Economía británica debe salir de casi dos décadas de caídas

El objetivo es fortalecer y hacer más resiliente la posición fiscal, mejorar la flexibilidad y aumentar la inversión en capital humano público y privado

El puerto de Liverpool es el más céntrico de la región y mueve diversos tipos de carga. SHUTTERSTOCK
Martin Wolf
Londres /

El problema económico más importante que enfrenta Reino Unido es el prolongado estancamiento de la productividad. Sí, la agitación actual no puede ignorarse, pero lo urgente no es necesariamente lo importante. Con excepción de una catástrofe (una guerra mundial o una depresión global), el principal factor determinante de nuestra prosperidad y estabilidad serán las decisiones que se tomen en este país y dentro de él. La economía debe salir de sus casi dos décadas de caída.

Esto no es un argumento de que la guerra de Donald Trump contra la economía mundial abierta es algo irrelevante. Está erigiendo enormes e impredecibles barreras al comercio global y destruyendo la arquitectura institucional que sus predecesores crearon durante ocho décadas. Sin embargo, es poco probable que esto, en sí mismo, llegue a representar el fin del mundo económico, al menos para Reino Unido.

Según la Oficina Nacional de Estadísticas, Reino Unido exportó bienes a EU por 59 mil millones de libras en 2024, solo 16.2 por ciento del total de exportaciones de bienes. Sus exportaciones de servicios a Estados Unidos, por valor de 137 mil millones de libras, 27 por ciento del total, fueron mucho más significativas.

Los detalles de las exportaciones de Reino Unido a EU subrayan el contraste. La categoría de servicios con las mayores exportaciones a Estados Unidos fue la de “otros servicios empresariales”. Estos ascendieron a 61 mil millones de libras en 2024, lo que representó 33 por ciento de todas las exportaciones de otros servicios empresariales. Sorprendentemente, las exportaciones de otros servicios empresariales a EU superaron el valor de las exportaciones de todos los bienes en conjunto. La categoría más grande de exportaciones de bienes a EU fue la de maquinaria y equipo, con un modesto monto de 29 mil millones de libras. Además, solo 19 por ciento de las exportaciones de esta categoría tuvieron como destino Estados Unidos.

Esta es una buena posición para el Reino Unido. Trump, en este aspecto similar a los partidarios del Brexit en el país, no parece preocuparse mucho por los servicios. Eso, según los fanáticos de MAGA, no es lo que hacen los “hombres de verdad”: fabricar acero o extraer carbón. Además, los aranceles no pueden aplicarse a los servicios.

Los efectos indirectos de las políticas de Trump, tanto económicos como de mayor alcance, son mucho más difíciles de analizar.

Como señaló Megan Greene el 25 de abril, la incertidumbre se multiplica en todas direcciones. Sin duda, es difícil ver un lado positivo para Reino Unido, aparte de la oportunidad de atraer a personas de la mayor calidad a trabajar en un país que aún se aferra a la idea del Estado de derecho.

Sin embargo, la principal implicación es que las buenas políticas se vuelven aún más importantes: siempre lo hacen en tiempos difíciles. En general, el objetivo debe ser fortalecer y hacer más resiliente la posición fiscal y el sistema financiero, mejorar la flexibilidad de la economía y aumentar sustancialmente la inversión en capital humano, físico e intangible, tanto público como privado.

Por desgracia, es imposible lograr estas cosas en un país con un lento crecimiento de la productividad y un gran déficit por cuenta corriente sin suprimir el consumo. Esta es una verdad que ningún gobierno desea enfrentar.

Sin embargo, de acuerdo con el FMI, la tasa promedio de ahorro nacional de Reino Unido entre 2021 y 2024 fue de 15.6 por ciento del PIB, lo que lo ubicó en el puesto 35 de 37 países de altos ingresos, solamente por delante de Chipre y Grecia. Esta tasa debe aumentar para que la baja inversión del Reino Unido también lo haga.

Sin embargo, la capacidad de financiar una mayor inversión es solo una condición necesaria para un crecimiento más rápido. También debe haber oportunidades para invertir. Algunas de ellas se generarán mediante una desregulación adecuada, como la relajación de los controles de planeación urbana y la eliminación de las restricciones ambientales más absurdas y las excesivas limitaciones a la flexibilidad laboral. Pero otras van a requerir de esfuerzo. En particular, el crecimiento implica cambio y, por lo tanto, requiere innovación. Se trata de un proceso arriesgado y costoso con muchas externalidades positivas: una nueva actividad exitosa casi siempre compartirá los beneficios de su iniciativa con otras.

Esa es la razón por la que existen sólidos argumentos para que el gobierno apoye la innovación. La pregunta es cómo lograrlo. David Willetts, exministro conservador, acaba de publicar un breve folleto para la Resolution Foundation sobre “Cómo desarrollar una estrategia industrial”, que explora las posibilidades. En mi opinión, el costo de no asumir los riesgos del fracaso supera al de asumirlos. Es bastante evidente, como creía Alexander Hamilton, que el gobierno puede y debe actuar como catalizador del cambio. Habrá muchos fracasos, pero es muy probable que también haya éxitos. Un país tan sumido en el estancamiento como Reino Unido debe arriesgarse a lo primero si quiere lograr más de lo segundo.

El punto clave en el que he estado insistiendo durante algún tiempo es que mientras más peligroso es el mundo y peor es el desempeño económico, más perjudicial es el conservadurismo reflexivo de Reino Unido. La suerte favorece a los valientes.


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