del Davidson College en Carolina del Norte y autora de Why Taiwan Matters, dice que la presión de Estados Unidos sobre China solamente está reforzando la determinación de Pekín de volverse autosuficiente en la fabricación de semiconductores: “China tiene una cantidad infinita de dinero para enfrentar un problema como este y no tiene escrúpulos para hacer lo que se tenga que hacer”.
Taiwán teme desde hace mucho tiempo que el mundo pueda dividirse en cadenas de suministro rojas dominadas por China y cadenas de suministro azules centradas en Estados Unidos, poniendo en peligro las relaciones con su mayor socio comercial o su principal aliado estratégico. El espacio de maniobra de la isla empieza a verse tan delgado como las obleas de TSMC.
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