A menudo es más difícil identificar los puntos de inflexión mientras se producen que después. Pero eso no ha impedido que la gente se pregunte si se está produciendo un cambio duradero en el mercado laboral. Después de 40 años en los que el capital ha tenido la sartén por el mango, ¿está aumentando el poder de los trabajadores?
De ser así, marcará un profundo cambio de rumbo económico para gran parte del mundo rico. Desde 1985, la afiliación sindical se ha reducido a la mitad en promedio en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), mientras que la cobertura de los acuerdos colectivos firmados a escalas nacional, sectorial o de empresa disminuyeron en un tercio. Al mismo tiempo, los trabajadores se llevan una porción menor del pastel. El crecimiento del salario promedio real no ha seguido el ritmo del crecimiento de la productividad en promedio de los 24 países del organismo durante las dos últimas décadas.
Pero la pandemia precipitó una escasez de trabajadores en muchos países que tomó desprevenidos a los empleadores. Los migrantes regresaron a sus países de origen, las personas mayores se jubilaron antes y los problemas de salud o de cuidado infantil condujo a otros a abandonar el mercado laboral.
Los trabajadores tratan de aprovechar su repentino valor de escasez. En Estados Unidos, los trabajadores sindicalizados lanzaron una serie de huelgas, desde John Deere hasta Kellogg. También trataron de organizarse en sectores mal pagados sin antecedentes de presencia sindical, desde Starbucks hasta Amazon. En Reino Unido, la proporción de empleados afiliados a los sindicatos comenzó a aumentar tras décadas de declive. Además encuentran nuevas formas de luchar por lo que quieren. Organise, una plataforma de campaña de defensa de los trabajadores con sede en Reino Unido, cuenta ahora con más de un millón de miembros después de un rápido crecimiento durante la pandemia.
Los responsables de la formulación de políticas de algunos países intentan ayudar a inclinar la balanza. Joe Biden, presidente de EU, hizo la promesa de ser “el presidente más a favor de los sindicatos que jamás se haya visto” y quiere aprobar una legislación que facilite su organización. La Comisión Europea publicó un proyecto de legislación que, según dice, pondrá fin a las compañías de la economía de chambas que clasifican mal a las personas como “autoempleados” para evitar darles derechos y protecciones como trabajadores.
Los factores demográficos, que evolucionan poco a poco, también pueden contribuir. Algunos economistas creen que el exceso de trabajadores a escala mundial que se registró en las últimas décadas está a punto de terminar a medida que el crecimiento de la población se desacelera y la proporción mundial de personas en edad de trabajar comienza a reducirse. Esto puede impulsar el crecimiento de los salarios al hacer que el personal sea más difícil de encontrar.
Por otro lado, los trabajadores podrán ver que su momento de ventaja es efímero. Es probable que más trabajos y tareas sean susceptibles a la automatización a medida que tanto la robótica como la inteligencia artificial mejoren. El auge del trabajo a distancia y de las plataformas de multitudes, que dividen los trabajos en pequeñas tareas, pueden conducir a una nueva ola de globalización que afecte al personal administrativo en el mundo industrializado.
Independientemente de que el equilibrio de poder entre el capital y el trabajo haya cambiado para siempre, la pandemia ha sido instructiva para ambas partes. Los empresarios descubrieron que la disponibilidad del personal no es un hecho, sino un riesgo empresarial que hay que mitigar. Muchos le prestan más atención a la contratación y la retención, y no solo en el mundo profesional. Y una nueva generación de trabajadores, desde las personas que reponen los productos en los estantes hasta los repartidores, ha aprendido lo esenciales que son en realidad.
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