El nacionalismo amenaza estabilidad a escala global

Incluso en nuestra era de competencia estratégica, la cooperación con China es esencial, sobre todo en materia climática; mientras tanto, Occidente tiene la necesidad moral y práctica de sobrevivir como comunidad de democracias liberales

FUENTE: OTAN • GRÁFICO: Moisés Butze
Martin Wolf
Londres /

Tengo una pesadilla. El próximo presidente de Estados Unidos declara que su país ya no cumple el compromiso adquirido en virtud del tratado de la OTAN, de acudir en defensa de un miembro. Los europeos no logran encontrar un sustituto creíble. Temerosos de la amenaza de Rusia como un país revanchista, algunos cambian su lealtad a Rusia y China. Europa se disuelve. ¿Es esto factible? Espero que no; sin embargo, detrás de la pesadilla está la realidad. Estamos entrando en un periodo de resurgimiento del nacionalismo, la xenofobia y el autoritarismo.

Como pudo señalar Oscar Wilde: “Elegir a Donald Trump como presidente una vez puede considerarse una desgracia; elegirlo dos veces parece una indiferencia”. Su regreso indicará algo muy inquietante sobre el estado de la superpotencia occidental.

Robert Kagan, de la Brookings Institution, señala en un pódcast conmigo que la cercanía de Trump al poder se debe a potentes fuerzas antiliberales. Las implicaciones de ese tipo de actitudes para la democracia estadunidense son preocupantes, pero esa preocupación no se limita a lo interno. El lema “Estados Unidos primero” de Trump fue utilizado por el aviador Charles Lindbergh en oposición al apoyo de EU a Gran Bretaña en la Segunda Guerra Mundial. Esta oposición solo terminó después de que el ataque japonés a Pearl Harbor en diciembre de 1941 obligó a Estados Unidos a entrar en guerra.

Lindbergh era un aislacionista. En la medida en que se le pueda definir, Trump es un unilateralista poco confiable. Pero, en el contexto de la actual invasión de Rusia a Ucrania, es posible que no sea una diferencia crucial. ¿Ayudará o lo verá como “una disputa en un país lejano, entre personas de las que no sabemos nada”, en las célebres palabras de Neville Chamberlain sobre Checoslovaquia en 1938?

Durante más de un siglo, la seguridad europea ha dependido de la presencia estadunidense. Después de la Primera Guerra Mundial, por desgracia, el Senado repudió la Sociedad de Naciones y, por tanto, EU se retiró. Eso llevó al resurgimiento de Alemania como potencia militar dominante. Por fortuna, Estados Unidos siguió comprometido durante la era de la posguerra. Después del colapso de la Unión Soviética en 1991, pudo considerarse de manera creíble que debía retirarse una vez más. Pero ahora, después de la invasión a Ucrania, ese no puede ser el caso. China, país al que EU también ve cada vez más como una amenaza, está brindando un fuerte apoyo moral y práctico a Moscú, incluidos bienes de doble uso valiosos para la continuación de su guerra. Una vez más, eso justifica el compromiso. ¿Qué hará Trump? Esta puede convertirse pronto en una pregunta relevante.

El colapso del orden de seguridad liderado por EU en Europa tendrá repercusiones globales. La derrota de Ucrania seguro alentará a China frente a Taiwán. Pero, más allá de eso, las dudas sobre las garantías de seguridad en Europa tendrán implicaciones para su credibilidad ante Japón, Corea del Sur, Australia o Nueva Zelanda. En toda Asia, los países tratarán de acercarse a China.

Lamentablemente, la Unión Europea también está amenazada por nacionalistas, xenófobos y autoritarios en su interior. Se espera que los partidos con estas actitudes amplíen su presencia en las elecciones parlamentarias europeas. Con el tiempo, se espera que más de ellos alcancen el poder: Marine Le Pen puede incluso ser la próxima presidenta de Francia. Cuando uno piensa en las dificultades creadas por el putinismo de Viktor Orbán, las perspectivas son sombrías.

El nacionalismo también se refleja en el alejamiento del comercio liberal que ha cobrado fuerza en todo el mundo. Trump desempeñó un papel destacado en la legitimación del proteccionismo durante su mandato. Biden siguió su ejemplo. La actual desconfianza hacia el comercio tiene muchas causas: la creciente competencia de China en el sector de fabricación, disrupciones en la cadena de suministro poscovid, la competencia estratégica, la creencia cada vez mayor en la política industrial y el repudio de la propia noción del multilateralismo, incluida, en particular, la Organización Mundial de Comercio. Biden desarrolló una agenda sofisticada en torno a las ideas de “eliminar los riesgos” del comercio, pero la acción se está volviendo más brutal. Así, EU impuso aranceles de ciento por ciento a las importaciones de vehículos eléctricos procedentes de China, por una mezcla de razones de seguridad y de política industrial. En respuesta, Trump dijo que “también tienen que hacerlo con otros vehículos y tienen que hacerlo con muchos otros productos porque China se está comiendo nuestro almuerzo en este momento”. Es muy probable que, en el poder, adopte medidas agresivas contra las importaciones no solo de China, sino también de sus aliados.

El cambio en comercio ya es profundo. A lo largo del periodo de la posguerra, EU, influenciado por los recuerdos de la década de 1930 y los objetivos estratégicos de la posguerra, promovió el multilateralismo y las economías de mercado liberales. Ahora hay un acuerdo cada vez más bipartidista de que esto fue un grave error. Si bien Biden desea permanecer cerca de sus aliados, su agenda también es de “Estados Unidos Primero”. Pero Trump es mucho más descaradamente nacionalista que Biden.

Vladímir Putin es un enemigo indiscutible de un orden europeo pacífico. La decisión de China de respaldarlo ha sido, para mí, un momento decisivo, pero cuanto más quiera el mundo occidental defenderse en competencia con China, más necesitará también mantenerse unido.

El nacionalismo de Trump o de sus imitadores en Europa hará casi imposible esa cooperación.

Incluso en nuestra era de competencia estratégica, la cooperación con China es esencial, sobre todo en clima. Occidente también debe responder más generosamente a las preocupaciones de los países en desarrollo y emergentes. Pero, ante todo, debe sobrevivir como comunidad de democracias liberales. Esta es una necesidad tanto moral como práctica. Si el nacionalismo autoritario destruye eso, Occidente habrá perdido la batalla.

En 1939, el poeta WH Auden escribió sobre lo que consideró “una década baja y deshonesta”. ¿Cómo será la nuestra en 2029?

Financial Times Limited. Declaimer 2021

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