Davos: las empresas resuelven; políticos y medios, “polarizan”

La encuesta de Edelman marca la conversación en el preámbulo del Foro Económico Mundial, donde este año abundan los paneles sobre cambio climático, inclusión racial y participación de mujeres

Klaus Schwab, fundador del encuentro, da la bienvenida a los invitados. Markus Schreiber/AP
Gillian Tett, Andrew Edgecliffe-Johnson y Andrew Jack
Davos /

Saludos desde Davos, donde se celebra esta semana la reunión anual del Foro Económico Mundial, que de forma inesperada acaba de quedar cubierto por una espesa nevada. Siempre llego a esta fea ciudad suiza con sentimientos encontrados. Para los activistas, el encuentro es el epítome de la hipocresía: aunque en apariencia se dedica a “mejorar la situación del mundo”, los participantes son en su mayoría los miembros de la élite, entre ellos los de regímenes con malos historiales en materia de derechos humanos, y de forma tradicional, en su inmensa mayoría han sido hombres (y a veces propensos a la misoginia).

Sin embargo, lo cierto es que la reunión no hace sino personificar los pecados del mundo en general, y los organizadores insisten en que esto, unido a la concentración de poder en Davos, significa que el evento puede ser un catalizador del cambio. Es fácil burlarse, pero este año hay más debates de los que nunca he visto antes sobre cuestiones como el cambio climático, la igualdad y la inclusión racial, además de una elevada (más o menos) proporción de mujeres en los paneles, y se introdujo una línea directa (o línea de “integridad”) para que los asistentes puedan denunciar abusos.

Más importante aún, como en años anteriores, el hecho de que representantes del mundo público, privado y de organizaciones no gubernamentales se den cita juntos, con sus botas de nieve, facilita el lanzamiento de iniciativas de la agenda socialmente responsable (ESG, por su sigla en inglés). Por citar solo una de este tipo: el Fondo Mundial para la Naturaleza lanza un llamado “filtro de riesgos” para ayudar a las empresas a analizar los peligros a la biodiversidad. O por citar otra: funcionarios de los Emiratos Árabes Unidos ofrecerán sesiones informativas para apaciguar el furor en torno al nombramiento de Sultan al-Jaber —director de la compañía petrolera nacional— como presidente de la cumbre climática COP28 de este año.

Por tanto, en Financial Times publicaremos una nota diaria esta semana, escrita por Simon Mundy y Gillian Tett, para resumir lo bueno, lo malo y lo feo de las noticias en materia de la agenda ESG de Davos, pero incluso antes de que empiece el evento, echen un vistazo a la polémica que rodea al último barómetro de confianza de Edelman, que muestra el reto al que se enfrentan las empresas en la actualidad. Y para más información, lean sobre los últimos premios de Financial Times en la categoría de educación empresarial responsable, que experimenta un rápido crecimiento. Díganos qué piensan de las opciones, de Davos o de cualquier otra cosa.

Encuesta de confianza

El Barómetro de Confianza de Edelman se ha convertido en una constante de las reuniones del Foro Económico Mundial. En su vigesimotercera edición anual, es también una especie de una prueba de Rorschach.

Sus seguidores, entre los que se cuentan muchos de los directores ejecutivos que asisten al encuentro en Davos, lo consideran un indicador útil de lo que el público espera de las empresas, y citan sus resultados como apoyo a sus decisiones de intervenir en cuestiones sociales y ambientales delicadas.

Otros se preguntan por qué alguien debe repetir como un loro la encuesta de una empresa de relaciones públicas que envía a los directores ejecutivos el mensaje de vanidad de que se confía más en ellos que en los gobiernos, las ONG o los medios de comunicación. ¿Debemos confiar en Edelman, que asesora a Meta, Shell y varias agencias y compañías saudíes, para que nos diga en quién se confía?

Para sus críticos cada vez más ruidosos, la respuesta es un rotundo “no”; sin embargo, al tener en cuenta su influencia en años anteriores, incluso los críticos querrán saber qué mensaje lleva Edelman a Davos este año.

El titular de este 2023 de su encuesta a 32 mil personas en 28 países es que las empresas son ahora la única institución considerada ética y competente, “una fuerza del bien en un mundo polarizado”, en un momento en que los políticos y los periodistas son, según las conclusiones de la encuesta, los más culpables de alimentar esa polarización.

Richard Edelman, director ejecutivo de la firma, dijo que el “asombroso” salto en la calificación de las empresas en estas dos medidas refleja su “buen comportamiento en la pandemia, en (el tema de) Rusia y la geopolítica, y en (materia de) agenda ambiental”.

