Aunque no se hayan dado cuenta por la discreta intervención de Christine Lagarde, el Banco Central Europeo (BCE) la semana pasada se mostró mucho más beligerante con los mercados financieros y con los responsables de la política fiscal de la eurozona.
Desde hace tiempo, el BCE, que dirige Lagarde, se ve incómodo por ser “la única opción disponible”. Durante mucho tiempo se dejó que el banco central llevara la política monetaria hasta sus límites para sostener la demanda agregada y de encontrar mecanismos jurídicamente disponibles para frenar los ataques especulativos a la integridad del euro y mantener la solvencia de sus miembros.
Al decidir la semana pasada subir las tasas de interés más de lo que había señalado en medio punto porcentual e introducir un nuevo programa de compra de bonos por medio de un “Instrumento de Protección de la Transmisión” (TPI, por su sigla en inglés), el banco central de la zona euro le dio vuelta a la tortilla.
La decisión sobre las tasas de interés es contundente y tiene la clara intención de ejercer un poco de endurecimiento monetario. El mensaje parecía ser que los mercados debían ser conscientes de que el BCE no dudará en frenar la inflación y prepararse para eso. Pero el TPI es, por mucho, la medida política y de economía política más importante.
El BCE asumió la responsabilidad de evitar la divergencia de los costos de endeudamiento de los países, si considera que esa divergencia es “desordenada” e “injustificada” y que interfiere en su política monetaria. En lenguaje llano, eso significa evitar las ventas de pánico en el mercado de deuda soberana cuando el endurecimiento monetario del BCE lleva a los inversionistas a preguntarse qué efecto tendrá el aumento de las tasas en la dinámica de la deuda de un gobierno de la eurozona.
Se puso sobre aviso a esos inversionistas. La conferencia de prensa de Lagarde sugirió que la ampliación de los diferenciales que el BCE pretende detener es del tipo que se autocumple, en el que los precios de los bonos se deterioran por la única razón de que los participantes del mercado esperan que lo hagan. Puede decirse que el BCE no tolerará una dinámica de mercado que, en lugar de reflejar la realidad económica, cree la suya propia.
Y va a intervenir para evitar esto. El euro siempre ha sido vulnerable a la tendencia de los mercados financieros de saltar de un “buen equilibrio” a uno malo cuando cambia la psicología. El TPI es el compromiso del banco central para erradicar los “malos equilibrios”.
El banco central también puso sobre aviso al resto del sistema de gobierno de la Unión Europea. Los criterios de idoneidad se basan en gran medida en los mecanismos de gobernanza económica de la Comisión Europea y el Eurogrupo de Ministros de Finanzas. Para respaldar los bonos de un país en el contexto del TPI, el BCE examinará si su gobierno cumple las recomendaciones políticas de la Comisión y el Eurogrupo. Lo que le dice a los líderes elegidos es que no externalicen los juicios políticos, y los desafía a ser dueños de las decisiones que determinan si un país debe ser protegido contra los ataques especulativos.
Sin decirlo con tantas palabras, el BCE hace un uso tardío de su descuidado mandato secundario. A menudo se olvida o se niega de manera rotunda, pero a condición de estabilizar los precios, el BCE está legalmente obligado a apoyar las políticas económicas generales del bloque. Y lo hace recordando al mismo tiempo quién tiene la autoridad para determinar esas políticas. Las autoridades tienen la responsabilidad de poner en orden sus medidas, pero si lo hacen, el BCE los apoyará y evitará el pánico en los mercados.
La renuncia de Mario Draghi como primer ministro italiano el mismo día en que el BCE anunció su nuevo instrumento pone en evidencia esta nueva disposición de la toma de decisiones. Los criterios del TPI hacen que los bonos italianos sean inmediatamente elegibles para el instrumentos del banco si el BCE lo considera oportuno. Pero esto puede durar poco, ya que esos criterios incluyen el cumplimiento del plan de recuperación del país financiado por la Unión Europea. Draghi dijo que Italia debe cumplir 55 medidas políticas antes de finales de año para seguir cumpliendo.
Eso pesará sobre quien tome el relevo en Roma en los próximos meses, y sobre quienes en Bruselas tengan que evaluar el cumplimiento italiano. Precisamente, al prometer que hará su parte, el Banco Central Europeo hizo recaer más responsabilidad sobre los hombros de los políticos.
Sin embargo, el trabajo del banco central no ha terminado. El TPI funcionará mejor como una forma creíble de disuasión: un instrumento que puede utilizar pero que muy probablemente no tendrá que hacerlo. Sin embargo, Lagarde, de forma extraña, quiere mantener a los mercados un poco en la oscuridad: “Hay ciertos componentes (del TPI) que es mejor no publicar, no divulgar, no comentar”, dijo. También declaró que “preferiríamos no utilizarlo”, aunque “si tenemos que utilizarlo, no dudaremos”. La segunda parte de esta declaración habría sido suficiente. Tal como están las cosas, es probable que los mercados financieros pongan a prueba al BCE en poco tiempo.
- Te recomendamos Banco Central Europeo sube las tasas de interés para frenar la inflación Financial Times