Dilema sobre demanda china presagia problemas globales

Opinión. La cuestión actual es qué ocurrirá si Pekín intenta exportar su método hacia el crecimiento; habrá conflictos si el país trata de elevar su superávit de cuenta corriente, que hoy representa 2% de su economía

El presidente Xi Jinping, el gran ausente en la cumbre del G20 en Nueva Delhi. REUTERS
Robin Harding
Londres /

Se supone que el G20 es el principal foro de administración de la economía global, y el mayor problema económico del mundo en estos momentos es la falta crónica de demanda en China.

Por tanto, es más que desafortunado que el presidente Xi Jinping decidiera no asistir a la cumbre de este fin de semana en Nueva Delhi, enviando al primer ministro Li Qiang en su lugar y poniendo de relieve en el proceso las pocas opciones que tendrán otros países si China trata de resolver sus desafíos económicos recurriendo a la demanda del resto del mundo. Dado que Xi no estará allí para abordarlo, los otros líderes mundiales deberán considerar, en su ausencia, cómo manejar este escenario.

Como señala Brad Setser, del Consejo de Relaciones Exteriores, la debilidad económica de China tiene poco efecto directo en otras economías avanzadas, porque la nación fabrica mucho para sí misma y compra muy poco a los demás. Solo una diminuta fracción de la producción estadunidense refleja la fabricación de bienes y su exportación al otro gigante económico del mundo.

Más que provocar una desaceleración en otros lugares, la cuestión es qué ocurrirá si China intentara exportar su camino hacia el crecimiento, como lo hizo en las décadas de 1990 y 2000. El superávit de cuenta corriente de China ya representa 2 por ciento de su economía. Si Pekín intenta aumentarlo será problemático, pero sobre todo si lo hiciera mediante políticas encaminadas a mantener bajo el valor del tipo de cambio del yuan.

El beneficio que ese tipo de políticas pueda aportar a China es cuestionable en la actualidad. Con su economía tan grande y su superávit comercial de fabricación enorme, es difícil imaginar cómo la demanda externa puede hacer una contribución suficiente como para compensar el tambaleante mercado inmobiliario.

Sin embargo, centrarse en las exportaciones encaja con el objetivo de Xi de desarrollar la fortaleza china en la industria de alta tecnología y su disgusto por un estímulo interno. Alentar a los ciudadanos a viajar dentro de su país, en lugar de ir al extranjero, es un ejemplo de cómo las políticas pueden desviar la demanda de otras naciones.

Incluso si la desviación de la demanda hacia China no fuera suficiente para generar un fuerte crecimiento interno, esto puede provocar disrupciones en la economía mundial. Lo más obvio es que si China hace que sus productos sean más competitivos, van a desplazar la producción de otros lugares.

Más sutilmente, un superávit en cuenta corriente debe compensarse con flujos de capital. El reciclaje del superávit de China contribuyó a facilitar las condiciones financieras en todo el mundo antes de la crisis financiera de 2007-2008, del mismo modo que la exportación de ahorros alemanes a países como Grecia fue parte de la gestación de la crisis de la eurozona en 2011. Ese tipo de desequilibrios en la economía global no son un fenómeno que nadie debe tener prisa por volver a ver.

¿Qué puede hacer el resto del G20 al respecto, aparte de instar a China a generar más demanda propia? Hay pocas respuestas fáciles.

Una cosa que se debe de tener en cuenta es que un superávit chino cada vez mayor tendrá atractivos superficiales. El entorno económico de mediados de la década de 2000 era popular: permitía a los consumidores occidentales vivir más allá de sus posibilidades, incluso si aceleraba el declive de sus industrias de fabricación. En este momento, un impulso deflacionario de China ayudará a abordar el aumento del costo de vida. Esto aliviará una fuente de dolor para muchos políticos occidentales.

Sin embargo, ahora debería haber más consenso internacional en contra de que China tenga un gran superávit del que hubo hace 20 años. La economía es mucho más grande y rica de lo que era entonces. Japón y Alemania, que durante mucho tiempo han prosperado gracias a las exportaciones de automóviles de lujo y bienes de capital a China, ahora enfrentan su rápido surgimiento como exportador de automóviles. El resto de Asia compite en los mercados de exportación, por lo que la mayoría de las naciones, excepto los exportadores de materias primas puras, tienen algo en juego.

Si EU no se hubiera retirado de la cooperación económica, como lo hizo al abandonar el acuerdo comercial de la Asociación Trans-Pacífico, tendría más capacidad para exponer estos puntos. Ahora que la diplomacia estadunidense está tan concentrada en la competencia militar y de seguridad con Pekín, cualquier objeción que haga a la política económica china será vista con sospecha por muchos países más.

Eso deja la cuestión de las herramientas. Un gran logro del G20 es su acuerdo para evitar la devaluación de la moneda con fines competitivos y mantener ese consenso en Nueva Delhi es vital; sin embargo, no existe ningún mecanismo de aplicación, ni siquiera contra la manipulación directa de la moneda, y mucho menos contra políticas más matizadas que aumentan el superávit en cuenta corriente pero que son difíciles de detectar, y mucho menos cuestionar.

Se trata de un defecto fundamental del sistema económico mundial que se remonta a su creación en Bretton Woods después de la Segunda Guerra Mundial.

Para una reforma profunda requeriría que EU y China trabajen juntos, algo que parece lejano. Lo que los líderes pueden hacer en el G20 es señalar (a todos, no solo a China) su objeción a las políticas que buscan estabilizar las economías nacionales a costa de la demanda de otros.

Financial Times Limited. Declaimer 2021


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