Cuando Boris Johnson pasó la puerta principal del número 10 de Downing Street el 26 de julio de 2019, el sistema político británico estaba en un estado de parálisis debido al Brexit. Pero en un pequeño salón en la planta alta, el que posiblemente es el segundo hombre más poderoso de Gran Bretaña ya emitía nuevas instrucciones para los auxiliares desmoralizados: “no se asusten”.
Dominic Cummings, una figura desaliñada con voz suave y la apariencia de un científico excéntrico, explicó a su equipo político que, de ahora en adelante, el número 10 sería dirigido como la NASA, con él en el Control de la Misión. Había un solo objetivo: entregar el Brexit.
“Fue realmente impresionante”, dijo uno de los presentes. En lo que unmiembro del personal dijo que fue una diatriba de 90 minutos, Cummings agitó su pluma tan frenéticamente que temieron que estropeara la pintura al óleo detrás de él.
Jason Stein, un asesor que asistió a la reunión, señaló en ese momento: “Él dice que el último gobierno hizo un desastre total de esto y no lo volveremos a arruinar. Las decisiones serán rápidas y definitivas. Es el darwinismo absoluto allí. Los títulos no importan”.
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Seis meses después, Cummings todavía está en Downing Street, presidiendo un nuevo panorama político que él ayudó a configurar. El hombre que dirigió la campaña de 2016 para sacar a Gran Bretaña de la Unión Europea es el principal asesor de Johnson, un primer ministro que usó la promesa “completar el Brexit” para asegurar una mayoría de 80 miembros en la Cámara de los Comunes.
El viernes pasado, Gran Bretaña abandonó formalmente la Unión Europea, aunque el reto de lograr un acuerdo comercial con el bloque apenas comienza.
Cummings, quien le dio el Brexit a Gran Bretaña, está dejando los detalles difíciles de entregarlo a otros. El hombre de 48 años avanza hacia una nueva agenda, en la que espera rehacer el servicio civil, invertir dinero en las regiones británicas “olvidadas” y convertir al país en un centro líder para la ciencia, poniéndolo a la vanguardia en inteligencia artificial, robótica y cambio climático.
A pesar de todos sus éxitos en trazar estrategias electorales, la presión ahora está en cumplir con su agenda tan ambiciosa. Una persona dentro del gobierno dice: “Es todopoderoso y dirige el país. Pero nadie muere en una zanja por un asesor. Por supuesto que es prescindible”.
Sus amigos dicen que no planea estar en Downing Street en el largo plazo. Pero también están de acuerdo en que, ahora que está instalado, quiere hacer grandes cosas rápidamente. El país está a punto de emprender un viaje interesante.
Cummings nació en Durham, una ciudad de catedrales en el noreste de Inglaterra, en 1971. Su padre era gerente de construcción de plataformas petroleras y su madre, profesora de necesidades educativas especiales. Aunque su educación fue geográficamente distante del mundo dorado en el que se encontraban Johnson y David Cameron, educados en Eton, Cummings asistió a Durham School, un prestigioso colegio de paga fundado en 1414, y a Exeter College, Oxford.
En 2011 se casó con Mary Wakefield, a quien conoció en la fiesta de un amigo en común. Tienen un hijo, Alexander Cedd, conocido por su familia como “Ceddy”. Los amigos dicen que Cummings es un padre cariñoso.
El padre de Wakefield es dueño del castillo de Chillingham en Northumberland, pero los amigos dicen que la pareja, que posee una casa en Islington, no disfruta de un estilo de vida lujoso. “Típicamente inglés: rico en activos, pobre en efectivo”, dice uno. “Mary tiene que ganarse la vida”.
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Cummings, quien desde hace mucho tiempo critica a los funcionarios con salarios de seis cifras, gana poco menos de 100,000 libras, menos que el resto del personal de alto nivel del número 10.
Él reconoce que su estilo áspero e implacable tiene un límite de tiempo. Sufre una enfermedad misteriosa que le causa dolor en el área abdominal. A menudo, tiene que estar parado en reuniones, haciendo muecas de dolor. Él dice que tendrá una operación médica retrasada desde hace mucho tiempo, y luego descubrirá si “Mary y el primer ministro se ponen de acuerdo en un trabajo para mí”.
Todos en el número 10 asumen que va a continuar. En su anuncio que invitaba a los “comodines” para trabajar en Downing Street y mejorar el consejo que se le da a Johnson, sugirió que podría quedarse un año y luego renunciar: “Queremos mejorar el desempeño y hacerme mucho menos importante, y dentro de un año, en gran medida inútil”.
Matthew Elliott, director ejecutivo de Vote Leave, cree que Cummings es capaz de cambiar al país y que lo hace con las mejores intenciones: “No es una persona partidista. Él está allí para representar a las personas que viven fuera de Londres y en el noreste, de donde proviene. Ese es un motivo bastante puro”.
Jonathan Powell, exjefe de gabinete de Tony Blair, desea a Cummings lo mejor en sus esfuerzos por reformar el estado, pero teme que esté en camino de un accidente espectacular. “Sobre la base de mi experiencia, lo más sensato para un funcionario no electo en el número 10 es mantener un perfil bajo”, dice.
“Le doy 12 meses como máximo. Si intentas estar en los periódicos todos los días, tu esperanza de vida política es corta, y como Rasputín, terminas encadenado en el fondo del río Neva”.
Información adicional de Chris Tighe en Newcastle.