El gobierno británico opta por el autoaislamiento

FT Mercados

Reino Unido prometió una asociación “profunda y especial” con la Unión Europea a pesar del Brexit, pero ahora cambió de planes.

“El primer ministro decidió que una victoria electoral le da el derecho de romper los compromisos y las aspiraciones del pasado”.
Philip Stephens
Ciudad de México /

Por supuesto que habrá un acuerdo comercial por el Brexit. Las dos partes tienen demasiado que perder con un fracaso. Boris Johnson tiene experiencia en esto. El primer ministro de Gran Bretaña se someterá en silencio a Bruselas mientras clama una famosa victoria. La Unión Europea (UE) cederá apenas lo suficiente como para proporcionar la hoja de parra.

El caso contrario es igual de sencillo de predecir. Johnson tiene una mayoría grande y estable en el Parlamento. Su partido está unido para levantar el puente levadizo en su propio continente. Su devoción a una interpretación reducida de la soberanía nacional se convirtió en una obsesión. Adicto como es a los grandes gestos, y a nunca preocuparse por los hechos, el primer ministro conducirá al Reino Unido por el precipicio.

Mientras las dos partes han discutido sobre la llamada “alineación dinámica” de la política de competencia, las normas laborales, climáticas y otros regímenes reguladores, la verdadera historia se oculta a plena vista. Las escaramuzas son una distracción. Johnson tiene un plan. Para tomar prestada una frase de la crisis del Covid-19, se llama autoaislamiento. Todos los rastros de la UE se van a eliminar del ámbito público de Gran Bretaña.


El lado de la UE todavía no se da cuenta. Presentó un prospecto para un acuerdo integral, que va mucho más allá de los flujos de comercio e inversión para enfocarse en la cooperación judicial, el cambio climático, la regulación de medicamentos, productos químicos, transferencias de datos y similares, y la colaboración extranjera y de defensa. Como lo expresa la declaración del Consejo Europeo que aprueba la posición negociadora de la UE: “Esto confirma nuestra disposición a ofrecer una asociación ambiciosa, amplia y equilibrada al Reino Unido en beneficio de ambas partes”.

No se puede culpar a Michel Barnier, el jefe negociador del Brexit de la UE, y a su equipo por la ambición. El gobierno de Theresa May repitió una y otra vez que, aunque abandonaba el mercado único y la unión aduanera, Gran Bretaña quería una “asociación muy profunda y especial”. Por su parte, Johnson suscribió el mismo sentimiento cuando aprobó la declaración política de intenciones que acompaña el acuerdo de salida del Brexit.

Lo que ha sucedido desde entonces es que el primer ministro decidió que una victoria electoral le da el derecho de romper los compromisos y las aspiraciones del pasado. El objetivo inapelable ahora es que Gran Bretaña “recupere plenamente su independencia económica y política”. Nada en la relación futura puede afectar en ninguna dimensión o en lo más mínimo la soberanía del país.

Los ministros dieron una idea de lo que esto significa en la práctica, cuando anunciaron hace dos semanas que Gran Bretaña dejará la Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA, por sus siglas en inglés), la organización que certifica la seguridad en los cielos. Afirmaron que pertenecer a la agencia “no es compatible con que el Reino Unido tenga una verdadera independencia económica y política”.

La mayoría de las personas estarán perplejas por cómo las reglas compartidas para mantener los vuelos seguros podrían amenazar la nacionalidad de Gran Bretaña, pero aquí es a donde conduce la política de identidad. La agencia responde en última instancia al Tribunal de Justicia Europeo. Aparentemente, lo mismo se aplica a una serie de agencias de las que Gran Bretaña se apartará: grupos de supervisión de medicamentos, productos químicos, energía atómica e intercambio de datos, por ejemplo.

El gobierno dice que quiere negociar acuerdos bilaterales sobre ese tipo de cuestiones, pero bajo sus propios términos. El bloque europeo debe aceptar que excluyen “cualquier obligación de que nuestras leyes estén alineadas con las de la UE, o que las instituciones de la UE, incluyendo el Tribunal de Justicia, tengan jurisdicción en Reino Unido”.

Si agregamos a esto la intención de abandonar los programas de transporte por carretera, espacio, navegación, educación y energía de la UE, se completa la ruptura. Johnson aceptará un acuerdo de pesca que permita el acceso a las aguas territoriales de Gran Bretaña, pero debe renovarse anualmente de acuerdo con una visión neurálgica de la soberanía. 

En cuanto a la demanda de Gran Bretaña de un régimen sin aranceles ni cuotas para el comercio de bienes y productos agrícolas, el bloque europeo no debería esperar nada a cambio. Bruselas simplemente debería aceptar que el acuerdo sería en beneficio mutuo.

El gobierno se niega a publicar su evaluación del impacto económico de su postura. Michael Gove, el ministro a cargo de las negociaciones, dice que ese tipo de análisis podría ser malinterpretado.

 Barnier tendrá entonces una opción. Podría seguir adelante en busca de un acuerdo de amplio alcance. Mucho mejor sería tomar la palabra del gobierno y explicar lo que la UE ofrecería en un acuerdo minimalista. Esto, por supuesto, estaría muy por debajo de las esperanzas de Johnson de un comercio sin obstáculos. Pero tendría la gran ventaja de revelar el costo del autoaislamiento.


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