En un momento en el que los críticos conservadores equiparan la agenda socialmente responsable con el mal comportamiento y califican la marca de Davos de responsabilidad corporativa como “capitalismo woke” (capitalismo progre), Edelman afirma que los líderes empresariales no deben dejarse “intimidar por el wokelash” (la respuesta negativa a lo ‘progre’).

Su encuesta revela que, por un margen de seis a uno, la gente quiere que los líderes empresariales hagan más, no menos, para abordar cuestiones como el cambio climático y la desigualdad económica. Tiene la esperanza de que el informe “tenga la valentía y fuerza de voluntad” a la hora de alzar la voz, al menos en ámbitos en los que tienen grandes intereses empresariales.

Más que eso, señala, los ejecutivos deben “exigir cuentas a las fuerzas divisorias”, desviando el gasto político para contrarrestar las arraigadas divisiones que, según él, están deprimiendo el optimismo económico.

“Pero, ¿por qué debe la gente confiar en Edelman? Llevamos 23 años publicando estos datos sin cobrar por eso, y creemos que es un estímulo muy importante para las empresas, teniendo en cuenta su posición en la sociedad”, responde su jefe. En cuanto a sus clientes más polémicos, dice que “queremos estar con compañías y países que quieran hacer cambios”.

En todo el sector de Edelman, las consultoras se enfrentan a la presión de activistas que las acusan de permitir el greenwashing (crear una imagen ilusoria de una responsabilidad ecológica). Tal vez el próximo año su barómetro debe preguntar también si el público confía en las empresas de relaciones públicas.

Educación de negocios

Los cínicos pueden argumentar que “empresa responsable” es un oxímoron, pero un número cada vez mayor de escuelas de negocios de todo el mundo empiezan a responder a las presiones de alumnos, profesores y compañías intensificando sus actividades en torno a la sustentabilidad. Esto se aplica incluso en Estados Unidos, donde también existe el mayor escepticismo en torno a la agenda socialmente responsable.

Este ámbito ocupa ahora un lugar central en la agenda de la educación empresarial, razón por la cual Financial Times creó el año pasado los premios a la Educación Empresarial Responsable. Los ganadores de la segunda edición de estos galardones, anunciados ayer, ofrecen una visión de algunos de los trabajos más interesantes que se llevan a cabo en este campo.

Se concedieron premios en tres áreas con fuerte impacto social: enseñanza, proyectos de estudiantes e investigación académica. En cada categoría, un jurado independiente seleccionó cuatro ganadores, que iban desde la aplicación de técnicas de mercadotecnia para lograr un aumento en las donaciones de órganos en Canadá hasta el uso de la meditación para fomentar el liderazgo ejecutivo en torno a la sustentabilidad.

Entre los ganadores y varias docenas de proyectos muy elogiados, varias escuelas de negocios norteamericanas, como Ross, de la Universidad de Michigan; Haas, de la Universidad de California-Berkeley, e Ivey, de Canadá, figuraron en varias ocasiones, pero otras procedían de toda Europa, así como de India, Taiwán, Corea, Kazajistán, Singapur y China.

Los jueces destacaron buenos ejemplos de investigación académica con un enfoque social y pruebas de su aplicación en la política o la práctica diaria, incluidos los trabajos sobre la identificación de la esclavitud moderna, la mitigación de la pobreza y el greenwashing por parte de los inversionistas.

En cuanto a formas innovadoras de pedagogía, los jueces señalaron varios cursos en línea sobre liderazgo en sustentabilidad y un caso didáctico sobre el reciclado de plásticos y las limitaciones de las cadenas de suministro existentes.

Entre los proyectos estudiantiles con impacto social, los jueces destacaron una startup de “adopta un abuelo”, que tiene el objetivo de forjar lazos intergeneracionales, y otros centrados en el desarrollo de plantillas de zapatos reciclables, el uso de materiales de construcción reciclados y popotes biodegradables para las bebidas.

Los académicos tienen claro que la atención que se presta a estos temas no muestra señales de debilitarse, lo que significa que las escuelas de negocios tendrán que seguir luchando para ganar ventaja. “Se trata de enmendar o arreglar el capitalismo”, señaló Andrew Hoffman, de la escuela de negocios Ross, de la Universidad de Michigan. “Los estudiantes se abalanzan para entrar en estos programas”.

Lectura interesante

Los gestores de activos están practicando un juego feo y peligroso al cortejar empresas de los regímenes autoritarios, escribe el veterano del sector Toby Nanglem y agrega: “Mientras trabajan bajo mandato estatal, los gestores de activos se convierten de hecho en funcionarios de tesorería subcontratados que tratan de aumentar el poder financiero de sus clientes. En otras palabras, ayudan a Estados autoritarios de todo el mundo a financiar objetivos que pueden ser represivos e igualmente repugnantes”.


LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.