Por un breve instante en 2021, los que preferían no levantarse del sofá parecía que estaban a punto de heredar el mundo. Las startups de reparto ultrarrápido, como Gopuff, Buyk y Jokr, prometían una satisfacción del consumidor casi instantánea. Un solo toque permitía obtener leche, botanas o paracetamol en 15 minutos o menos.
Sin embargo, los buenos tiempos duraron poco. Gran parte del sector se desplomó en los últimos tres años. Gorillas y Weezy fueron adquiridas por Getir, que a su vez se retiró de Estados Unidos y Europa para volver a enfocarse en su sede en Turquía. Jokr regresó a Brasil. Buyk y Fridge No More desaparecieron por completo.
Las entregas ultrarrápidas de artículos de bajo costo es una idea que ya ha estado en el aire. Durante 2001, Webvan y Kozmo.com descubrieron por las malas que es difícil complacer a la vez a los surfistas del sofá y a los inversionistas. En ese entonces, como ahora, los negocios se construyeron con capital riesgo barato, pero cuando este desapareció, lo mismo ocurrió con sus posibilidades de éxito.
Sin embargo, todavía hay esperanza para algunos grupos. Gopuff recaudó 250 millones de dólares en noviembre por parte de inversionistas, entre ellos Todd Boehly, copropietario del Chelsea Football Club. La operación le dio a la empresa con sede en Filadelfia una valoración de 8 mil 500 millones de dólares, casi la mitad de su máximo alcanzado durante 2021. Gopuff sigue en pie, aunque esto se debe en parte a los despidos y al retiro que emprendió de algunos mercados, como España y Francia.
El problema fundamental con este sector es que las entregas ultrarrápidas se encuentran en el centro de un diagrama de Venn que presenta dos negocios que, a su manera, enfrentan retos. Los supermercados y el servicio de entrega a domicilio tienen márgenes muy pequeños, pocas barreras de entrada y una competencia feroz.
Los supermercados presentan una de las rentabilidades más bajas del comercio minorista. Los márgenes de flujo operativo de Kroger y Albertsons, dos supermercados que cotizan en bolsa, fueron de alrededor de 5 por ciento el año pasado.
El servicio de reparto DoorDash registra un margen inferior a 3 por ciento y apenas el año pasado logró conseguir utilidades. Incluso Uber, cuya plataforma global incluye viajes, entrega de comida y transporte de mercancías, maneja apenas 8 por ciento.
Si a esto le sumamos los requisitos adicionales de velocidad y las ubicaciones urbanas con alto costo de alquiler, la situación se complica aún más. Las llamadas “tiendas oscuras” deben asegurarse de contar con inventario suficiente, así como tener contratado el personal necesario para atender la demanda; los productos deben transportarse rápidamente por toda la ciudad. La escalabilidad es de ayuda limitada: cada nuevo establecimiento añade costos fijos.
¿Una panacea para el sector de reparto?
Tal vez haya una ventaja: la economía estadunidense en forma de K. Se trata de la idea de que algunos hogares están en ascenso y otros en descenso, con cada vez menos cantidad de familias en el segmento intermedio.
La economía en forma de K es el entorno ideal para un servicio de reparto que se dirige a las personas citadinas ricas. En la cima de la escala social, los consumidores pueden estar más dispuestos a pagar un precio superior por la comodidad; en el fondo, más personas tendrán que recurrir a trabajos secundarios para complementar sus ingresos, lo que proporcionará a las empresas de reparto más trabajadores.
Difícilmente se puede hablar de una panacea para la implacable economía de las entregas ultrarrápidas, ni un indicador particularmente alentador para el bienestar general de los consumidores estadunidenses. Pero por razones inesperadas, un modelo de negocio que ha fracasado una y otra vez al final sí puede tener una oportunidad.