¿De nuevo Alemania es el país 'enfermo' de Europa?

La hostilidad hacia la deuda es una hipocresía, debe permitir que su gobierno, uno de los más solventes del mundo, tome prestado de las personas que más confían en él para invertir más en la nación

La Puerta de Brandeburgo en Berlín. CHRISTOPHE GATEAU/REUTERS
Martin Wolf
Londres /

Alemania tiene problemas. Fue la única economía del G7 que se contrajo el año pasado y se proyecta que este año vuelva a ser la economía de más lento crecimiento del grupo”. Estas son las palabras iniciales de un blog de miembros del Departamento Europeo del Fondo Monetario Internacional publicado el 27 de marzo. Según el FMI, su producto interno bruto (PIB) per cápita se contrajo 1 por ciento entre 2019 y 2023. Este fue el trigésimocuarto peor resultado de 41 países de altos ingresos. De las economías del G7, solo Canadá obtuvo peores resultados. Incluso Reino Unido, con una caída de 0.2 por ciento, y Francia, con un pequeño aumento de 0.4 por ciento, obtuvieron mejores resultados. El aumento de 6 por ciento de Estados Unidos fue de otra liga.

El caso de Alemania ¿es una enfermedad temporal o crónica? Hay buenas razones para argumentar que se trata de lo primero. Como se señala en el blog del FMI, la relación de intercambio de Alemania se deterioró después de la invasión de Rusia a Ucrania, a medida que el precio del gas natural se disparó. Pero los términos de intercambio regresaron a los niveles de 2018 cuando el precio del gas natural volvió a caer. El consiguiente aumento de la inflación se revirtió y la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) empezó a flexibilizarse. Por último, el reequilibrio posterior a la pandemia de la demanda mundial de bienes de fabricación hacia servicios también fue desfavorable para la economía alemana. Pero esto también está a punto de revertirse.

El FMI añade que las preocupaciones sobre el futuro a largo plazo de la industria alemana son exageradas. Sí, las industrias que tienen un uso intensivo de energía se contrajeron, pero solo representan 4 por ciento de la economía. La producción de automóviles, por el contrario, aumentó 11 por ciento en 2023, mientras que las exportaciones de vehículos eléctricos se elevaron 60 por ciento. Además, añade, “el valor agregado del sector de fabricación se ha mantenido estable incluso cuando la producción industrial ha caído”.

Según los pronósticos de consenso de julio, se espera que el crecimiento alemán sea apenas de 0.2 por ciento en 2024, pero puede alcanzar 1.1 por ciento el próximo año; sin embargo, si esa es la nueva normalidad, será bajo. Son estas tendencias de largo plazo, más que las crisis recientes, el gran problema. La economía alemana sufre cinco tendencias adversas.

Primero, se proyecta que el crecimiento de la fuerza laboral alemana (personas entre 15 y 64 años) caiga 0.66 puntos porcentuales entre 2025 y 2029, en relación con el crecimiento entre 2019 y 2023, la mayor caída de este tipo en el G7. Segundo, la participación de la inversión pública bruta en el PIB, que fue de 2.5 por ciento entre 2018 y 2022, fue la más baja entre los países importantes de altos ingresos, aparte de España. Estaba incluso por debajo del bastante pobre 3 por ciento de Reino Unido. Tercero, el PIB per cápita de Alemania (en paridad de poder adquisitivo) disminuyó de 89 por ciento de los niveles de EU en 2017 a 80 por ciento en 2023. Esta fue la mayor caída relativa de cualquier miembro del G7 durante ese periodo. Cuarto, Alemania desempeña un papel insignificante en la economía digital. Dado que es el país más grande de Europa, eso también es importante para la Unión Europea en su conjunto. Por último, el mundo está entrando en una era de fragmentación. Esto será significativo para la economía alemana relativamente dependiente del comercio.

Se trata de obstáculos que es necesario considerar y abordar, pero ninguno resultará sorprendente. La apertura a la inmigración, la reducción de la burocracia y la creación de un mercado único europeo, con una unión de mercados de capitales dinámica e integrada, son parte de la respuesta.

Hay otra característica que casi nunca se considera un problema en los “círculos respetables” de Alemania o de otros lugares: sus enormes superávits de ahorro estructural, que han financiado sus enormes superávits de cuenta corriente. Muchos economistas consideran esto como una prueba de la competitividad internacional de Alemania e insisten en que todos los demás deben seguir su ejemplo.

La primera razón es que no todos pueden seguir su ejemplo. En el mundo, el ahorro y la inversión deben coincidir. Si una economía ahorra mucho más de lo que invierte, otras tienen que hacer lo contrario. Esto se demostrará luego en su acumulación de derechos financieros sobre los deficitarios, sobre todo en forma de deuda.

Esta hostilidad hacia la deuda es un disparate o, peor aún, una hipocresía. Sus superávits deben equilibrarse con los déficits y las deudas de otros. Además, los llamados a los miembros de la eurozona para que reduzcan sus déficits fiscales solo funcionarán si la cuenta corriente de la zona euro registra aún más superávit o si los sectores privados de otros miembros de la eurozona se ven obligados a caer en déficit. El peligro es que ese tipo de ajustes sean vistos como recesiones de “empobrecer a mi vecino” causadas por Alemania. Eso le sucedió a la eurozona con una ferocidad casi letal en la década de 2010. No debe hacerlo de nuevo, sobre todo con la febril política actual.

La segunda razón es que existe una solución interna. Alemania debe utilizar más de su excedente de ahorro en casa. La forma obvia es aumentar su bajísimo nivel de inversión pública permitiendo que el gobierno alemán, uno de los más solventes del mundo, tome prestado de las personas que más confían en él, es decir, el pueblo alemán, para invertir más en el país.

Un capítulo sobre “La inversión pública en Alemania”, en un libro reciente sobre la inversión pública europea, señala que la inversión pública neta ha sido cercana a cero desde principios de este siglo. La relación entre capital público y PIB ha caído constantemente. No tiene sentido que un país con un excedente de ahorro tan grande en su sector privado no lo utilice en casa, generando así tanto una oferta más fuerte como la demanda que Alemania y la eurozona necesitarán.

Los problemas a corto plazo pasarán. Los de más largo plazo son más difíciles, pero el más innecesario es su renuencia a financiar la inversión pública que tanto se necesita en el país. Es el momento de derogar el absurdo “freno de la deuda” de la Constitución.

Financial Times Limited. Declaimer 2021

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